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Tribuna Mercados
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El activismo accionarial: la realidad de una amenaza creciente en España
El activismo accionarial en Europa sigue influyendo en decisiones estratégicas, con un aumento notable en España. Las empresas deben prepararse para gestionar presiones y conflictos internos generados por inversores sofisticados
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El activismo accionarial, entendido este en su mayor expresión como la manifestación pública de sus reivindicaciones, ha adquirido una relevancia creciente en los últimos años, transformándose en una fuerza clave que influye directamente en las decisiones estratégicas de las empresas cotizadas. En Europa, aunque los niveles de activismo registrados en 2024 han sido algo inferiores a los de 2023, el fenómeno sigue ganando protagonismo, especialmente en países como Reino Unido, Alemania y Francia, que concentran un alto número de campañas activistas. A pesar de que las empresas son cada vez más conscientes de los riesgos asociados a este tipo de acciones, muchas de ellas aún no perciben el activismo como una amenaza inmediata y no se encuentran preparadas para gestionar sus posibles implicaciones.
Los inversores activistas han perfeccionado sus estrategias y actúan cada vez con mayor sofisticación. En muchos casos, sus movimientos iniciales -como la acumulación de acciones o el uso de derivados financieros- generan incertidumbre e incrementan la presión sobre las empresas y. Estas maniobras reflejan un profundo conocimiento del funcionamiento del mercado y una planificación cuidadosamente orquestada, que habitualmente va acompañada del respaldo de asesores especializados. Su objetivo es maximizar el impacto de sus propuestas, que ya no se limitan a influir en la estrategia empresarial, sino que, en ocasiones, apuntan a generar tensiones dentro del propio consejo de administración para forzar decisiones alineadas con sus intereses. En este contexto, los consejos deben estar preparados no solo para responder a los impactos iniciales, sino también para detectar y gestionar las dinámicas de presión que las acompañan.
En España hemos sido testigos de un número creciente de irrupciones y protestas públicas por parte de inversores, dando visibilidad a una tendencia en aumento y más propia de otros mercados. Empresas como Cellnex o Grifols han sido objeto de campañas por parte de accionistas que buscan desde puestos en los consejos hasta cambios estratégicos, y en otras han sido especialmente activos en el contexto de operaciones de M&A, como en los casos de Telepizza, Masmóvil o Siemens Gamesa. Este dinamismo es coherente con los datos de la última edición del Sodali 40 Activist Ownership Analysis de Sodali & Co., correspondiente al primer trimestre de 2025, que refleja un incremento del 19,6% en la exposición accionarial activista en España, consolidándola como un mercado cada vez más relevante en Europa.
Las campañas de activismo pueden generar discusiones internas en los consejos de administración, y esta es una de las estrategias preferidas por estos inversores para ocasionar la ruptura y dar pie a las modificaciones deseadas. Este tipo de tensiones no solo afecta a la estabilidad de la gobernanza de la empresa, sino que también puede tener un impacto directo en el precio de la acción o en su capacidad para tomar decisiones con el foco puesto en el largo plazo. Estas situaciones deben ser analizadas caso a caso por los inversores institucionales, ya que los activistas no constituyen un bloque homogéneo y, por lo tanto, sus intereses pueden coincidir, pero también diferir o entrar en conflicto con los de otros accionistas. Debido a ello, los inversores institucionales, tradicionalmente proclives a evitar situaciones de tensión, se encuentran ante un dilema: necesitan encontrar un equilibrio entre sus intereses y los de los activistas, analizando cómo las demandas de los últimos pueden afectar el valor de la empresa y tomando, en consecuencia, la decisión más adecuada.
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Podemos concluir que el activismo accionarial se ha consolidado como una parte estructural del ecosistema de las empresas cotizadas en España, donde su presencia es cada vez más visible e influyente. A medida que este fenómeno siga creciendo, las compañías deben reforzar sus estructuras de gobierno y anticipar escenarios de posible conflicto con planes de respuesta sólidos. Contar con la preparación adecuada -tanto a nivel del consejo como en los equipos directivos- se ha convertido en un factor diferencial para proteger el valor de la empresa y asegurar la estabilidad estratégica. La anticipación, el asesoramiento especializado y una comunicación eficaz con los accionistas son hoy herramientas clave para gestionar con éxito estas situaciones.
En un entorno empresarial marcado por la complejidad y el constante escrutinio, la capacidad de leer adecuadamente el escenario accionarial y responder con agilidad, se ha convertido en un elemento crítico para garantizar la estabilidad de las empresas cotizadas.
El activismo accionarial, entendido este en su mayor expresión como la manifestación pública de sus reivindicaciones, ha adquirido una relevancia creciente en los últimos años, transformándose en una fuerza clave que influye directamente en las decisiones estratégicas de las empresas cotizadas. En Europa, aunque los niveles de activismo registrados en 2024 han sido algo inferiores a los de 2023, el fenómeno sigue ganando protagonismo, especialmente en países como Reino Unido, Alemania y Francia, que concentran un alto número de campañas activistas. A pesar de que las empresas son cada vez más conscientes de los riesgos asociados a este tipo de acciones, muchas de ellas aún no perciben el activismo como una amenaza inmediata y no se encuentran preparadas para gestionar sus posibles implicaciones.