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Europa tiene que mirar a esa nueva India, a pesar de todos sus retos
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Europa tiene que mirar a esa nueva India, a pesar de todos sus retos

En las capitales europeas se reconoce cada vez más que Europa tiene que reequilibrar sus relaciones económicas y reducir su dependencia de China y de Estados Unidos

Foto: Un hombre camina por las vías de un tren en Nueva Delhi. (Reuters/Anushree Fadnavis)
Un hombre camina por las vías de un tren en Nueva Delhi. (Reuters/Anushree Fadnavis)

En las capitales europeas se reconoce cada vez más que Europa tiene que reequilibrar sus relaciones económicas y reducir su dependencia de China y de Estados Unidos en ámbitos diferentes. Una de las relaciones clave que Europa deberá reforzar será sin duda la que mantiene con India: este país es ya la quinta economía mundial y es un socio fundamental para alcanzar algunas de las prioridades estratégicas de Europa.

En primer lugar, India dispone de una mano de obra numerosa y en crecimiento, por lo que está llamado a convertirse en uno de los futuros proveedores alternativos de bienes manufacturados. En otras palabras, parece difícil que ningún otro país pueda arrebatar parte de la enorme cuota de exportaciones mundiales que detenta China, si no es la India. En segundo lugar, India tiene unas necesidades energéticas en rápido aumento, por lo que debe formar parte de cualquier solución realista al desafío climático mundial. Por último, al ser la democracia más poblada del mundo y encontrarse en el corazón de la creciente región Indo-Pacífica, India es un actor estabilizador fundamental en un sistema geopolítico cada vez más frágil.

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A pesar de estas razones para ver a India como un país crucial para el futuro de Europa, el punto de partida para muchos en los círculos políticos europeos sigue estando dominado por la India del pasado. La visión que se tiene de India está marcada por impresiones de pobreza, infraestructuras débiles, sistemas energéticos basados en el carbón, normativas gubernamentales que estrangulan a la empresa privada, barreras comerciales, inseguridad alimentaria, etc. En consecuencia, la política europea que teje las relaciones con la India parece seguir anclada en el pasado. Un ejemplo claro es la política comercial, que se centra en el acceso. Por ejemplo, se pretende intercambiar visados para los trabajadores indios frente a menores barreras para las exportaciones de la UE.

La política de cambio climático se centra en convencer a India de que el cambio climático es real y de que su uso del carbón es irresponsable. El asesoramiento sobre desarrollo económico se centra en hacerles más como nosotros, concentrándose en la apertura del mercado y reformas institucionales. La política de seguridad se enfoca en el argumento moral de ponerse del lado de Occidente, en contra de los autócratas del mundo.

Por mucho que la posición europea pueda parecer comprensible desde Europa, lo cierto es que parece difícil que vaya a tener éxito. La nueva India no acepta que la vean como la vieja India, lo que está dificultando las negociaciones comerciales entre la UE e India, reiniciadas hace un año y medio. En ese sentido parece importante que Europa se ponga en el lugar de un país tan complejo pero relevante como la India para poder seguir negociando una relación más estratégica.

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En ese ámbito, no solo es importante conocer las fortalezas de la India sino también sus retos. De hecho, aunque la India ha experimentado un cambio real e impresionante, la realidad a la que se enfrenta el país sigue siendo compleja.

Destacaría tres retos. El primero es superar la desigualdad de ingresos para lograr una prosperidad compartida. El crecimiento reciente ha beneficiado en gran medida a las partes de la sociedad, la economía y el país que ya son competitivas a escala mundial. A muchos otros les ha costado aprovechar las nuevas oportunidades. El segundo reto es crear suficientes puestos de trabajo para una mano de obra creciente. La creación de empleo ha estado por debajo de los 4 millones en ocho de los últimos diez años prepandémicos, mientras que en la próxima década entrarán en el mercado laboral una media de más de 10 millones de indios al año. El tercer reto es la puesta en marcha de las políticas. De hecho, la gobernanza sigue siendo débil, lo que lleva a una prestación deficiente de los servicios públicos. Las clasificaciones internacionales de competitividad no recogen bien esta situación porque se centran en las condiciones relevantes para las zonas más avanzadas de India.

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Una cuestión clave es comprender cómo ha cambiado la naturaleza de los retos de competitividad de la India y las medidas de política económica necesarias para abordarlos desde las reformas iniciales de principios de los noventa. La atención se centra ahora en reforzar los activos y capacidades subyacentes de la economía india, es decir, en mejorar la competitividad de la India, en lugar de simplemente desbloquearla. Ello exige coherencia a lo largo del tiempo y coordinación entre muchos ámbitos políticos y sectores de la administración. Y aquí es donde el gobierno indio ha tenido dificultades: en muchos ámbitos tiene las intenciones correctas, pero no ha sabido encontrar las herramientas adecuadas para conseguir tracción en un país tan extenso y heterogéneo.

En resumen, no cabe duda de que la complementariedad entre la India y la Unión Europea es cada vez mayor y también que Europa tiene que pasar de una visión anticuada de la India a una más moderna. Por otro lado, esa imagen moderna ha de ser realista y no olvidar los grandes retos que enfrenta la India, empezando por encontrar trabajo para esa enorme población que sigue creciendo y la gobernanza de su gobierno.

*Alicia García-Herrero es economista jefe para Asia Pacífico en Natixis e investigadora sénior para el think tank Bruegel.

En las capitales europeas se reconoce cada vez más que Europa tiene que reequilibrar sus relaciones económicas y reducir su dependencia de China y de Estados Unidos en ámbitos diferentes. Una de las relaciones clave que Europa deberá reforzar será sin duda la que mantiene con India: este país es ya la quinta economía mundial y es un socio fundamental para alcanzar algunas de las prioridades estratégicas de Europa.

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