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Judith Arnal

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Las elecciones en Grecia sí se juegan en clave económica

El programa electoral de Nueva Democracia es de corte pro-empresarial, prometiendo nuevos recortes de impuestos y alcanzar una tasa de crecimiento anual del 3%

Foto: El líder del partido Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis. (EFE/Achilleas Chiras)
El líder del partido Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis. (EFE/Achilleas Chiras)

Este próximo domingo 25 de junio tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones generales en Grecia. La primera vuelta, celebrada el pasado 21 de mayo, sorprendió por la fortaleza de Nueva Democracia, el partido de centro-derecha líder del último gobierno, y por un peor comportamiento del esperado por parte de Syriza, partido marcadamente izquierdista que gobernó Grecia hasta 2019 y fue protagonista al inicio de su mandato en 2015 de una polémica estrategia de confrontación con las instituciones europeas en el marco del tercer programa de asistencia financiera (rescate) que recibía el país heleno. En efecto, los sondeos estimaban una ventaja de Nueva Democracia sobre Syriza de 6-7 puntos porcentuales, frente a la diferencia finalmente registrada de más de 20 puntos. El escándalo de escuchas telefónicas por los servicios de inteligencia griegos al líder socialista Nikos Andrulakis, el llamado "Watergate griego", y la gestión del accidente ferroviario de Tempe, en el que perdieron la vida 57 personas y que dio lugar a la mayor huelga general en el país en la última década, no daban pie a anticipar una victoria tan holgada por parte del partido en el gobierno.

Sin embargo, estos sorprendentes resultados no han sido suficientes como para permitir a Nueva Democracia conformar un nuevo gobierno, al haberse quedado a unos pocos escaños de la mayoría absoluta y haber optado por no intentar formar un gobierno en minoría. Por ello, tendrá lugar una segunda vuelta electoral, tras la que sí se espera que Nueva Democracia alcance una mayoría suficiente para la formación de un gobierno monocolor gracias al sistema de representación semi-proporcional griego, que otorga un bonus de 50 escaños (de un total de 300) al partido político más votado. Este sistema de bonus no pudo aplicarse en la primera vuelta de mayo tras haber sido suprimido en la reforma aprobada en 2016, bajo mandato del gobierno de Syriza.

El programa electoral de Nueva Democracia para las elecciones de 2023 es de corte pro-empresarial, prometiendo nuevos recortes de impuestos, alcanzar una tasa de crecimiento anual del 3%, impulsar la inversión extranjera directa y reducir el desempleo por debajo del 8%. Por su parte, el programa de Syriza es de corte social, con promesas de incrementos de salarios y pensiones, el establecimiento de límites a los márgenes de beneficios en el sector energético, la reducción de la jornada laboral y la eliminación del fondo griego para el rescate bancario.

Todo apunta a que estas elecciones se están jugando principalmente en clave económica, y que los resultados de Nueva Democracia son debidos en gran medida a la capacidad que ha tenido el actual primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, de capitalizar en las urnas la gestión económica de su gobierno en un contexto difícil, marcado primero por la pandemia que, entre otras, deprimió la actividad turística, con un peso de casi un 20% del PIB griego, y la guerra de Ucrania después, con una fuerte dependencia de Grecia del gas ruso (alrededor del 40%). Sin embargo, el crecimiento del PIB griego ha sido muy superior al de la media de la zona euro en los últimos dos años, la inversión extranjera directa se ha incrementado en un 50% en 2022, ha se han llevado a cabo bajadas de impuestos sin impacto negativo en la senda de consolidación fiscal. A todo ello se le une la finalización, el pasado 20 de agosto de 2022, de la supervisión reforzada de las instituciones europeas tras la salida del tercer programa de asistencia financiera en 2018.

Foto: Kyriakos Mitsotakis. (Reuters/Louiza Vradi)

Y es que tiene todo el sentido que la economía tenga un peso especial en las preferencias de los electores griegos, sobre todo teniendo en cuenta de dónde viene la economía helena. En efecto, la fuerte acumulación de desequilibrios macroeconómicos, especialmente durante los primeros años tras su adhesión a la zona euro, provocó que la crisis de deuda soberana que asoló la economía europea a principios de la década fuese especialmente virulenta en Grecia, llevándola a perder su acceso a los mercados financieros y que terminó por contagiarse a otros países de la zona euro, poniendo en riesgo la estabilidad financiera del área monetaria única. Entre 2010 y 2018, Grecia estuvo inmersa en tres programas de asistencia financiera (los llamados "rescates"), recibiendo 288.700 millones de euros en desembolsos a cambio de una fuerte condicionalidad y de profundas reformas estructurales. Gran parte de los analistas consideraban que los elevados niveles de deuda pública, la incapacidad de generar superávits primarios, la baja productividad del país y la débil situación de su sector bancario, con elevadísimas tasas de morosidad, abocaban al país a abandonar la moneda única.

Sin embargo, tres rescates después, con innumerables reformas económicas y sacrificios que el pueblo griego ha tenido que asumir durante sucesivos gobiernos de distinto color político, han permitido que Grecia pase de ser un riesgo para el conjunto de la zona euro a ser un ejemplo de resiliencia y fortaleza del proyecto común. Algunos ejemplos: la evolución del Índice General de la Bolsa de Atenas desde principios de 2022 está casi 40 puntos porcentuales por encima del Eurostoxx-50; la prima de riesgo con respecto a la deuda alemana a 10 años ha caído más de 3.100 puntos básicos entre enero de 2012 y junio de 2023, cotizando en estos momentos 50 puntos básicos por debajo de la italiana; entre principios de 2018 y principios de 2023, la tasa de morosidad bancaria ha caído en más de 40 puntos porcentuales; las tasas de crecimiento del PIB en Grecia son superiores a la media de la zona euro y, de hecho, a finales de 2022, Grecia estaba por encima de la zona euro con respecto al nivel de PIB previo a la pandemia. Estos desarrollos económicos positivos han llevado a las agencias de calificación crediticia a continuas revisiones al alza del rating de Grecia: tras 12 años de tener la consideración de "bono basura", e incluso alcanzar la mínima calificación crediticia posible (default selectivo) en 2012, la expectativa es que Grecia recupere el grado de inversión (BBB-) a lo largo de este año.

Foto: Mitin del Pasok en Atenas. (EFE/Alexander Beltes)

¿Significa lo anterior que los problemas económicos de Grecia han desaparecido por completo? Lamentablemente no. El PIB de la economía griega sigue 20 puntos porcentuales por debajo del registrado en 2008, lo que constituye un daño económico prácticamente asimilable al de una economía en guerra. No hay que olvidar que la acumulación de un importante déficit por cuenta corriente fue uno de los principales desequilibrios macroeconómicos que condujeron a Grecia al abismo. Pues bien, aunque Grecia consiguió reducir su déficit por cuenta corriente en los primeros años de ajuste, los desequilibrios han vuelto a aparecer, ya que, en 2022, el saldo de la cuenta corriente fue negativo y se acercó al 10% del PIB. De este modo, el sector exterior sigue siendo una clara debilidad para el país. La elevada ratio de deuda pública sobre PIB, a pesar de que las previsiones apuntan a su reducción, constituye también un importante desafío para la economía griega, especialmente teniendo en cuenta el aumento de los costes de financiación derivados de las alzas de tipos de interés por el BCE. Y, por último, pero no por ello menos importante, la cohesión social en Grecia sigue siendo una cuestión pendiente de afrontar, algo que probablemente las duras condiciones impuestas en los diferentes programas de asistencia financiera no hayan contribuido a resolver.

En efecto, Grecia es el tercer país de la Unión Europea, tras Rumanía y Bulgaria, con mayor porcentaje de la población en riesgo de pobreza. Casi el 30% de la población griega, es decir, más de tres millones de personas, estaban en 2022 en riesgo de pobreza. Todo esto indica que, aunque en la presente cita electoral parezca haber primado lo puramente económico (así como posiblemente otras cuestiones, como la inmigración o lo identitario, que no son objeto del presente análisis) el probable nuevo gobierno, además de centrarse en política pro-empresa para mejorar el clima de negocios, debería tener también poner lo social entre sus prioridades más inmediatas.

Los avances económicos registrados en Grecia son la victoria del pueblo griego. No pertenecen a un solo gobierno de un determinado color político. Son la muestra de la capacidad de sacrificio y resistencia de un pueblo hermano del Mediterráneo y de la zona euro al que probablemente se le impusieron condiciones excesivamente duras, como así ha reconocido el por entonces presidente de la Comisión Europea. Solo nos queda desear la mejor de las suertes a Grecia y que los desequilibrios que aún persisten, especialmente en el plano social, se resuelvan a la mayor brevedad posible.

*Judith Arnal es profesora del Máster de Banca y Regulación Financiera de la Universidad de Navarra y Técnico Comercial y Economista del Estado.

*Álvaro García-Rosales es Técnico Comercial y Economista del Estado.

Este próximo domingo 25 de junio tendrá lugar la segunda vuelta de las elecciones generales en Grecia. La primera vuelta, celebrada el pasado 21 de mayo, sorprendió por la fortaleza de Nueva Democracia, el partido de centro-derecha líder del último gobierno, y por un peor comportamiento del esperado por parte de Syriza, partido marcadamente izquierdista que gobernó Grecia hasta 2019 y fue protagonista al inicio de su mandato en 2015 de una polémica estrategia de confrontación con las instituciones europeas en el marco del tercer programa de asistencia financiera (rescate) que recibía el país heleno. En efecto, los sondeos estimaban una ventaja de Nueva Democracia sobre Syriza de 6-7 puntos porcentuales, frente a la diferencia finalmente registrada de más de 20 puntos. El escándalo de escuchas telefónicas por los servicios de inteligencia griegos al líder socialista Nikos Andrulakis, el llamado "Watergate griego", y la gestión del accidente ferroviario de Tempe, en el que perdieron la vida 57 personas y que dio lugar a la mayor huelga general en el país en la última década, no daban pie a anticipar una victoria tan holgada por parte del partido en el gobierno.

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