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Cuando la banca española clama "Virgencita, Virgencita..."
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Alberto Artero

Valor Añadido

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Cuando la banca española clama "Virgencita, Virgencita..."

No me gustaría estar en la piel de los gestores de las entidades financieras españolas visto el fin de año que les espera, la verdad. La

No me gustaría estar en la piel de los gestores de las entidades financieras españolas visto el fin de año que les espera, la verdad. La situación no sólo no ha mejorado en lo que va de ejercicio natural sino que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se ha deteriorado hasta el punto de que esa pregunta retórica que lanzáramos desde este Valor Añadido antes del verano, -para la que, sinceramente, no tenía respuesta cierta aunque sí intuiciones que empiezan a concretarse- (¿Es la intervención de una entidad financiera española un accidente a punto de ocurrir?), cobra por días visos de convertirse en realidad. Miren lo que ha ocurrido con Roskilde en Dinamarca: de la máxima calificación crediticia a la insolvencia en apenas doce meses. ¿El motivo? Deterioro de su cartera de préstamos hipotecarios tanto por el lado del acreditado y su capacidad de repago como por la merma en el valor de las garantías. Si leen la Lex Column del FT sobre el particular del 25 de agosto, verán que las similitudes con las circunstancias patrias son más que evidentes. "Quedan avisados", concluye.  Y es que no hay respiro en España para la banca. Ni por el lado del activo, con un deterioro más que manifiesto del crédito, ni por lo que respecta al pasivo pues siguen siendo pocas y caras las alternativas de financiación. Un panorama peliagudo que, en el caso de algunas firmas, sólo parece poder solucionar la intervención divina. Virgencita, virgencita

Mucho van a tener que confiar en la ayuda sobrenatural porque el entorno tiene pocos visos de mejorar, al menos en el corto plazo. La crisis económica que padece España supera con creces el ámbito de lo puramente inmobiliario para aterrizar de lleno en los particulares y la pequeña y mediana empresa como prueba el creciente aumento de los impagos de efectos comerciales en nuestro país. Un área, por cierto, de reciente diversificación comercial por parte de muchas entidades. Bendita la hora. No hay ningún argumento a día de hoy que lleve a pensar que pueda haber una mejora de la calidad crediticia nacional. Más bien al contrario. Y en la medida en la que los bancos tengan que estar pendientes de su propia salud, su capacidad para dotar a la economía de los recursos necesarios para alentar su recuperación se reducen dramáticamente. Los bancos ni están, ni, desgraciadamente, se les puede esperar en los próximos meses. Bastante tienen con lo suyo.

Una ausencia que va a venir reforzada por los problemas de financiación a los que se enfrentan. No sólo la desconfianza sigue instalada en el interbancario, con diferenciales que multiplican por siete la media de los 10 ejercicios anteriores a agosto de 2007, sino que las primas de riesgo que se piden a las entidades españolas vuelven a situarse cerca de niveles de marzo del año pasado, siendo muy superiores, en conjunto, las exigidas a las cajas de ahorro frente a los bancos. Sólo el Santander, que ha visto como recientemente le rebajaban el rating de alguna de sus titulizaciones hipotecarias, para deleite de la Pérfida Albión, y el BBVA logran financiarse por debajo de los 100 puntos básicos de spread a cinco años. A entidades como Popular, Sabadell o La Caixa los inversores les exigen diferenciales cercanos a los 2,5 puntos porcentuales, cinco veces más que antes de la crisis. Una situación que se repite en aquellos mercados en los que la sangría inmobiliaria es mayor como Estados Unidos o el Reino Unido. Y ya se sabe, si no hay dinero en la caja, o éste cuesta sustancialmente más caro, o bien no se presta o el margen ordinario de intermediación obliga a hacerlo a tipos más altos. Ni están, ni se les puede esperar…

Los rezos van a ser especialmente intensos en la mañana de hoy. Y es que el Banco Central Europeo tiene que tomar una decisión acerca de las garantías o colaterales que admite para otorgar liquidez a las entidades europeas, o con sucursal en Europa, que la solicitan. El hecho de que gran parte de las instituciones financieras de nuestro país hayan realizado titulizaciones de deuda hipotecaria con el único fin de utilizarlas para obtener financiación del organismo supranacional ha puesto a España en el punto de mira. Veremos a ver si la campaña en contra de este tipo de prácticas, desarrollada tanto en el Financial Times (Editorial del 27 de agosto, Collateral Damage que exige al BCE o bien tipos penalizadores para este tipo de activos, o bien menor entrega de liquidez por los mismos), como por el Daily Telegraph (Ambrose Evans-Pritchard del 21 de agosto, Bank borrowing from ECB is out of control, pieza donde, básicamente, censura que el BCE admita como garantía instrumentos dudosos e ilíquidos) e incluso el WSJ (29 de agosto, ECB plots a lending-standard clampdown, para el que no he encontrado el enlace, que critica la laxitud con que el BCE admite activos de menor calidad crediticia que otros bancos centrales) da o no sus frutos. Cualquier decisión en contra de los intereses de la banca española puede ser dramática. Tal y como señalaba ayer Expansión, 110.000 millones de vencimientos contemplan al sector en los próximos 16 meses. Y este recurso al Banco Central era de los pocos grifos que aún seguían vertiendo agua.

En cualquier caso, convendrán ustedes conmigo en que vivimos en un mundo bancarizado hasta un punto tal que no cabe imaginar una reactivación de la actividad económica general, y de los mercados en particular, mientras que el corazón del que mana el caudal necesario para que funcionen con normalidad no se recupere. Un órgano éste, por cierto, que carece de sustituto viable dado el papel que hemos otorgado, en el primer mundo, a la economía financiera. El problema es que, en la actualidad, dicho corazón se halla en quirófano, sometido a una operación de bypass que le permita superar los colapsos a los que su propia imprudencia y ambición le han conducido. La convalecencia va a ser larga así que prepárense, de momento, para lo peor. Habrá víctimas ciertas. Y los supervivientes, casi todos, ni están, ni se les espera. Lo dicho, menudo cuatrimestre. Mantengan la prudencia. Virgencita, virgencita…

No me gustaría estar en la piel de los gestores de las entidades financieras españolas visto el fin de año que les espera, la verdad. La situación no sólo no ha mejorado en lo que va de ejercicio natural sino que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se ha deteriorado hasta el punto de que esa pregunta retórica que lanzáramos desde este Valor Añadido antes del verano, -para la que, sinceramente, no tenía respuesta cierta aunque sí intuiciones que empiezan a concretarse- (¿Es la intervención de una entidad financiera española un accidente a punto de ocurrir?), cobra por días visos de convertirse en realidad. Miren lo que ha ocurrido con Roskilde en Dinamarca: de la máxima calificación crediticia a la insolvencia en apenas doce meses. ¿El motivo? Deterioro de su cartera de préstamos hipotecarios tanto por el lado del acreditado y su capacidad de repago como por la merma en el valor de las garantías. Si leen la Lex Column del FT sobre el particular del 25 de agosto, verán que las similitudes con las circunstancias patrias son más que evidentes. "Quedan avisados", concluye.  Y es que no hay respiro en España para la banca. Ni por el lado del activo, con un deterioro más que manifiesto del crédito, ni por lo que respecta al pasivo pues siguen siendo pocas y caras las alternativas de financiación. Un panorama peliagudo que, en el caso de algunas firmas, sólo parece poder solucionar la intervención divina. Virgencita, virgencita

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