Aunque la Unión Europea se diseñó como un proyecto de paz, con la premisa de rechazar el uso de la violencia para resolver los conflictos, el hecho cierto es que ahora se le demanda "una hoja de ruta para la Defensa 2030", y la acaba de presentar. Europa no está diseñada para ejercer una política de Defensa, pero está claro que el uso de la fuerza, principalmente por parte de Rusia, es un peligro más real que nunca. Quizá esta circunstancia es la razón por la que el Viejo Continente dejó el rearme en manos de Estados Unidos durante demasiadas décadas y ahora está corrigiendo su posición de forma apresurada.
El hecho es que hace días la Unión Europea presentó una hoja de ruta de Defensa que incluye cuatro proyectos clave: defensa contra drones, vigilancia del flanco oriental, escudos aéreo y espacial, dirigidos por distintos Estados miembros. La UE coordinará esfuerzos sin crear estructuras militares nuevas, con apoyo de la Agencia Europea de Defensa, aunque citó la necesidad "de impulsar el complejo industrial militar del bloque" con "dos futuras iniciativas sobre movilidad militar y modernización industrial".
España no es un país con una gran industria militar ni una tradición social que apoye este tipo de producción, algo que se ha reflejado en la negativa del Gobierno a elevar al 5% del PIB su inversión en este sector, como está exigiendo la OTAN. No obstante, sí se han dado pasos, aunque limitados, para incrementado la inversión en Defensa. Eso ocurrió en agosto pasado cuando el Consejo de Ministros aprobó una partida de más de 500 millones de euros a reforzar las Fuerzas Armadas.
El Gobierno aprobó 258,44 millones para servicios e infraestructuras de comunicación de la red militar I3D, esenciales para garantizar operaciones seguras y coordinadas en España, la OTAN, la UE y otras misiones internacionales. También se invertirán casi 170 millones en munición para vehículos de combate del Ejército de Tierra y la Armada, con contratos de hasta cuatro años. Además, se autoriza un gasto de 250,12 millones para adquirir remolques militares, necesarios para mejorar la logística y el transporte de material.
El problema es que han pasado los meses y todavía no se han asignado las partidas a las empresas capaces de producir este material. Los ministerios de Industria y Defensa están capitaneando esta gestión y el temor es que los contratos acaben en manos de las grandes empresas, alguna de ellas con participación pública, cuya capacidad de producción de lo que se necesita es limitada. También están participando las Comunidades Autónomas y, en buena parte de los casos, tampoco se están guiando por los criterios que cabría esperar a la hora de adjudicar ese tipo de contratos.
Sin embargo, existen empresas estadounidenses con gran tradición en estos segmentos de la industria militar que podrían ser socios adecuados. No se trata de relegar a las fábricas españolas y subcontratar todo a las de Estados Unidos, sino alcanzar acuerdos de know how con beneficios para ambos. Es lógico que tanto el Gobierno nacional como los autonómicos miren por reforzar sus empresas bélicas porque pertenecen a un sector que deberá crecer utilizando tecnología de última generación. Pero hace falta un conocimiento y una infraestructura que, en ocasiones, todavía no poseen y alianzas con actores que sí las tienen podría acelerar este proceso. Desde luego, este camino parece un paso más lógico y coherente con la tradición occidental de España y de la UE en lugar de algunos acercamientos a China que se han visto con perplejidad en los foros industriales.
La falta de un cinturón industrial bélico no es exclusivo de España. Otros países europeos tienen una situación similar, pero están saliendo de esta situación con más colaboración estadounidense. Convendría dejar a un lado las declaraciones grandilocuentes de los mandatarios para bajar al terreno de la eficiencia industrial y analizar sin complejos la situación de España. La Defensa es, en buena parte, tecnología e industria sofisticada y España necesita este tipo de empleo para modernizar su tejido económico. A nadie le agrada que haya que invertir en armamento, reforzar los sistemas antidrones y los escudos aéreos, pero tenemos que buscar nuestra independencia defensiva como españoles y como europeos de una manera ordenada. Y no hay demasiado tiempo, el horizonte para encauzar esta situación es 2030 o 2035. Es mejor aprender de los que tienen esta industria desarrollada y que, pese a lo que se diga, siguen siendo nuestros grandes aliados en este campo: las empresas de Estados Unidos. Es más rápido y más eficaz. Deberíamos seguir el camino de otros Gobiernos europeos, algunos de ellos socialdemócratas, y apostar por el pragmatismo en un campo en el que no tenemos –por el momento– grandes jugadores nacionales. Este camino nos llevará a acercarnos a Francia, Alemania o Reino Unido, que sí cuentan con grandes empresas de Defensa y dan empleo de calidad a millones de europeos. Europa se constituyó para buscar la paz, pero ahora es un tiempo para ir creando una soberanía tecnológica de Defensa que no tiene.
*Carlos Ochoa es Senior Managing Director de FTI Consulting
Aunque la Unión Europea se diseñó como un proyecto de paz, con la premisa de rechazar el uso de la violencia para resolver los conflictos, el hecho cierto es que ahora se le demanda "una hoja de ruta para la Defensa 2030", y la acaba de presentar. Europa no está diseñada para ejercer una política de Defensa, pero está claro que el uso de la fuerza, principalmente por parte de Rusia, es un peligro más real que nunca. Quizá esta circunstancia es la razón por la que el Viejo Continente dejó el rearme en manos de Estados Unidos durante demasiadas décadas y ahora está corrigiendo su posición de forma apresurada.