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Exactamente lo contrario a lo que España necesita
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Alberto Artero

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Exactamente lo contrario a lo que España necesita

No ha podido llegar en peor momento. Y no internamente. Los  sufridos ciudadanos españoles estamos acostumbrados a que los ministros del gobierno suplan su falta de

No ha podido llegar en peor momento. Y no internamente. Los  sufridos ciudadanos españoles estamos acostumbrados a que los ministros del gobierno suplan su falta de aptitud con actitudes improvisadas y teatreras que buscan llenar la ausencia de fondo intelectual con un exceso de energía gestual. Ya saben que la reiteración conduce al hábito y éste, cuando se produce de forma reiterada, se eleva finalmente a la categoría de norma. La regla general del ejecutivo ha sido actuar de cara a la galería, eso sí, con un ínfimo retorno desde un punto de vista económico y social para el conjunto de la población. Planes, planes y más planes sin principio ni fundamento alguno. Sin embargo, el éxito hasta hace bien poco, el paro manda, de esta estrategia dentro de nuestras fronteras ha provocado una imprudencia que amenaza con situar a España en la categoría de socio indeseable, precisamente en un momento en que nuestra dependencia de la colaboración internacional es mayor que nunca, vista la delicada situación por la que transita la nación.

La metedura de pata de la ministra Chacón tiene más importancia de lo que a primera vista podría parecer. No sólo por las implicaciones personales que puede tener para una potencial sucesora en la cúpula socialista que se deja llevar por el fragor del contacto con el guerrero y se prueba incapaz de medir los tiempos de aplicación de una medida previamente consensuada, como no podía ser de otra manera, con el Presidente Zapatero, ése que ahora dice pío, pío que yo no he sido. Sino por lo que supone para la imagen de nuestro gobierno y, por ende, del conjunto de la sociedad española al que el mismo con su actuación representa. Y es que el comportamiento de la titular de defensa despierta tres fantasmas de especial trascendencia desde el punto de vista económico, que es el contenido esencial, pese a la libertad de cátedra otorgada por el medio, de este Valor Añadido.

En primer lugar, nos arrima un poquito más a las repúblicas bananeras cuyo principal exponente el Gorila Chávez. Si algo caracteriza su actuación es, precisamente, la arbitrariedad en sus decisiones, sin que importen en modo alguno sus consecuencias. Olvidado el desplante inicial de la salida de las tropas de Iraq, escondidas en el baúl de los recuerdos las ignominiosas operaciones por el control de Endesa y BBVA, se hacía tarde para demostrar el verdadero color del talante gubernamental. Especialmente en el mundo anglosajón, iniciativas de este porte  van directamente contra la percepción de la seguridad jurídica de las potenciales inversiones en España, lo que incide negativamente en el riesgo país y en nuestra capacidad de atraer flujo foráneo que permita corregir nuestros desequilibrios.

En segundo término, y tal y como señalaba al inicio de este artículo, queda probado que la forma en que nuestras autoridades perciben los compromisos internacionales que tienen adquiridos es desde la utilidad propia y no desde el bienestar común que presuntamente persiguen. Resulta paradójico que, después de haber peleado hasta la saciedad por figurar en ese Club de los Elegidos en que se ha convertido el G-20, y de haber entrado en él tras prometer a nuestro cicerone francés el oro y el moro, nuestra fiabilidad como socio quede en entredicho a apenas diez días de la aparentemente trascendental reunión del próximo 2 de abril. Obviamente el predicamento que en tal foro pudieran tener nuestras propuestas, que el Señor proteja a los reunidos, ha quedado automáticamente devaluado. Sin compromiso firme, que se prueba con los hechos y no a través de los discursos, no hay validez para las mismas.

Tercero y último. Más allá del apercibimiento de la OTAN o de los propios Estados Unidos de Norteamérica a la actuación española, lo realmente preocupante es el rapapolvo procedente de la propia Unión Europea que se ha quedado estupefacta ante la posibilidad de que la postura hacia Kósovo sea precisamente un anticipo de palabras mayores en relación con el futuro comunitario, sobre el que pesa, como sabemos, la amenaza latente de una posible ruptura liderada por aquellos socios que aprovecharon los años de bonanza para acentuar las debilidades de su modelo y no para tratar de establecer los mecanismos que permitieran la adecuación del mismo a un entorno más global y competitivo. Si tu vecino de puerta empieza a recelar de ti, vas aviado, especialmente cuando gran parte de la solución a tu problema, por simplificar la cuestión, depende de la mayor o menor voluntad de tus socios de permitirse sacrificios para que tú salgas adelante.

Probablemente se trate de un análisis exagerado, dirán algunos, que extrae interpretaciones a todas luces excesivas de lo que no fue más que una indigestión verbal ante el exceso de entremeses, ensaladilla rusa y paella con los que la ministra se vio obsequiada, que Viva España. Puede. Pero eso no deja de ser parte del trágico destino de este país. Se es condescendiente en exceso con los errores y no se estudian las consecuencias reales de los mismos, que no se pueden limitar a un se ha equivocado y ya está. Van mucho más allá. Y más cuando es la excusa que sirve para descubrir que el gobierno está roto, que no hay comunicación entre las distintas carteras ministeriales, que se delega lo indelegable y que, y eso es lo más dramático de todo, por aferrarse al poder se da una apariencia de actividad completamente vacía de contenido. Exactamente lo contrario de lo que España necesita. Buena semana a todos.

No ha podido llegar en peor momento. Y no internamente. Los  sufridos ciudadanos españoles estamos acostumbrados a que los ministros del gobierno suplan su falta de aptitud con actitudes improvisadas y teatreras que buscan llenar la ausencia de fondo intelectual con un exceso de energía gestual. Ya saben que la reiteración conduce al hábito y éste, cuando se produce de forma reiterada, se eleva finalmente a la categoría de norma. La regla general del ejecutivo ha sido actuar de cara a la galería, eso sí, con un ínfimo retorno desde un punto de vista económico y social para el conjunto de la población. Planes, planes y más planes sin principio ni fundamento alguno. Sin embargo, el éxito hasta hace bien poco, el paro manda, de esta estrategia dentro de nuestras fronteras ha provocado una imprudencia que amenaza con situar a España en la categoría de socio indeseable, precisamente en un momento en que nuestra dependencia de la colaboración internacional es mayor que nunca, vista la delicada situación por la que transita la nación.