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Europa, la manzana de la discordia entre EEUU y China
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Europa, la manzana de la discordia entre EEUU y China

El objetivo de China ha sido constante: asegurarse de que la UE está profundamente comprometida con el país asiático y su bienestar

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Mientras China emerge con rapidez y fuerza de la pandemia, la administración Biden promete una continuación de la línea dura del presidente Trump con un enfoque más multilateral y predecible. Bruselas define a China como un socio de cooperación y negociación, un socio económico y un rival sistémico. Especialmente porque hay un aspecto fundamental en el que la UE y Estados Unidos difieren sobre China: Estados Unidos puede permitirse una relativa desvinculación del mercado chino, pero no la UE por sus importantes vínculos económicos.

Ese grado de dependencia económica está creando desafíos para aquellos países que luchan por cuadrar sus propios valores con los de Pekín sin desentender ni la seguridad ni los derechos humanos. Así en la tercera década del siglo veremos un incremento de la tensión que pivotará sobre la tecnología pero que tendrá una legitimación amplia, multilateral y basada en valores, especialmente a la luz de los ejemplos más recientes como la gestión de la pandemia por parte de China, su tratamiento de las minorías étnicas y las demostradas ambiciones militares y tecnológicas.

Durante las dos últimas décadas, China ha visto a Europa como el tercer polo, aunque más débil, en un mundo multipolar. Su enfoque de los intereses estratégicos de la UE ha sido triple. En primer lugar, apuntar a las principales instituciones. Después, a sus miembros más poderosos. Y, por último, a los Estados más pequeños. En ocasiones, Pekín ha utilizado su poder económico y estratégico para enfrentar a un miembro contra otro y a la UE contra Estados Unidos. Pero su objetivo ha sido constante: asegurarse de que la UE está profundamente comprometida con China y su bienestar.

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En cuanto a Washington, Pekín desconfía de un enfoque multilateral que pretenda aislarla. El gobierno de Biden ya se ha puesto en contacto con los vecinos de China, como Australia, India, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelanda, para tratar diferentes aspectos del comportamiento de China. Biden también ha prometido hacer valer los valores de Estados Unidos con más fuerza como forma de restablecer su reputación en el extranjero, y Pekín entiende esto como una amenaza velada y el inicio de otra oleada de críticas.

Como he indicado anteriormente, esta nueva etapa de tensión pivotará sobre la tecnología y las relaciones comerciales. Temas en torno a los cuales el disenso entre aliados supone una debilidad capitalizada por China. EEUU y la UE tienen enfoques diferentes sobre el uso de las empresas tecnológicas chinas. Estados Unidos las considera tanto una amenaza para la seguridad nacional como una competencia en áreas clave, mientras que la UE ofrece un entorno mucho más amigable, hasta el punto de que los países de la UE han comprado tecnología china para incorporarla como parte de su infraestructura, algo impensable al otro lado del atlántico.

Si Washington ampliara sus sanciones contra las empresas chinas más allá de sus propias fronteras, la UE y sus Estados miembros podrían dejar de cooperar con Estados Unidos en materia de seguridad.

Una nueva ‘Guerra Fría’ precipitada por un rápido deterioro de las relaciones entre la UE y China y Estados Unidos está lejos de ser inevitable. Pero no así un enrarecimiento de las relaciones con nuestros principales aliados en la defensa de los valores de las democracias liberales. Seamos constructivos y miremos quién nos ha cuidado hasta ahora. No ha sido China.

Mientras China emerge con rapidez y fuerza de la pandemia, la administración Biden promete una continuación de la línea dura del presidente Trump con un enfoque más multilateral y predecible. Bruselas define a China como un socio de cooperación y negociación, un socio económico y un rival sistémico. Especialmente porque hay un aspecto fundamental en el que la UE y Estados Unidos difieren sobre China: Estados Unidos puede permitirse una relativa desvinculación del mercado chino, pero no la UE por sus importantes vínculos económicos.

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