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No pierdan el tiempo con Argentina, el verdadero peligro es Venezuela
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Alberto Artero

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No pierdan el tiempo con Argentina, el verdadero peligro es Venezuela

El drama que se desarrolla estos días en Haití, fruto de una catástrofe natural, ha provocado que pasen más desapercibidas de lo normal las noticias procedentes

El drama que se desarrolla estos días en Haití, fruto de una catástrofe natural, ha provocado que pasen más desapercibidas de lo normal las noticias procedentes de un país que está condenado a vivir un convulso 2010, obra en este caso del desatino humano. Me estoy refiriendo a Venezuela. La cara amable del populismo bolivariano ha muerto definitivamente y, en su lugar, el estado policial y el intervencionismo se imponen a marchas forzadas. La población ve cómo se recortan sus derechos y se empobrecen sus carteras, mientras que la comunidad financiera internacional vuelve la espalda al país. La megalomanía de Hugo Chávez parece tener los días contados. Y su previsible desenlace traerá inestabilidad política en la zona y económica en el resto del mundo, al afectar lo que allí ocurra al ya de por sí volátil mercado de petróleo. Manténganse conectados: el principal riesgo latinoamericano no es Argentina.

El inicio de año ha sido demoledor, resultado de la concreción de los numerosos desequilibrios que se han ido acumulando a lo largo de la década de mandato del actual presidente. Así, las complicadas circunstancias económicas del país han obligado al mandatario a renunciar a su sueño de un bolívar fuerte, llamado a conquistar la región. Hace apenas diez días la moneda sufrió una devaluación del 50% que, uno, afectó a todos los activos denominados en la misma; dos, encareció proporcionalmente las importaciones, salvo para bienes de primera necesidad para los que rige un tipo de cambio distinto, esquema que favorecerá el arbitraje y la corrupción; y tres, provocó un aumento de los ingresos en divisa local de las exportaciones de petróleo, materializadas como es sabido en dólares. Con objeto de evitar una subida adicional y generalizada de precios -la inflación antes de tal movimiento ya se situaba en el 27%- Chávez ha lanzado a sus huestes a la calle para controlar el comercio e incluso ha intervenido una cadena de supermercados participada por la francesa Casino. Muerte al mercado que no puede sobrevivir a la compresión de márgenes; viva el intervencionismo que aterriza sobre el ámbito privado como un elefante en una cacharrería. Socialismo que olvida las causas y se ceba en las consecuencias.

Poco parece que vayan a contribuir tales medidas a solventar los problemas estructurales del país. Y es que el entorno en el que los agentes económicos desarrollan su actividad es tremendamente frágil. Las infraestructuras venezolanas pecan de precariedad. La falta de inversiones en los últimos años ha provocado un deterioro sustancial de las vías de comunicación y se da la paradoja de que una de las naciones más ricas en petróleo sufre cortes programados de suministro de energía eléctrica a sus ciudadanos y empresas, un problema muy bien analizado en este post del blog Nuestro Mundo y sus Desafíos. De hecho, su dependencia del crudo es brutal, toda vez que supone el 50% de los ingresos del estado y el 90% de los flujos de capital extranjeros que llegan al país. Una transferencia de recursos financieros que es fundamental para que la frágil balsa que mantiene Venezuela a flote no se hunda definitivamente. De ahí que cobre una especial trascendencia el resultado de la reciente subasta de pozos de gas  en la zona de Mariscal Sucre que ha quedado desierta porque… ¡nadie ha presentado ofertas! Y eso pese a haber mejorado las condiciones. Es lo que tiene pasarse la seguridad jurídica por donde a uno le apetece.

La suma de estos factores se ha concretado en una contracción de la riqueza nacional, medida en términos de PIB, del 2,9% en 2009 y la apertura de una brecha significativa con la mayoría de los países de la región para los que el FMI espera un crecimiento agregado del 4% en 2010 contra el -0,4% estimado para la República Bolivariana. El pueblo, que tanto ha respaldado en el pasado a su presidente, comienza a sentir en sus carnes el peso de las falacias envueltas en buenas palabras, que somos hermanos pero no primos. Y el hartazgo colectivo es un volcán que sólo la represión evita que entre en erupción, dinámica complicada. Chávez ha repetido los ticks propios de casi todos los dictadores que se revisten de los ropajes de la mentira democrática: construir un ideal sin tener en cuenta la realidad local, hacer de la expansión internacional del mismo uno de sus ejes de actuación, pensar que la degradación interna y la locura externa que ambas conllevan no tienen efecto alguno. Suele ser tradición que tal sueño termine en pesadilla y no sé por qué Venezuela habría de ser la excepción. Esto no ha hecho más que comenzar. Ya verán.

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El drama que se desarrolla estos días en Haití, fruto de una catástrofe natural, ha provocado que pasen más desapercibidas de lo normal las noticias procedentes de un país que está condenado a vivir un convulso 2010, obra en este caso del desatino humano. Me estoy refiriendo a Venezuela. La cara amable del populismo bolivariano ha muerto definitivamente y, en su lugar, el estado policial y el intervencionismo se imponen a marchas forzadas. La población ve cómo se recortan sus derechos y se empobrecen sus carteras, mientras que la comunidad financiera internacional vuelve la espalda al país. La megalomanía de Hugo Chávez parece tener los días contados. Y su previsible desenlace traerá inestabilidad política en la zona y económica en el resto del mundo, al afectar lo que allí ocurra al ya de por sí volátil mercado de petróleo. Manténganse conectados: el principal riesgo latinoamericano no es Argentina.

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