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El curioso caso del optimista Banco Central de Suiza
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Alberto Artero

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El curioso caso del optimista Banco Central de Suiza

Hace exactamente una semana poníamos de manifiesto el impresionante crecimiento del balance de la Reserva Federal de los Estados Unidos, de forma paralela a las necesidades

Hace exactamente una semana poníamos de manifiesto el impresionante crecimiento del balance de la Reserva Federal de los Estados Unidos, de forma paralela a las necesidades de endeudamiento de la primera potencia del mundo. Señalábamos entonces que no se trata de un fenómeno aislado y que, de acuerdo con los analistas de HSBC, ‘el nuevo dinero creado por los principales bancos centrales desde 2008 alcanza los nueve billones de dólares, el equivalente en precio actual a todo el oro sacado de la tierra en la historia de la humanidad’ (Valor Añadido, Pánico en Estados Unidos, ese país quebrado que vota a Obama, 09-11-2012).

El caso del Banco Central de Suiza es particular, por dos motivos: primero, porque es el supervisor que mayor incremento de sus activos (y pasivos) ha tenido en los últimos cinco años y, segundo, porque tal aumento se deriva no de problemas de endeudamiento nacional o de la urgencia por reactivar su economía, qué va, sino de la necesidad de defender la competitividad de su moneda, tras haber fijado en septiembre de 2011 en 1,20 francos suizos por euro su paridad respecto a la referencia comunitaria. Algo sobre lo que ya nos hemos detenido en un par de ocasiones en el pasado (V.A., Y mientras, en ese oasis de tranquilidad llamado Suiza…, 19-06-2012 y ¿Guerra de Divisas? Suiza tira la piedra, China esconde la mano, 08-09-2012).

A resultas de esta política, se ha disparado el porcentaje de divisas de su cartera -por encima del 85%, hasta el equivalente al 70% de su PIB o unos 350.000 millones de euros- originando no pocas dudas acerca de su evolución futura, los criterios a usar en su gestión y en qué asignación de activos estos se han de traducir. Pues bien, la semana pasada Fritz Zurbrügg, miembro del Consejo de Gobierno del Swiss National Bank, se pronunció públicamente sobre cada una de estas cuestiones en un discurso de extraordinario interés, toda vez que, en buena medida, la institución helvética es, con sus compras, la que ha evitado que el euro se piñara en los momentos álgidos de la crisis europea.

Yendo a la parte mollar del speech, seguridad-poco riesgo, liquidez-profundidad, rendimiento y neutralidad son los cuatro principios rectores que guían su acción. Es curiosa la inclusión de esta última, toda vez que su deseo de no alterar el normal funcionamiento de los mercados queda invalidado, precisamente, por la fijación de un nivel de intercambio cambiario que no solo exige su intervención diaria para mantenerlo, sino que provoca fluctuaciones intertrimestrales de sus posiciones en euros del rango de los 70.000 millones de euros. Pero claro, ¡cómo iba a faltar la neutralidad en cualquier decisión de actuación suiza!

La imposibilidad de cubrir el riesgo divisa mediante venta de francos suizos –supondría revertir el movimiento inicial- le lleva a intentar hacerlo por la vía de la diversificación de monedas, confiando en su descorrelación, y de activos. Así, la renta fija soberana y corporativa supone un 88% del total, 83% más 5%, siendo el criterio de selección fundamental el que su rating sea AA o superior. Si extrapolamos el umbral a otros inversores de perfil similar, quedaría explicada la fortaleza de los bonos de los pocos emisores nacionales que van quedando en esa categoría, que han disfrutado ocasionalmente de emisiones con tipos nominales negativos.

Resulta sorprendente que el 12% restante, esto es, 42.000 millones de euros, esté invertido en acciones extranjeras, máximo histórico y muy lejos del 5% de techo óptimo para el SNB. Dichas acciones son gestionadas de manera pasiva a través de una selección de índices de referencia. No se le puede negar su dosis de optimismo. Y que reconozca la posibilidad de usar derivados, no solo como cobertura, sino también cuando son más eficaces para invertir que el subyacente que representan, y de swaps de tipos de interés.

Fruto de esa asignación de sus fondos es un resultado anual recogido como anexo al discurso en último ejercicio de transparencia. Unas rentabilidades que oscilan entre el +10,8% de 2005 y el -10,1% de 2010, movimientos que traducidos en términos de porcentaje del PIB local dan miedo. Pero, ¿a quién le extraña? En un país tan pequeño, todo en el ámbito financiero resulta excesivo. Curioso de verdad el Banco Central suizo…

Hace exactamente una semana poníamos de manifiesto el impresionante crecimiento del balance de la Reserva Federal de los Estados Unidos, de forma paralela a las necesidades de endeudamiento de la primera potencia del mundo. Señalábamos entonces que no se trata de un fenómeno aislado y que, de acuerdo con los analistas de HSBC, ‘el nuevo dinero creado por los principales bancos centrales desde 2008 alcanza los nueve billones de dólares, el equivalente en precio actual a todo el oro sacado de la tierra en la historia de la humanidad’ (Valor Añadido, Pánico en Estados Unidos, ese país quebrado que vota a Obama, 09-11-2012).