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España condena su futuro: no es lugar para niños
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Alberto Artero

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España condena su futuro: no es lugar para niños

Es increíble la alharaca que se ha montado alrededor de cara y media con la que los líderes europeos zanjaron la Cumbre Europea del pasado viernes.

Es increíble la alharaca que se ha montado alrededor de cara y media con la que los líderes europeos zanjaron la Cumbre Europea del pasado viernes. Un texto plagado, por cierto, de una doble condicionalidad: la propia de su redacción -donde el ‘si…’ prima abrumadoramente sobre ese futuro imperfecto propio de la certeza- y la derivada de los requisitos aún por conocer para que finalmente se concrete tan escasa y voluntarista declaración de intenciones. La letra pequeña promete.

Convengo con la mayoría de los analistas en que España ha ganado tiempo. Pero es todo lo que ha conseguido: cambia el perfil del acreedor y puede que se reduzca nuestro coste financiero, pero seguimos endeudados hasta las cejas y vamos a perder una cuota de soberanía que va mucho más allá de la cesión a entes supranacionales prevista en el documento. El que no se consuela…

En medio de tal euforia colectiva, han pasado más desapercibidos de lo conveniente los datos demográficos referidos a 2011 dados a conocer la misma víspera del fin de semana por el Instituto Nacional de Estadística. Teniendo en cuenta el impacto de la inversión de la pirámide de población española sobre la sostenibilidad del estado del bienestar, en general, y su sistema de pensiones, en particular, sorprende el poco interés que han suscitado cuando la demografía es, sin duda, uno de los elementos esenciales para asegurar el futuro del país.

¿Cómo era eso de lo urgente y lo importante?

Las cifras no pueden ser más escalofriantes. El año pasado el número de nacimientos se redujo un 3,5% hasta 468.430 de tal modo que el ‘indicador coyuntural de la fecundidad’, lo que en román paladino se conoce como tasa de reposición, descendió hasta el 1’35 hijos por mujer, muy por debajo del 2’1 necesario para que la sociedad asegure el relevo generacional… con todo lo que eso supone.  Por el contrario la esperanza de vida sigue aumentando, situándose por encima de los 82 años, 17 más que la edad actual de jubilación lo que convierte en inevitable su retraso. Las defunciones sumaron 387.347 por lo que el crecimiento vegetativo de la población fue de 81.083 personas. A este ritmo, pronto será negativo.

Como casi siempre ha sido The Economist el que ha puesto el dedo en la llaga. En “La otra crisis europea”, artículo recogido en su edición de esta semana, se hace eco del impacto que la actual coyuntura ha tenido sobre este factor a nivel Eurozona y lo hace de forma empírica a través de datos ligados a algunas de sus manifestaciones, como el aumento del desempleo o la reversión de la inmigración. Incluye varias alusiones directas a España. Y urge a las autoridades a tomar cartas en el asunto pues, no en vano, “la demografía sienta las bases para todo lo demás”.

¿Una exageración? Ni mucho menos. Y es que, más allá del lugar donde se pone el foco informativo, este fenómeno no solo afecta a la viabilidad del modelo social vigente sino que tiene también incidencia, y mucha, sobre el sector privado de la economía. No en vano, una sociedad envejecida es una sociedad, por definición, conservadora en el que los procesos de emprendimiento e innovación son mucho más escasos, precisamente cuando la falta de mano de obra obliga a sustituir producción por productividad. Y donde la iniciativa individual se ve cada vez más relegada a favor de la protección colectiva, en un contradictorio ejercicio autodestructivo de supervivencia.

Los lectores habituales de Valor Añadido saben que es este un tema recurrente en sus líneas. No en vano hace ahora dos años, al calor de una estadística similar, ya señalábamos: “cobra, por tanto, carácter apremiante la adopción de una estrategia integral de fomento de la natalidad en España que pase por la defensa de la vida desde la concepción, la aceleración de los procesos de adopción, las ayudas económicas a los recién nacidos en función de la renta, el fomento de la conciliación de la vida familiar y profesional, las mayores prestaciones a las familias numerosas, los complementos de pensiones en función del número de hijos y así sucesivamente”.

Como quien oye llover. Pero por seguir insistiendo de su relevancia y necesidad de corrección que no quede, voz que clama en el desierto. A ver si el triunfo anoche de España nos da una alegría dentro de nueve meses. Buena semana a todos.

Es increíble la alharaca que se ha montado alrededor de cara y media con la que los líderes europeos zanjaron la Cumbre Europea del pasado viernes. Un texto plagado, por cierto, de una doble condicionalidad: la propia de su redacción -donde el ‘si…’ prima abrumadoramente sobre ese futuro imperfecto propio de la certeza- y la derivada de los requisitos aún por conocer para que finalmente se concrete tan escasa y voluntarista declaración de intenciones. La letra pequeña promete.