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Tribuna Mercados
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El criptomundo en las elecciones de EEUU. ¿Tecnología apolítica o terreno de batalla ideológico?
Cada avance ha pasado por un ciclo de ridiculización, sospecha y rechazo y, finalmente, integración en el tejido social y promoción. El blockchain y los criptoactivos no son la excepción
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A lo largo de la historia, la política y la tecnología han mantenido una relación compleja. Desde la imprenta hasta Internet, cada avance ha pasado por un ciclo de ridiculización, sospecha y rechazo y, finalmente, integración en el tejido social y promoción. El blockchain y los criptoactivos no son la excepción. A pesar de ser inherentemente apolíticas, es decir, carentes de ideología en su concepción, estas tecnologías han sido arrastradas al torbellino político que caracteriza a la actualidad, especialmente en el contexto de las elecciones en Estados Unidos.
Bitcoin, por ejemplo, surgió como una respuesta a la crisis financiera de 2008, desafiando de manera directa al sistema bancario tradicional y a las élites financieras. Se diseñó para empoderar al individuo, para ofrecer una alternativa frente a un sistema que, según muchos, había fallado a las masas. Del mismo modo, Ethereum, emergió con el objetivo de descentralizar el control que grandes corporaciones tecnológicas ejercen sobre nuestras vidas. No obstante, a medida que estas tecnologías ganaron popularidad, también comenzaron a ser vistas a través del prisma político, aunque esto no cambia su naturaleza neutral. Vitálik Buterin, fundador de Ethereum, en su reflexión sobre la relación entre cripto y política, advirtió sobre el peligro de apoyar a políticos simplemente porque promueven los criptoactivos, sin considerar si sus visiones sobre tecnología, política y economía para el siglo XXI se alinean con la propia. Nos instó, de esta forma, a dilucidar si tal apoyo es por “las razones correctas” o si se trata de una estrategia cortoplacista (y oportunista, me permito añadir).
Cabe mencionar que, en el caso estadounidense, el Partido Demócrata fue el primero en politizar el tema en 2013, cuando el senador Tom Carper lideró la audiencia "Beyond Silk Road: Potential Risks, Threats, and Promises of Virtual Currencies". Los republicanos, por su lado, no adoptaron una postura oficial hasta el año siguiente, cuando propusieron que los criptoactivos que representaran divisas fueran tratadas fiscalmente como cualquier otra moneda.
Asimismo, es un error común pensar que el Partido Republicano ha sido consistentemente benevolente al respecto. Figuras como Donald Trump, a pesar de haber cambiado su postura recientemente, y Steve Mnuchin, su secretario del Tesoro, se han manifestado abiertamente en contra de bitcoin y otros criptoactivos en el pasado. De hecho, una de las regulaciones más perjudiciales, el Infrastructure Bill, que obligaba a mineros y desarrolladores de contratos inteligentes a registrarse como brokers, fue apoyada por republicanos.
Es un error común pensar que el Partido Republicano ha sido consistentemente benevolente al respecto
Hoy en día, a medida que los políticos comienzan a comprender mejor la tecnología cripto, se observa una evolución hacia posturas más favorables. Una muestra reciente de este cambio es Kamala Harris, cuyo equipo ha señalado que su candidatura representa un "reset" en la postura del Partido Demócrata frente a los criptoactivos. Estos acontecimientos nos demuestran que, la tecnología, aunque apolítica en su esencia, no puede escapar del contexto político en el que se desarrolla.
Los criptoactivos están demostrando ser capaces de resolver problemas que los sistemas financieros tradicionales hasta ahora no han podido abordar de manera efectiva, como el acceso financiero global y la resistencia a la censura. Actualmente, el 24% de la población mundial está desbancarizada, y esta situación coincide con que muchas de estas personas pertenecen a los sectores más pobres de la sociedad, lo que les priva de tener las mismas oportunidades que el resto del mundo. En este sentido, en blockchain, las transacciones no pueden ser bloqueadas ni revertidas por una autoridad central, lo que deviene particularmente valioso en entornos donde hay dictaduras o bien los gobiernos ejercen un control excesivo sobre la economía.
En el presente, por ejemplo, un comerciante de un país subdesarrollado, como Nigeria, que necesita transferir dinero a Ghana encontraría más eficiente recorrer los más de 1.700 km en coche con el dinero en efectivo, que realizar una transferencia bancaria. Esto se debe a que las transferencias internacionales desde Nigeria deben pasar por Nueva York y Londres antes de llegar a Ghana, un proceso que puede demorar hasta 13 días y costar más de 100 euros. Dicha ineficiencia ilustra por qué tantas personas en regiones donde la infraestructura bancaria es precaria o inexistente ven en las criptomonedas una solución viable y necesaria que les permite participar en la economía global utilizando solo una conexión a internet.
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Mientras tanto, en las capas 2 sobre la red de Ethereum actualmente nos encontramos con un coste por transferencia tan bajo como 0,02 céntimos (es decir, 50 veces menos que un céntimo) y los tiempos pasan de ser de 1-5 días hábiles a seis segundos de media y disponibilidad 24/7/365. Por todo, vemos que no solo el servicio es más asequible, sobre todo para los que menos tienen, sino que habilita la creación de nuevos servicios y aplicaciones con modelos de negocio innovadores en torno a los micropagos.
Entre otros beneficios, dan lugar a un registro transparente e inmutable de todas las transacciones, lo que brinda mayor seguridad y reduce el riesgo de fraude. De hecho, para actividades fraudulentas se utiliza más el dinero tradicional que cripto, ya que las transacciones en este último caso son más trazables, algo que muchas personas aún no comprenden. Además, facilitan la creación de contratos inteligentes, permitiendo automatizar protocolos complejos que abarcan desde la solicitud de préstamos hasta el factoring de flujos de caja futuros, o la contratación de seguros de manera desintermediada e inmediata para cualquier persona en cualquier parte del mundo.
Para cerrar esta reflexión, me gustaría añadir que los criptoactivos representan más que una simple herramienta financiera. Los activos digitales son un catalizador para una nueva era de descentralización y empoderamiento, pero para que este potencial se realice, debemos ser conscientes de cómo las fuerzas políticas pueden moldear su desarrollo y asegurarnos de que estas tecnologías se mantengan al servicio de todos, independientemente de las ideologías. Será fundamental que enfoquemos nuestras energías en el conocimiento y la comprensión, en lugar de en la politización y el conflicto.
Los activos digitales son un catalizador para una nueva era de descentralización y empoderamiento
Es cierto que la tecnología cripto es compleja y requiere un nivel de comprensión técnica que puede ser un desafío para muchos. Además, dado que implica un cambio significativo en el negocio de industrias clave, ha enfrentado cierta resistencia y es posible que haya sido malinterpretada o mal representada en algunos sectores.
Al respecto, sería recomendable que los gobiernos, antes de implementar cualquier iniciativa, dialogaran con las empresas que están desarrollando tecnologías destinadas a mejorar la vida y las libertades de las personas. Este enfoque les permitiría comprender mejor el funcionamiento, las aplicaciones y los posibles riesgos de estas tecnologías, por fuera de cualquier discurso propagandístico. Ignorar las oportunidades de innovación que esta tecnología nos ofrece sería un error estratégico inexcusable.
*Jorge Schnura, fundador y CEO Turing Capital
A lo largo de la historia, la política y la tecnología han mantenido una relación compleja. Desde la imprenta hasta Internet, cada avance ha pasado por un ciclo de ridiculización, sospecha y rechazo y, finalmente, integración en el tejido social y promoción. El blockchain y los criptoactivos no son la excepción. A pesar de ser inherentemente apolíticas, es decir, carentes de ideología en su concepción, estas tecnologías han sido arrastradas al torbellino político que caracteriza a la actualidad, especialmente en el contexto de las elecciones en Estados Unidos.