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Guerra militar y guerra financiera

Rusia es una potencia militar y nuclear, pero no económica (su PIB supera en poco más del 50% el producto interior bruto español, aunque nos triplica en habitantes)

Foto: Edificio destruido en un bombardeo ruso en Kiev. (EFE/ Miguel A. Lopes)
Edificio destruido en un bombardeo ruso en Kiev. (EFE/ Miguel A. Lopes)

Al margen de todo el manto de desgracia, muerte y desesperación que la guerra militar deja en el territorio ucraniano, en este desgraciado suceso se libra otra batalla en el campo económico y, muy especialmente, en el financiero, que no solo afecta a los contendientes en liza, sino al conjunto de la economía global. Las sanciones establecidas por Occidente, en un alarde de determinación no visto desde la reacción fiscal y monetaria coordinada de estímulos contra la pandemia, han generado una expectativa de bajo crecimiento-alta inflación (stagflation) en la potencia agresora de dimensiones significativas; con caídas de su producción de bienes y servicios que podrían llegar al 10% dependiendo del tiempo que duren las sanciones y niveles de subidas de precios superiores al 50%, dentro de un panorama no muy lejano a un efectivo colapso de la economía rusa.

Las ya conocidas medidas, cuyo impacto más contundente (y nunca antes testado) proviene de la efectiva paralización de las transacciones financieras con el exterior (exclusión casi total del país del sistema SWIFT de transferencias interbancarias, congelación de reservas del banco central y activos privados de empresas y particulares…) parecen abocar al país a una suerte de “corralito” (a la sudamericana) que ha llevado al banco emisor ruso a subir de forma contundente los tipos de interés del rublo en una medida que a la postre solo podrá ahondar en una recesión más profunda.

Foto: Vladimir Putin (i) y Xi Jinping. (Reuters/Sputnik/Aleksey Druzhinin)

Rusia es una potencia militar y, desgraciadamente, nuclear, pero no es una potencia económica (su PIB supera en poco más del 50% el producto interior bruto español, aunque nos triplica en habitantes). Rusia es un país con mercados de capitales internos prácticamente irrelevantes (su Bolsa de valores es casi testimonial), con gran parte de su riqueza financiera y en activos reales situada fuera del país y altamente dependiente de la inversión europea para proyectos de desarrollo tecnológico y logístico, incluso en su principal industria del gas y petróleo.

Todo lo anterior, por supuesto, no solo tendrá implicaciones internas, sino que presumiblemente generará efectos de calado financiero a nivel internacional. En primer lugar, se producirá una clara ruptura de la globalización en el ámbito de los mercados de capitales a medida que la propia rusa, como China, y quien sabe si la India u otros países “menores”, se protejan estratégicamente de unas “agresiones financieras” occidentales que se están probando eficaces. Se desarrollarán alternativas en pagos internacionales, probablemente muy ancladas en las nuevas tecnologías, mientras que otras divisas, notablemente el yuan, adquirirán un peso relevante a nivel de reservas de divisas (si bien la “cuota de mercado” del dólar USA, de un 45%, supera notablemente en la actualidad a un pobre 5% de la divisa china).

En segundo lugar, y quizás con más impacto a corto plazo, el miedo (razonable) a nuevas restricciones al comercio internacional y limitaciones o cuellos de botella en las cadenas de suministros, retraerán a los bancos centrales occidentales a reemprender de forma inequívoca la más que necesaria normalización de las condiciones monetarias globales que, sin duda, son la fuente de mayor inestabilidad de nuestros mercados de dinero y capitales en el momento presente, incluso más que la propia guerra militar.

* Javier Méndez Llera es secretario general del Instituto Español de Analistas Financieros

Al margen de todo el manto de desgracia, muerte y desesperación que la guerra militar deja en el territorio ucraniano, en este desgraciado suceso se libra otra batalla en el campo económico y, muy especialmente, en el financiero, que no solo afecta a los contendientes en liza, sino al conjunto de la economía global. Las sanciones establecidas por Occidente, en un alarde de determinación no visto desde la reacción fiscal y monetaria coordinada de estímulos contra la pandemia, han generado una expectativa de bajo crecimiento-alta inflación (stagflation) en la potencia agresora de dimensiones significativas; con caídas de su producción de bienes y servicios que podrían llegar al 10% dependiendo del tiempo que duren las sanciones y niveles de subidas de precios superiores al 50%, dentro de un panorama no muy lejano a un efectivo colapso de la economía rusa.

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