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La muerte dulce, o no tanto, del sueño mediático de Zapatero
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Alberto Artero

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La muerte dulce, o no tanto, del sueño mediático de Zapatero

Una de las cantinelas más recurrentes en el discurso político nacional es la que hace referencia a la habilidad del PSOE para dominar la esfera mediática

Una de las cantinelas más recurrentes en el discurso político nacional es la que hace referencia a la habilidad del PSOE para dominar la esfera mediática española. Los profesionales del sector alaban tanto la puesta en escena como la adecuada selección de los mensajes llevada a cabo por el Partido Socialista, capaz, por una parte, de adueñarse para su causa –desvirtuando su esencia o no- una serie de conceptos que son compartidos por una mayoría de la ciudadanía como libertad, solidaridad, tolerancia, en positivo, y, por otra, de demonizar a la oposición tildándola de retrógrada, inmovilista y rancia, en negativo. Ese ejercicio de inteligencia política ha ido, tradicionalmente, acompañado de la preocupación por el aparato: hay que dominar la idea, hay que saber transmitirla, hay que tener los voceros que la publiciten. Su éxito es paralelo al fracaso de un Partido Popular que no sólo, como ya hemos dicho, ha sufrido una severa derrota en la batalla conceptual, sino que, además, no ha sabido, en sus ocho años de gobierno, preparase para una guerra clave en un mundo tan mediático como el actual. Prueba de ello son las recientes deserciones de quienes parecían ser su único apoyo, ejercicio de franqueza que ha servido para poner a cada uno donde le corresponde, según su catadura moral. La independencia ideológica de El Confidencial emerge a día de hoy con más fuerza todavía. Está es y será siempre la casa de todos.

Sin embargo, ha dejado de ser oro todo lo que reluce. El imperio comunicativo sobre el que no se ponía el sol de la información oportunamente orientada, hace aguas en sus dos frentes principales, consecuencia tanto de un error estratégico clave del partido ahora gobernante, como de las propia debilidad de grupos secular y recientemente afines. Efectivamente, el PSOE nunca debía haber permitido la batalla entre Prisa y Mediapro. Es de principiante, que parece mentira. Cuando se abre una crisis, hay que tener la solución. Si no, estás futut. Y es lo que le ha ocurrido al partido en el poder. La ruptura con la vieja guardia socialista ha querido ir acompañada de una renovación de las servidumbres mediáticas. Una renovación no traumática planteada en términos de statu quo con los hijos de Polanco, incluido el putativo Cebrián, y de ceteris paribus por lo que a la relación con Roures se refiere. Todos los demás factores siguen igual mientras tú construyes un imperio a mi sombra. El problema ha sido, claramente de tiempos, que hay gente, fíjate tú, que es que les das una mano, y no sólo se toman el brazo, sino que, como te descuides, se quedan hasta con lo que llevas puesto. ¿Habrase visto? Es exactamente lo que ha hecho Jaume, a medrar que son dos días, que nunca se sabe cuánto va a durar esa sombra alargada que me cobija. Como todo observador que se precie fácilmente puede colegir, en los conflictos bélicos las mayores bajas son causadas por el "fuego amigo", ante la falta de prevención frente al ataque de los erróneamente atacados. Pues bien, esta batalla no sólo puede desmontar el entramado del PSOE, con lo que eso supondría, sino que amenaza con llevarse por delante a los dos involucrados en la misma.

Y es que, si Prisa no ha sido capaz de superar la muerte de su fundador y se encuentra en una situación financiera especialmente delicada, como consecuencia de la absurda Operación Sogecable –sería bueno que algún día Cebrián explicara cuál es la segunda derivada que ha fallado, porque la transacción no tiene ni pies ni cabeza ni aun en un entorno crediticio más benigno-, no corren mejores tiempos para Mediapro cuya estrategia salvaje de “pago lo que sea” por contenidos le ha llevado a una coyuntura económica igualmente insostenible, más allá de las indemnizaciones millonarias que pueda tener que pagar por decisiones judiciales. Una circunstancia que se puede agravar más aún si finalmente no puede explotar como preveía los derechos del fútbol el año que viene o Alonso no levanta cabeza en 2009. Suerte de opacidad societaria que le cobija que ayuda a mantener el morbillo de cuándo va a petar. El salto de la cuenta de resultados al negocio es igual de desalentador. El País y Público, no hay color, van a sufrir en sus carnes la crisis de la prensa de papel, en un proceso de ajuste que no parece vaya a tener vuelta atrás. La web ha hecho que no haya nada más obsoleto que el periódico de mañana, que va a quedar con reducto de opinión del fin de semana (algo que ya se percibe en el suplemento salmón del mismo El País). No pintan mejor las cosas en la televisión en abierto, donde la proliferación de licencias va a provocar auténticas sangrías. Un entorno de mayor competencia y, por ende, menor audiencia, en el que lo que permite la diferenciación, que es el contenido excluyente, está por las nubes y donde nadie duda que el soporte alternativo por definición, que es Internet, es el ganador a no tan largo plazo. Para muestra un botón: el 97% de los jóvenes menores de 18 años, si tuvieran que elegir entre el ordenador y la tele en su casa, ¿saben ustedes con cuál se quedaría? Bingo. Ni La Sexta ni Cuatro van a dar muchas alegrías en un entorno así. Y aunque Prisa tiene la radio y los libros de texto, adoctrina que algo queda, el lastres de Sogecable pesa mucho, demasiado, que ese sí que es un negocio muerto. Poco consuelo tienen tanto uno como otro.

Apasionante momento, por tanto. Vamos a ver cómo se escribe el final de esta guerra a muerte entre dos grupos que estaban llamados a compartir mesa y mantel. Si no ha sido así se debe a una de las mayores estupideces estratégicas cometidas por un partido en la historia de la democracia. Curioso. En cualquier caso, la solución no parece fácil. Cualquier rescate es, llegados a este punto, demasiado comprometido. Y la coyuntura, española e internacional, no está como para demasiadas alharacas. Las Torres Gemelas de la comunicación socialista amenazan derrumbe. Si fuera así, el panorama mediático español sufriría una revolución sin precedentes en el que los perdedores quedarían claros pero donde las cartas ganadoras aún no están sobre el tapete. Efectivamente: éste es el Cuarto Poder. Y cuando el poder salta de la ambición legítima a la desmesura, siempre trae consecuencias funestas para el que cruza esa frontera. Buen fin de semana a todos.

Recomendación Lúdica de los Viernes. Hoy no me enrollo. Sin duda alguna, La Penela en Madrid, Infanta Mercedes, 98. Sucursal de la Taberna de la Penela de la Plaza de María Pita de La Coruña, se ha hecho famosa por su tortilla de Betanzos. Pero si me piden mi opinión, me quedo con la ternera asada y los chipirones en su tinta con arroz blanco. Curioso: servicio filipino y gallego a partes iguales. Llega la multiculturalidad.

Una de las cantinelas más recurrentes en el discurso político nacional es la que hace referencia a la habilidad del PSOE para dominar la esfera mediática española. Los profesionales del sector alaban tanto la puesta en escena como la adecuada selección de los mensajes llevada a cabo por el Partido Socialista, capaz, por una parte, de adueñarse para su causa –desvirtuando su esencia o no- una serie de conceptos que son compartidos por una mayoría de la ciudadanía como libertad, solidaridad, tolerancia, en positivo, y, por otra, de demonizar a la oposición tildándola de retrógrada, inmovilista y rancia, en negativo. Ese ejercicio de inteligencia política ha ido, tradicionalmente, acompañado de la preocupación por el aparato: hay que dominar la idea, hay que saber transmitirla, hay que tener los voceros que la publiciten. Su éxito es paralelo al fracaso de un Partido Popular que no sólo, como ya hemos dicho, ha sufrido una severa derrota en la batalla conceptual, sino que, además, no ha sabido, en sus ocho años de gobierno, preparase para una guerra clave en un mundo tan mediático como el actual. Prueba de ello son las recientes deserciones de quienes parecían ser su único apoyo, ejercicio de franqueza que ha servido para poner a cada uno donde le corresponde, según su catadura moral. La independencia ideológica de El Confidencial emerge a día de hoy con más fuerza todavía. Está es y será siempre la casa de todos.

Mediapro Jaume Roures Enrique Polanco Juan Luis Cebrián