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La nueva cruzada de la CE para defender el mercado único de injerencias extranjeras
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Alicia García Herrero

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La nueva cruzada de la CE para defender el mercado único de injerencias extranjeras

Los líderes chinos deben estar no solo sorprendidos sino posiblemente preocupados ante una narrativa mucho más dura proveniente de las instituciones europeas

Foto: Banderas de la Unión Europea (Reuters)
Banderas de la Unión Europea (Reuters)

Después de que China haya cerrado el año de forma pletórica con el anuncio del Acuerdo de Inversiones (CAI, por sus siglas en inglés) con Europa, los líderes chinos deben estar no solo sorprendidos sino posiblemente preocupados ante una narrativa mucho más dura proveniente de las instituciones europeas. Más allá de las sanciones relacionadas con Xinjiang, que podrían haberse interpretado como “políticas” y, sobre todo, “simbólicas”, la Comisión Europea acaba de anunciar dos tipos de medidas defensivas. Las primeras pretenden poner límite a los subsidios extranjeros que puedan estar obstaculizando el funcionamiento del Mercado Único Europeo. Las segundas son acciones para asegurar la resiliencia de la cadena de suministros europea. En ambos casos parece claro que el objetivo implícito es limitar el impacto de las empresas públicas chinas en nuestro mercado y nuestra dependencia de las cadenas de valor dominadas por China.

La legislación anti-subsidios es el resultado del libro blanco lanzado por la Comisión en mayo de 2020. Este documento ofrece instrumentos para reparar las distorsiones que pudieran crear los subsidios extranjeros en el Mercado Único Europeo. En términos prácticos, las compañías que adquieran empresas europeas o que participen en contrataciones públicas en la UE estarán sujetas al escrutinio de la Comisión Europea. Este organismo tendrá también el derecho de prohibir acuerdos, multar o forzar a compañías extranjeras a devolver las subvenciones con intereses.

El segundo paquete de medidas está dirigido a incrementar la resiliencia de la cadena de suministros europea, reduciendo la excesiva dependencia de productos sensibles estratégicos provenientes de China. Para reducir esta dependencia, la Comisión creará incentivos para la acumulación de stocks, la puesta en común de recursos y establecerá nuevas normas en seis sectores clave: baterías, tecnología en la nube, hidrógeno, ingredientes farmacéuticos, materias primas y semiconductores.

Foto: (iStock) Opinión

Si añadimos a los dos asuntos anteriores un pronóstico mucho más incierto en cuanto a la ratificación del CAI, podemos concluir que las relaciones económicas entre la Unión Europea y China se han visto claramente deterioradas en los últimos meses. Es difícil determinar en qué porcentaje esto ha tenido que ver con la presión de la administración Biden o con el propio interés de la Unión Europea. De hecho, aunque “autonomía estratégica” haya sido hasta ahora la palabra de moda para justificar el apoyo al CAI, también, y por el mismo motivo, podría contribuir a apoyar las medidas para proteger el mercado único de las distorsiones extranjeras o la excesiva dependencia de nuestra cadena de suministros de China.

La realidad es que probablemente ninguna de las dos medidas sea suficiente para alcanzar su objetivo definitivo: mejorar la igualdad de condiciones entre las empresas europeas y las extranjeras subsidiadas por sus gobiernos dentro del Mercado Único. El motivo es que el origen de la falla de mercado no está en la Unión Europea, sino en China, y se debe a la falta de acceso al mercado de las compañías extranjeras e incluso de las empresas privadas chinas. De hecho, el dominio de las compañías propiedad del Estado de China (o, de forma más genérica, las compañías vinculadas al gobierno) en el mercado chino le concede una clara ventaja a la hora de expandirse al extranjero, incluyendo nuestro Mercado Único.

El hecho de que muchas de las mayores empresas chinas operen, de facto, en un régimen de oligopolio en un mercado tan grande como el chino tiene consecuencias para el resto del mundo y también para nuestro Mercado Único. El motivo es que estas enormes empresas chinas pueden usar las rentas extraídas en ese mercado para crecer en otros, incluido el europeo. Esto significa también que perseguir solo los subsidios no serviría para atajar el problema, puesto que las empresas chinas tienen una posición de ventaja financiera que se origina en su propio mercado. Como si esto fuera poco, las subvenciones implícitas pueden ser muy difíciles de medir, ya que pueden provenir de un menor pago de intereses por unidad de deuda y/o de una menor presión fiscal, y no tanto de subsidios directos.

Que las firmas chinas tengan un acceso preferente a la UE a través de financiación más barata y ayudas es un claro problema

Además, más allá de financiar las adquisiciones o participar en contrataciones públicas, las compañías chinas pueden competir en Europa a través de inversiones canalizadas a través de filiales locales, utilizando los rendimientos obtenidos en su propio mercado. Mientras uno podría defender que los consumidores europeos se benefician de productos y servicios más baratos, solo es una realidad para los sectores con un modelo de competencia perfecta, pero no en sectores con externalidades de red y/o economías de escala que son cada vez más, especialmente en el ámbito de las nuevas tecnologías.

En definitiva, que las empresas chinas tengan un acceso preferente al Mercado Único Europeo a través de financiación más barata y/o subvenciones es un claro problema para la competitividad de las empresas europeas en su propio mercado. Por tanto, a menos que se establezca una reciprocidad completa y las firmas europeas puedan competir a la par con el mercado chino, la falta de competencia en China puede poner a las empresas de Europa en una posición de desventaja en su propio mercado.

Una conclusión importante derivada de la reflexión anterior es que los dos problemas que la Comisión está tratando de abordar (las distorsiones que provocan los subsidios extranjeros y el aumento de la resiliencia de la cadena de valor global) tienen su solución en China y no en Europa. Si las empresas europeas pudieran acceder al mercado chino en igualdad de condiciones, serían libres de decidir cómo reordenar su cadena de suministros sin tener miedo a que se les prive de lo que pronto será el mayor mercado del mundo.

En pocas palabras, a todos nos interesa que China cree realmente unas condiciones equitativas entre las empresas estatales, privadas o extranjeras, de modo que no sea necesario adoptar nuevas medidas distorsionadoras en otros lugares, incluyendo Europa. Mientras esto no pase, medidas como las que acaba de anunciar la Comisión para limitar los subsidios extranjeros y aumentar la resiliencia de las cadenas de producción europeas son solo un sustituto imperfecto para abordar los problemas relacionados con el impacto de China en nuestro mercado.

Alicia García- Herrero, economista jefe para Asia- Pacífico en Natixis e investigadora Senior en Bruegel

Después de que China haya cerrado el año de forma pletórica con el anuncio del Acuerdo de Inversiones (CAI, por sus siglas en inglés) con Europa, los líderes chinos deben estar no solo sorprendidos sino posiblemente preocupados ante una narrativa mucho más dura proveniente de las instituciones europeas. Más allá de las sanciones relacionadas con Xinjiang, que podrían haberse interpretado como “políticas” y, sobre todo, “simbólicas”, la Comisión Europea acaba de anunciar dos tipos de medidas defensivas. Las primeras pretenden poner límite a los subsidios extranjeros que puedan estar obstaculizando el funcionamiento del Mercado Único Europeo. Las segundas son acciones para asegurar la resiliencia de la cadena de suministros europea. En ambos casos parece claro que el objetivo implícito es limitar el impacto de las empresas públicas chinas en nuestro mercado y nuestra dependencia de las cadenas de valor dominadas por China.

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