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Toca refugiarse en los cuarteles de invierno
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Ángel Blanco

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Toca refugiarse en los cuarteles de invierno

¿Y ahora qué? Es realmente complejo entender dónde está el equilibrio, puesto que la visibilidad vuelve a reducirse muy significativamente

Foto: Inversores en la bolsa de Nueva York (Reuters/Brendan McDermid)
Inversores en la bolsa de Nueva York (Reuters/Brendan McDermid)

Bajo la premisa de que no restaurar la estabilidad de los precios traería problemas mucho mayores que la debilidad de la economía y la perdida de empleos a corto plazo, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, mostró el pasado viernes su intención de seguir subiendo tipos pese a la ligera mejora en los datos de inflación vistos recientemente. El mensaje, significativamente más hawkish de lo esperado, determinó una fuerte caída en los mercados, suponiendo un punto de inflexión de las expectativas que se habían generado a lo largo del verano, basadas en datos de estabilización de precios y, por lo tanto, menor necesidad de subidas de tipos. La propia desaceleración debía conllevar normalización, pero el temor a una escalada inflacionista a medio plazo, si no se consigue enfriar la economía rápidamente, con el fantasma de los 70 más presente que nunca, determina unas declaraciones en las que se intenta limitar al máximo la posibilidad de volver a vivir una década que, ya en su día, fue perdida.

El mensaje es exageradamente directo, la disposición a evitar mayores riesgos a largo plazo conlleva asumir un elevado riesgo a corto y por ello, aceptar incluso entrar en un periodo recesivo en los próximos meses. El frío ha llegado en otoño, no ha sido necesario llegar al invierno que ya comentaba Macron hace apenas un par de semanas. La reacción del mercado es absolutamente lógica, y debemos esperar un nuevo rebalanceo de activos. Un nuevo entorno en el que los diferenciales de tipos se han de volver a ampliar, ya que, a su vez, los Bancos Centrales han de seguir luchando por mantener el acceso general al mercado y no encontramos con los riesgos vividos entre los años 2011 y 2013.

Foto: Jerome Powell, presidente de la Fed. (EFE/Shawn Thew)

¿Y ahora qué? Es realmente complejo entender dónde está el equilibrio, puesto que la visibilidad vuelve a reducirse muy significativamente. Son los propios Bancos Centrales, en este caso la Fed, pero empujando al resto, los que optan por acelerar el proceso de desaceleración, rompiendo en gran medida con las políticas monetarias adoptadas desde la crisis financiera. El objetivo ahora no es el crecimiento, se acepta el que no lo haya. Se trata de enfriar, supuestamente a tiempo, pero con el gran riesgo de tener que romper con una fuerte inercia, generada durante más de una década, que puede conllevar una ruptura de la confianza al alterar las bases del crecimiento. La idea de tipos bajos casi perpetuos se pone en duda, al menos de momento, y ello determina que las premisas sobre las que se ha construido parte de la nueva economía (liquidez abundante en el equity y posterior capacidad de financiación barata), se pone en duda, lo que supondrá un retraso temporal en el desarrollo de los nuevos negocios e industrias. Hay que recordar que una parte importante del objetivo de desarrollo a través de estas nuevas áreas de crecimiento suponía poder crear un puente para absorber los negocios obsoletos, los denominados “zombies”, de forma relativamente rápida. Potenciar lo nuevo mientras se transformaba o desaparecía lo antiguo, se convierte en un objetivo complejo, ya que, se encarece la financiación tanto de largo plazo como de circulante, con efectos negativos sobre el futuro capex. En resumidas cuentas, el tiempo de desarrollo se encarece y se alarga, influyendo significativamente en las decisiones de inversión.

El control de la inflación y la consecuente desaceleración implica, por sí mismo, un fuerte riesgo para familias y pequeños negocios. No es solo el encarecimiento de bienes y servicios lo que nos ha de preocupar, el mayor riesgo está en el coste de vida ligado al encarecimiento de los tipos de interés, lo que debe llevar a una fuerte contracción del consumo y, también, de la inversión, acelerando aún más la desaceleración. El riesgo asumido en los últimos años, pese al ahorro durante el covid, es muy elevado y afectará también de forma directa a la valoración de los activos. Reitero, estamos ante un nuevo rebalanceo en un entorno de baja visibilidad siendo previsible que, al menos durante un tiempo, se extreme. Tampoco olvidemos que, con los niveles de deuda y déficit tras el covid y unos tipos más elevados, la presión fiscal tenderá a aumentar al entenderse (para mí de forma equivocada en la mayor parte de las situaciones), que para mantener la confianza inversora hay que generar caja. Tristemente, se entiende que hay que generar liquidez, ya que, la confianza en un entorno de riesgo, se basa en la solvencia y no en expectativas de crecimiento.

Foto: El mayor parque solar flotante situado en un embalse de Alqueva, Portugal. (EFE/Paula Fernández)

Respecto a la influencia en el resto de las áreas económicas, fuera de EEUU, conoceremos en las próximas reuniones cuáles son las políticas que optan por implantar. Lo normal sería que se alienaran en la lucha contra la inflación, entre otras razones, con el objetivo de no permitir devaluaciones adicionales de divisas que, en estos momentos, puedan influir también en la confianza. La política monetaria seguirá la misma tendencia, siendo fundamental conocer cuáles van a ser las políticas fiscales y, aun más importante, como va a afectar a los planes supuestamente aprobados. Es muy factible ver cambios en los mismos y, en muchos casos, ligados a limitar riesgos por falta de contingencia, por lo tanto, no productivos, aunque con efectos positivos en estabilización, frente a inversiones en crecimiento.

Por ahora, tras estas declaraciones y uniendo las mismas a las realizadas por líderes políticos internacionales, se hace una llamada a “los cuarteles de invierno”. Esperemos que la inflación coyuntural tienda a reducirse rápidamente, mientras tanto, toca cautela.

Bajo la premisa de que no restaurar la estabilidad de los precios traería problemas mucho mayores que la debilidad de la economía y la perdida de empleos a corto plazo, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, mostró el pasado viernes su intención de seguir subiendo tipos pese a la ligera mejora en los datos de inflación vistos recientemente. El mensaje, significativamente más hawkish de lo esperado, determinó una fuerte caída en los mercados, suponiendo un punto de inflexión de las expectativas que se habían generado a lo largo del verano, basadas en datos de estabilización de precios y, por lo tanto, menor necesidad de subidas de tipos. La propia desaceleración debía conllevar normalización, pero el temor a una escalada inflacionista a medio plazo, si no se consigue enfriar la economía rápidamente, con el fantasma de los 70 más presente que nunca, determina unas declaraciones en las que se intenta limitar al máximo la posibilidad de volver a vivir una década que, ya en su día, fue perdida.

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