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¿Puede Europa ganar la guerra energética a Rusia?
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¿Puede Europa ganar la guerra energética a Rusia?

Es difícil combatir desde Europa el temor que suscitan las amenazas de Putin de recurrir a la utilización de armamento atómico como respuesta al apoyo militar, en forma de entrega de material y de inteligencia

Foto: Almacenamiento de gas natural de Storengy en Francia. (Reuters/C. Hartmann)
Almacenamiento de gas natural de Storengy en Francia. (Reuters/C. Hartmann)

En estos momentos hay suficientes evidencias de que Rusia está perdiendo la guerra en Ucrania. Sin embargo, no hay suficientes evidencias de que esté perdiendo también la contienda económica. Y, desde luego, hay suficientes evidencias de que está ganando la batalla del miedo.

Vladímir Putin está echando un pulso a Occidente, a un modo de vida y a una cultura que, en el frente de las ideas, tiene a la democracia y al liberalismo económico como principales referencias. En el campo de batalla económico sus principales armas son el pavor que provoca su arsenal nuclear, en combinación son su acreditada falta de escrúpulos, y la energía.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin, se reúne con Mohamed VI de Marruecos (i) en 2016. (EFE/Druzhinin)

Es muy difícil combatir desde Europa el temor que suscitan las amenazas de Putin de recurrir a la utilización d armamento atómico como respuesta al apoyo militar, en forma de entrega de material y de inteligencia, que la mayoría de los países occidentales, con EEUU a la cabeza, están prestando a Ucrania. Los mercados financieros, y muy especialmente los bursátiles, son enemigos de la incertidumbre; y no hay mayor incertidumbre que desconocer qué efectos tendría sobre la economía la utilización de un arma nuclear, aunque fuese en versión táctica, por parte del autócrata ruso. De hecho, es un escenario que la mayoría de los economistas no contemplan porque está más allá del peor de los posibles que se barajan actualmente.

Sin embargo, no debería ser tan difícil para Europa combatir en el frente de la energía. Ya sabemos cuál es el precio que hay que pagar por depender del gas y el petróleo de la Federación rusa, que antes de la invasión de Ucrania representaban el 40% y el 27%, de las importaciones de hidrocarburos de la Unión Europea, respectivamente. Unos porcentajes que Putin utiliza no solo para provocar tensiones en la cadena de suministro, sino sobre todo para elevar la factura económica que Europa tiene que pagar por su apoyo al gobierno de Zelenski.

La Unión Europea puede librar esta batalla energética contra Rusia en dos frentes: el de las fuentes de suministro y el de los precios. El primero ya formaba parte de la estrategia REPowerEU, anunciada pocas semanas después de iniciada la invasión y cuyo objetivo es reducir la dependencia de los hidrocarburos rusos. No se ha avanzado mucho desde entonces, a pesar de que la UE intenta evitar por todos los medios un invierno con restricciones en el suministro de energía. Es necesario avanzar más rápidamente hacia la desconexión del gas y el petróleo rusos y la firma de alianzas y contratos que garanticen el suministro de petróleo y gas natural que Europa necesita para pasar este invierno, el próximo y así sucesivamente hasta reducir hasta límites tolerables la dependencia en energías primarias.

Foto: Turbinas eólicas. (World Wild Wind)

Las compras concertadas son una herramienta que la UE no ha utilizado hasta la fecha. Debería hacer valer su poder de compra ante los grandes productores de hidrocarburos, que de momento se sienten más cómodos negociando de forma individual con empresas y países angustiados por la perspectiva de un invierno crítico.

La gran arma defensiva de Europa en este frente es su capacidad financiera y tecnológica para desplegar más rápidamente las energías renovables. A finales de 2021, el Gobierno de España aprobó un paquete de medidas para agilizar la tramitación de autorizaciones medioambientales que requieren las plantas de generación de energía. Algunas comunidades autónomas, de las que depende en un 90 % este tipo de permisos, se adhirieron a esta política, pero siguen siendo todavía muchas las administraciones regionales y locales cuya burocracia retrasa los trámites. Sería muy fácil acelerar este proceso.

El segundo frente, el de los precios, puede ser gestionado internamente mucho mejor de cómo se ha hecho hasta ahora. Es evidente que el sistema de fijación de precios de la electricidad es útil y funciona eficazmente en situaciones de normalidad, pero también lo es que no sirve para gestionar los episodios extraordinarios. Y no se me ocurre nada más extraordinario que una guerra en pleno continente europeo en la que uno de los contendientes utiliza la energía como arma ofensiva.

Foto: Central térmica en Grevenbroich (Alemania). (EFE)

El Gobierno de España fue el primero en pedir una reforma de este sistema. Con la lógica salvedad de Portugal, que se beneficia de la excepción ibérica lograda por el Ejecutivo de Pedro Sánchez, la mayoría de los gobiernos comunitarios han tardado en entrar en razón ante la necesidad de evitar que el gas marque el precio de la energía eléctrica y produzca enormes distorsiones en el mercado. El temor a intervenir un mercado que, aunque se llame "liberalizado" está sujeto a una compleja e intensa regulación, debe ser superado en beneficio de los consumidores.

Desde enero de 2020, el precio de la electricidad en España ha subido un 285% y el del gas un 1.100%. Como consecuencia de ello, empresas intensivas en consumo de energía como Acerinox, Asturiana de Zinc, Celsa, Megasa o ArcelorMittal han recortado la producción entre un 30 % y un 50 % y, por ende, han planteado en algunos casos expedientes temporales de regulación de empleo.

En el ámbito de los hogares, los productos energéticos suponen entre el 5 % y el 15 % de la cesta de consumo en los países de la Unión Europea, según un informe del IFM publicado en julio. Sin embargo, es el factor que explica la mitad del crecimiento de la inflación, cuya media en la zona euro fue del 8,9 % (tasa interanual en julio de 2022).

Foto: European Focus

Los países de la zona euro se ven azotados por la inflación, cuyo componente más destacado es la energía, y por la devaluación de la moneda común. Adicionalmente, no son pocas las voces de expertos que alertan de que la crisis acabará llegando a un sistema financiero que hasta la fecha ha mostrado buena salud.

Europa está pagando un precio muy alto por el impacto directo e indirecto de los costes energéticos. Carece de sentido ahogar a industrias y consumidores europeos por las distorsiones que provoca el sistema marginalista de fijación de precios de la energía en los mercados mayoristas en las actuales circunstancias. El objetivo de esta regulación era en primer lugar beneficiar a los consumidores e incentivar a las tecnologías de generación más baratas. Ahora no está ocurriendo ni lo uno ni lo otro.

Foto: Celebración del día de los héroes en Rumanía. (EFE/Robert Ghement)

La Comisión Europea aceptó en marzo que se debería poner un tope al precio del gas utilizado para la generación de electricidad. A finales de agosto, Ursula Von der Leyen admitió que "el mercado está roto" y que era necesario reforzar el modelo. Estamos a mediados de octubre y las proyecciones para algunos países, como Francia y Alemania, sitúan el precio del MWh en 2023 en más de 1.000 euros, una barbaridad que no hay economía que pueda soportar. ¿Qué más hace falta para que la Comisión y el Parlamento Europeos aceleren en un proceso de reforma del que depende el presente y el futuro inmediato de millones de familias y empresas?

Ante la cada vez más probable derrota del ejército ruso en Ucrania, cabe pensar que Putin buscará otras victorias. Europa no puede permitirse que el presidente ruso piense que es posible ganar la guerra de la energía con el simple hecho de cortar el grifo de sus hidrocarburos y dejar que la falta de acuerdo entre los gobiernos haga el resto. Lo que ocurra con la factura de la luz tendrá su influencia en la percepción de la Unión Europea como potencia económica y como adalid de la democracia liberal.

*Juan Béjar es Presidente de Bruc

En estos momentos hay suficientes evidencias de que Rusia está perdiendo la guerra en Ucrania. Sin embargo, no hay suficientes evidencias de que esté perdiendo también la contienda económica. Y, desde luego, hay suficientes evidencias de que está ganando la batalla del miedo.

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