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La inversión responsable, en su encrucijada decisiva
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La inversión responsable, en su encrucijada decisiva

Los inversores tienen que favorecer un desarrollo sostenible y equilibrado entre lo ambiental y lo social para evitar injusticias particulares. La transición ecológica es necesaria, pero debe ser justa

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La evolución del marco geopolítico y de mercado, junto con algunos casos de greenwashing, han llevado las inversiones ESG (environmental, social y governance, por sus siglas en inglés) a una encrucijada decisiva, entre la legitimación y la reducción. Para quienes creemos en la inversión ética, no hay dudas: cuando hablamos de inversiones ESG o sostenibles, no hablamos de una tendencia, sino de un cambio de rumbo que debe ser irreversible si, como inversores, nos preocupa la salud del planeta y de nuestra sociedad.

Se trata de una elección para alcanzar un horizonte a largo plazo al que debemos esforzarnos por llegar, y que permite obtener de la inversión no solo un retorno económico, sino también un impacto positivo en el medioambiente y la sociedad. En un mundo cada vez más inestable, los valores y emisores con características de sostenibilidad más altas tienden a ser más sólidos a largo plazo, demostrando ser más resilientes incluso durante los momentos de alta volatilidad de los mercados.

Actualmente, la protección del medioambiente es un tema de importancia universalmente reconocida; no se puede, sin embargo, descuidar la cuestión social. Según la Comisión Europea, entre 50 y 150 millones de personas en Europa sufren pobreza energética. Esto significa que un número significativo de nuestros conciudadanos se encuentra en la incapacidad de calentar, refrescar o iluminar adecuadamente sus viviendas.

Mientras nos dirigimos hacia un futuro energético más sostenible, es imperativo considerar el impacto social de tales cambios

Esta condición, agravada por las recientes crisis de suministro y el aumento exponencial de los precios del gas, llama la atención sobre un problema fundamental: mientras nos dirigimos hacia un futuro energético más sostenible, es imperativo considerar el impacto social de tales cambios.

El riesgo que enfrentamos es doble: por un lado, la emergencia climática requiere una rápida transición hacia fuentes energéticas sostenibles; por otro, si no se gestiona con atención, esta transición podría exacerbar las desigualdades existentes, creando una nueva emergencia social.

Objetivo de los inversores

Esta perspectiva plantea cuestiones críticas para los inversores, que ahora deben evaluar no solo los aspectos estrictamente financieros, sino también los efectos relacionados con la sostenibilidad ambiental y social de sus inversiones. Por estos motivos, un inversor responsable debe proponerse el objetivo de favorecer un desarrollo sostenible y equilibrado entre lo ambiental y lo social, capaz de evitar injusticias particulares con el fin de alcanzar objetivos globales: la transición ecológica es necesaria, pero debe ser justa.

Desarrollado en colaboración con los agentes sociales, el concepto de "transición justa" prevé una serie de intervenciones a adoptar para garantizar los derechos sociales y las condiciones de vida de los trabajadores durante el proceso que llevará a las economías hacia una producción más "verde".

En nuestro caso, la integración de los aspectos relacionados con el trabajo y la sociedad civil en la acción para combatir el cambio climático es fundamental también en la actividad de gestión y corresponsabilidad, en particular en el diálogo con las empresas. Ya en 2019 Etica Fund suscribió la campaña Statement of Investor Commitment to Support a Just Transition on Climate Change (en español, "Declaración de compromiso de los inversores para una transición justa a una economía de bajo impacto climático").

Cinco años después, lograr una transición justa contribuirá a acelerar la acción climática que nos permita alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. El diálogo de Etica Fund con las empresas se ha centrado en paliar las consecuencias de los ajustes debidos a la transición y en las estrategias para limitar el impacto en los empleados. Por ejemplo, el desarrollo de planes de reorganización y programas de recualificación, especialmente en el caso de desinversión de activos con una alta huella de carbono.

*Gianluca Zappa es Relationship Manager en el Institutional and International Business Development de Etica Funds.

La evolución del marco geopolítico y de mercado, junto con algunos casos de greenwashing, han llevado las inversiones ESG (environmental, social y governance, por sus siglas en inglés) a una encrucijada decisiva, entre la legitimación y la reducción. Para quienes creemos en la inversión ética, no hay dudas: cuando hablamos de inversiones ESG o sostenibles, no hablamos de una tendencia, sino de un cambio de rumbo que debe ser irreversible si, como inversores, nos preocupa la salud del planeta y de nuestra sociedad.

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