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Tribuna Mercados
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2025: el reinicio del Orden Mundial
El mundo ha dejado de girar como lo ha hecho durante décadas, ahora gira en un sentido que a los europeos se nos hace incomprensible
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La vuelta de Donald Trump está provocando un auténtico tsunami geopolítico. Durante la campaña electoral en la que veíamos a Trump con su la gorra de “MAGA” (Make America Great Again), todos parecíamos tener claro lo que iba a ocurrir, y los primeros movimientos encajaban bien con lo que se había prometido: la retirada de acuerdos globales como la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, el Consejo de derechos Humanos de las Naciones Unidas y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, y otras órdenes ejecutivas destinadas a frenar la inmigración ilegal y el tráfico de drogas.
Pero lo que probablemente nadie esperaba es ver a la Unión Europea y a Ucrania al borde del abismo en tan solo unas semanas. Es cierto que la sintonía entre Trump y Zelenski brillaba por su ausencia desde hace tiempo, del mismo modo que se sabía de la confrontación entre el presidente estadounidense y algunos de los miembros de la OTAN por el gasto destinado a defensa. Tampoco es nuevo que la Unión Europea mantiene un gran déficit comercial con EE. UU. que molesta en extremo a Trump.
De modo que el caldo de cultivo para una confrontación más grave estaba ahí, y por desgracia, finalmente ha explotado de la forma más virulenta. Del inicial acercamiento de Trump a Putin hemos pasado a la camaradería entre los dos dirigentes, que no han dudado en sentarse a la mesa de negociación para decidir cual será el final de la guerra en Ucrania, sin contar con Zelenski, ni con representantes de la Unión Europea. Y cuanta más resistencia ofrecen, más agresiva es la respuesta de Trump, hasta el punto de como tachar a Zelenski de dictador y acusarle de haber iniciado la invasión de su propio país. En cuanto a Europa, ya nos han puesto la diana en la frente, de modo que ya podemos ir preparándonos para lidiar con la imposición de aranceles del veinte al veinticinco por ciento en contraprestación por gravar con el IVA a los productos estadounidenses.
Ahora se suma un nuevo juego geopolítico donde luchan por su hegemonía tres titanes, y resulta que no somos ninguno de ellos
El mundo ha dejado de girar como lo ha hecho durante décadas, ahora gira en un sentido que a los europeos se nos hace incomprensible. Llevamos mucho tiempo delegando responsabilidades en el plano militar, construyendo una administración inoperante cargada de burocracia, y sometiendo a empresas y a ciudadanos a una carga impositiva de tal calibre que cualquiera que sueña con emprender acaba yéndose a otro lugar. Ese hartazgo se ve reflejado en la polarización del voto en el seno de la Unión Europea, donde los partidos más extremistas se alimentan de la desesperación de sus ciudadanos. Y a los problemas internos que debilitan a Europa desde hace tiempo, ahora se suma un nuevo juego geopolítico donde luchan por su hegemonía tres titanes, y resulta que no somos ninguno de ellos.
EE. UU. siempre se ha visto tentado de intervenir en conflictos por todo el mundo, haciendo de Sheriff global. Pero ahora, comienza a desvelarse otra faceta de Trump: su interés expansionista. De momento, el mundo se toma a broma sus amenazas, pero son una declaración de intenciones, y de momento, ya abarcan ideas como controlar Groenlandia, Canadá, el Canal de Panamá y Gaza. Detrás de cada una de estas intenciones hay como siempre un interés comercial o militar. Trump es mucho más hombre de negocios que político. De ahí que cada paso que da busque una recompensa económica.
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Rusia es el último bastión de lo que antaño fue la URSS, y Putin sueña con recobrar el esplendor de otra época pasada anexionándose territorios que considera que le pertenecen. Durante los últimos tres años, Putin ha tenido que sobrevivir como ha podido. Pero ahora la situación se torna mucho más favorable para él, ya que Trump parece dispuesto a concederle la victoria de la guerra, reconocer la anexión de los territorios conquistados y levantar sus sanciones económicas, pero, como es lógico, a cambio de la explotación de recursos naturales antes en posesión de Ucrania. Rusia no representa una amenaza para EE. UU. en el plano económico, pero si es un problema en el plano militar por su arsenal de armamento nuclear.
China completa el podio, y Xi Jinping tiene ahora una oportunidad de oro para lavar su imagen, tras años en los que ha sido señalado y despreciado por apoyar al régimen de Putin, algo a lo que ahora se suma Trump sin ningún pudor. Xi tiene una oportunidad magnífica para llenar el hueco que deja EE. UU. tras el abandono de organizaciones internacionales, y de ese modo extender su influencia y acuerdos comerciales por el mundo mientras rubrica su papel de moderador a nivel global. A diferencia de Rusia, China es un digno contendiente para EE. UU. tanto en el plano económico como militar.
Los mercados siguen anestesiados, observando lo que ocurre sin reaccionar
Europa, en otro tiempo uno de los pilares del mundo, ahora ve como su influencia cada vez es menor. Carecemos del “Churchill de la segunda guerra mundial”, un líder que nos represente como una sola voz, y con el carisma y fortaleza suficiente para hacerse oír, y también de una fuerza militar digna de nuestros contendientes. En lugar de eso, somos como niños de colegio discutiendo en el recreo, echándonos las culpas los unos a los otros y sin ser capaces de entender que, o dejamos a un lado nuestras diferencias ideológicas y nos enfrentamos ya al dilema que se nos presenta, o quedaremos relegados a un papel secundario en el nuevo orden mundial.
Y mientras se redibuja el nuevo mapa de “Juego de Tronos”, los mercados siguen anestesiados, observando lo que ocurre sin reaccionar, con las primas de riesgo cerca de mínimos históricos pese a que el nivel de incertidumbre existente alcanza cotas que no veíamos desde hacía muchos años. Por una vez deseo con toda mi alma que el mercado esté acertado y sea yo el que se equivoca.
La vuelta de Donald Trump está provocando un auténtico tsunami geopolítico. Durante la campaña electoral en la que veíamos a Trump con su la gorra de “MAGA” (Make America Great Again), todos parecíamos tener claro lo que iba a ocurrir, y los primeros movimientos encajaban bien con lo que se había prometido: la retirada de acuerdos globales como la Organización Mundial de la Salud, el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, el Consejo de derechos Humanos de las Naciones Unidas y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, y otras órdenes ejecutivas destinadas a frenar la inmigración ilegal y el tráfico de drogas.