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Tonterías Cándido o la última perla del dirigente de la UGT
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Alberto Artero

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Tonterías Cándido o la última perla del dirigente de la UGT

Hay una perla literaria en la prensa económica de esta semana de tal altura intelectual que debería ser considerado delito el no leerla, al menos, una

Hay una perla literaria en la prensa económica de esta semana de tal altura intelectual que debería ser considerado delito el no leerla, al menos, una vez en su totalidad para, posteriormente, reflexionar sobre los párrafos subrayados a lo largo de la festividad eclesial de San José, día del presunto Padre, que la ciencia avanza que es una barbaridad. Su autor no opta al Nobel, pero casi. Ahora me explico el silencio que ha presidido durante meses su actuación. Estaba preparando un discurso brillante y acorde a los tiempos que corren. Altura de miras frente a las miserias humanas; qué digo humanas, laborales. Seguro que su callada actitud no tiene nada que ver con la fobia del presidente del gobierno a la conflictividad social. Por Dios, cómo puedes, McCoy, pensar tal cosa. Te equivocas de cabo a rabo. Trabajo desprendido, discreto, recatado: que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda. Todo por el bienestar social, aunque éste no haga sino deteriorarse a pasos agigantados. No les mantengo en ascuas durante más tiempo: Cándido Méndez ha emprendido el camino al estrellato discursivo a través de la alfombra roja de un absolutamente impresentable, de pe a pa, artículo en el Cinco Días del pasado martes.

Y es que este hombre parece que no se entera o, peor aún, que no se quiere enterar. Ya sólo el titular da grima y recuerda el glorioso “A consumir” que pronunciara José Luis Rodríguez Zapatero en su día. No hace falta recordar el amplio éxito internacional de la idea pergeñada por Bombillas Sebastián de devolver 400 euros a los contribuyentes y sus importantes efectos sobre la economía nacional, a punto de  entrar en la senda de la recuperación gracias a ello. De verdad… Mejorar la capacidad de consumo de las familias es el encabezamiento elegido por el líder de la UGT. Muy centrado en la cuestión principal que ahora afecta a su negociado. Es en eso precisamente en lo que están pensando los miles de trabajadores que ven su puesto de trabajo pendiente de un hilo en estos días. A ver qué van a comprar mañana. Lo que hay que oír. Todo para justificar su negativa a aceptar una negociación colectiva sobre la que tendríamos que ver lo que dicen cada uno de sus asociados no liberados, esos que no se ganan el pan con el sudor del de enfrente. Que haga una encuesta y verá los resultados. Virgencita, virgencita que me quede como estoy gana por mayoría. Admito apuestas.

El ilustrado Cándido compra el discurso oficial de la responsabilidad del capitalismo salvaje en el origen de la crisis pero se olvida de que, cuando el quebradizo modelo económico nacional estaba en su máximo apogeo, y España creaba la mitad del empleo que se generaba en toda la Unión Europea, su sindicato miraba hacia otro lado ante los excesos que, por poner sólo un ejemplo, en el sector inmobiliario se estaban produciendo. Podemos ver la mota en el ojo ajeno todo lo que queramos, pero nunca a costa de obviar la viga en el propio. Es precisamente la excesiva dependencia de sectores tan cíclicos como el turismo y la construcción, industrias de bajo valor añadido, el que está provocando ahora una hemorragia laboral difícil de contener. No es de extrañar su preocupación por el vivo que le paga los bollos y no por el desempleado que se encuentra en el hoyo de la desesperación gracias, en parte, a su complacencia y falta de previsión: que más vale prevenir (mediante la formación, el aumento de la productividad y similares) que curar, echándose las manos ante los cierres, las deslocalizaciones y loe EREs.

Lo sabe casi hasta mi hijo Borja, de apenas cinco años. El ajuste necesario de la economía española, ante la ausencia de resortes de política cambiaria o de tipos de interés, pasa necesariamente por una minoración de la demanda interna, es decir, por una fuerte reducción de la actividad que, precisamente, provocará nuevos despidos salvo que se tenga flexibilidad suficiente para atajarlos. La más que previsible contracción de los salarios reales, que servirá igualmente para mejorar la competitividad patria, puede llegar por dos vías: o eliminando puestos de trabajo o minorando el coste individual de cada uno de los empleos existentes. Es así. Y no caben muchas más alternativas. Reivindicar a estas alturas como una prioridad, en un entorno semi deflacionario, el poder adquisitivo de los trabajadores es de una irresponsabilidad que mata. Sería bueno que mirara el ejemplo de las organizaciones laborales alemanas y de su capacidad para actuar de forma participativa y no meramente reivindicativa.

Termino haciéndome eco de su párrafo estrella, el que literalmente dice: “los recortes salariales que pretende la patronal no van a facilitar el crecimiento y el empleo. Por el contrario pueden generar una contracción económica aún mayor, empeorando una situación que ya es difícil. Además crearán un clima de incertidumbre y conflictividad en el ámbito de las relaciones laborales”. Acabáramos. Ya salió la palabra maldita; viene el lobo con la amenaza de sacar las fauces de la movilización a la calle. Ahora resulta que es el empresariado el responsable de lo que está ocurriendo, cuando apenas dispone de liquidez para el día a día de sus negocios, se las ve y se las desea para mantener su actividad y está viendo como su riqueza patrimonial, que en muchos casos se concentra en la empresa que dirige, se va a pique. Bueno, me troncho. Y dónde ha estado su oposición en la calle durante estos dieciocho meses a la absoluta ineficacia de un gobierno que primero no reconocía lo que había, después disparaba gasto público a diestro y siniestro y, finalmente, necesita de expertos internacionales para que le canten las verdades del barquero. Si todo el mundo reconoce el papel de los gobiernos para sacar las economías de la crisis, ¿hacia dónde tiene que ir su juicio de opinión? En fin, espero que disfruten con la lumbrera. Amén.

Hay una perla literaria en la prensa económica de esta semana de tal altura intelectual que debería ser considerado delito el no leerla, al menos, una vez en su totalidad para, posteriormente, reflexionar sobre los párrafos subrayados a lo largo de la festividad eclesial de San José, día del presunto Padre, que la ciencia avanza que es una barbaridad. Su autor no opta al Nobel, pero casi. Ahora me explico el silencio que ha presidido durante meses su actuación. Estaba preparando un discurso brillante y acorde a los tiempos que corren. Altura de miras frente a las miserias humanas; qué digo humanas, laborales. Seguro que su callada actitud no tiene nada que ver con la fobia del presidente del gobierno a la conflictividad social. Por Dios, cómo puedes, McCoy, pensar tal cosa. Te equivocas de cabo a rabo. Trabajo desprendido, discreto, recatado: que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda. Todo por el bienestar social, aunque éste no haga sino deteriorarse a pasos agigantados. No les mantengo en ascuas durante más tiempo: Cándido Méndez ha emprendido el camino al estrellato discursivo a través de la alfombra roja de un absolutamente impresentable, de pe a pa, artículo en el Cinco Días del pasado martes.