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Mi apuesta por el dólar
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Alberto Artero

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Mi apuesta por el dólar

Hace doce días compré dólares. Lo hice a niveles de 1,50. Frente a la corriente mayoritaria de pensamiento, que señala que el exceso de oferta monetaria

Hace doce días compré dólares. Lo hice a niveles de 1,50. Frente a la corriente mayoritaria de pensamiento, que señala que el exceso de oferta monetaria conducirá a una hiperinflación que convertirá el billete verde en papel higiénico, servidor apuesta -como saben- por que el entorno deflacionario va a perseverar más en el tiempo de lo que la gente cree. El dinero no circula debido al alto endeudamiento existente. Abunda igualmente la capacidad productiva excedentaria mientras que el elevado paro aumenta la presión salarial a la baja. No hay razones, por tanto, ni por el lado de la economía financiera, ni por lo que a la economía real respecta, para comprar de momento esa tesis. Estamos lejos de que el escenario de colapso del dólar, central para muchos, se materialice. Prueba de ello es que el oro ha seguido su senda alcista con la reciente caída de los mercados. Hay más miedo a la W que a una espiral destructiva de precios a día de hoy.

Junto con este argumento de carácter estructural, se unen otros de tipo táctico que me impulsaron a acometer esa inversión. Por una parte, la ausencia de alternativas a la divisa norteamericana en el momento actual. Cualquier opción tardará tiempo en materializarse. Y, mientras, el mundo seguirá girando alrededor de lo que tenga que decir el consumidor norteamericano. Se añade la reciente acción concertada por parte de los bancos centrales asiáticos para soportar el dólar con objeto de evitar una devaluación aún mayor que perjudique sus exportaciones. Aviso a navegantes. También la rápida corrección del déficit comercial de Estados Unidos que, sin duda, implica un menor incentivo para que su depreciación continúe. El hecho adicional de que se aproxima el cierre del ejercicio lo que puede llevar a muchos gestores a darpor hecho el año, inversoramente hablando, y asegurarse las ganancias liquidando o cubriendo sus posiciones de mayor riesgo y buscando refugio en la alternativa cambiaria tradicional. Por último, la excesiva presión de los traders sobre la moneda estadounidense, con una acumulación de posiciones vendidas que se acercaba peligrosamente, hasta la semana pasada, a los máximos históricos, situación tradicionalmente propicia para un cierre precipitado de las mismas o short squeeze.

Hace doce días compré dólares. Lo hice a niveles de 1,50. Frente a la corriente mayoritaria de pensamiento, que señala que el exceso de oferta monetaria conducirá a una hiperinflación que convertirá el billete verde en papel higiénico, servidor apuesta -como saben- por que el entorno deflacionario va a perseverar más en el tiempo de lo que la gente cree. El dinero no circula debido al alto endeudamiento existente. Abunda igualmente la capacidad productiva excedentaria mientras que el elevado paro aumenta la presión salarial a la baja. No hay razones, por tanto, ni por el lado de la economía financiera, ni por lo que a la economía real respecta, para comprar de momento esa tesis. Estamos lejos de que el escenario de colapso del dólar, central para muchos, se materialice. Prueba de ello es que el oro ha seguido su senda alcista con la reciente caída de los mercados. Hay más miedo a la W que a una espiral destructiva de precios a día de hoy.

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