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La Europa sin presupuesto se rompe por el oeste
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Alberto Artero

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La Europa sin presupuesto se rompe por el oeste

Se acabó. Reino Unido ha dicho basta. Que Europa se vaya preparando para una despedida que parece más inevitable que nunca. David Cameron, al negarse a

Se acabó. Reino Unido ha dicho basta. Que Europa se vaya preparando para una despedida que parece más inevitable que nunca. David Cameron, al negarse a hacer concesiones en la negociación presupuestaria del pasado viernes, no ha hecho sino recoger el sentimiento de un pueblo, el suyo, para el que Europa queda muy lejos y del que apenas obtiene beneficios para los sacrificios que le comporta. Los habitantes de las Islas siempre han sido muy suyos. Como afirma Münchau en su columna de hoy: 'están en la Unión como Noruega está fuera de ella' (FT, Britain bluster serves the eurozone well, 25-11-2012). Demasiado han tardado, de hecho, en plantarse. Sin una moneda única a la que aferrarse ni una autoridad monetaria en la que resguardarse, los excesos de la eurozona son escándalo para sus contribuyentes. El goodbye, my friends, está más cerca que nunca.

El sentimiento antieuropeísta ha ido creciendo con el tiempo. A él han contribuido dos fenómenos paralelos. Por una parte, el descrédito de  las propias instituciones comunitarias, incapaces como han sido de dotar de contenido efectivo a buena parte de sus estructuras y de gestionar de un modo eficaz el proceso de desintegración financiera de la región. Existe la percepción generalizada en las Islas de que Europa se ha convertido en una fuente adicional de gasto cuya eficacia dista mucho de ser la óptima y que, ante la paralización del proceso de integración política, resulta absurdamente redundante y limitativa en buena parte de sus propias actividades, caso de la pesca por poner solo un ejemplo, competencia que sus autoridades pretenden rescatar de las fauces de Estrasburgo y Bruselas (Financial Times, UK and Germany: Exaperated Allies, 06-11-2012). Todo lo que no da quita, todo lo que no aporta, resta. Y para quien está históricamente acostumbrado a otras uniones transnacionales en las que ha marcado la pauta, esta situación chirría.

A ello se une la delicada situación de la economía local que, de carecer de la autonomía monetaria y cambiaria de la que actualmente disfruta, así como de la consideración internacional de centro financiero, no tendría que nada que envidiar -en términos de crecimiento, inflación, crisis bancaria o deterioro de las cuentas públicas- a las naciones que forman parte del furgón del cola del Eurogrupo. El deterioro desde la anterior negociación presupuestaria ha sido palmario. No hay que olvidar que su banco central es el que más ha hecho crecer su balance desde el inicio de la crisis, provocando una devaluación encubierta de la libra esterlina, y que ni aun así sus variables macro han conseguido levantar el vuelo. Ahora que las balas se han agotado, ¿qué? (Financial Times, British economic policy echoes Habsburg decline, 23-11-2012). Solo la City parece dar algo de vida a la ciudad de Londres y sus alrededores, siendo un espejismo de la realidad industrial y de servicios del resto del territorio. No es de extrañar la oposición a cualquier unión bancaria que varíe un ápice el statu quo actual, el cual se ha convertido en otro punto de fricción.

Ambos factores han alentado el elemento sentimental con en paso del tiempo. Consiste en la creciente oposición de su ciudadanía a seguir pagando la fiesta de aquellos estados que son perceptores netos de fondos y en los que la presente coyuntura está revelando un modo de gestionar que cuestiona, y de qué manera, la idoneidad de continuar con tales contribuciones. Para una nación como la británica, aportante de dinero neto al saco común, es como echar sal a la herida de la escasez de liquidez en sus propias arcas. Un discurso fácil de argumentar que, en manos de unos agitadores con algo de predicamento, pueden fácilmente encender la hoguera de la oposición a la pertenencia comunitaria (WSJ, The Other Budget Fight, 22-12-2012). De hecho, el mensaje prendió con facilidad entre los votantes del laborismo y está cada vez más extendido en las filas conservadoras, 50 de cuyos parlamentarios ya enseñaron los dientes a finales de octubre al exigir al Premier un recorte en las cuentas europeas.

Se ha abierto este viernes una brecha que veremos si es o no irreparable. Lo cierto es que la capacidad de cesión de Cameron es mínima, dada la presión del electorado local, y solo podría dar su brazo a torcer si consigue una victoria por goleada, lo que implicaría, más allá de la congelación inicialmente solicitada, un margen de recorte del presupuesto de la eurozona –previsto en un billón de euros, esto es: una España, para el periodo 2014-2020- de tal calibre que sería imposible que el resto de los socios, especialmente los más débiles, no se vieran extraordinariamente perjudicados al dejar de percibir subsidios y fondos, tanto estructurales como de cohesión (Financial Times, Euro Budget: the trillion euro-split, 21-12-2012). Leña al fuego del desastre contra el que solo Nick Clegg pelea internamente de manera infructuosa. El referéndum para decidir la continuidad de Reino Unido se encuentra más cerca que nunca. Dependerá de si hay acuerdo o no antes de febrero. En caso contrario, la prórroga automática de las cuentas de 2013 ajustadas por la inflación lo haría casi inevitable.

Resulta curioso. Llevamos mucho tiempo hablando de la brecha norte-sur y al final, la Europa que busca crecer por el este, se va a escindir por el oeste. Me temo que, si nos atenemos a la historia, era lo previsible, por más que a algunos les sorprenda.

Buena semana a todos.

Se acabó. Reino Unido ha dicho basta. Que Europa se vaya preparando para una despedida que parece más inevitable que nunca. David Cameron, al negarse a hacer concesiones en la negociación presupuestaria del pasado viernes, no ha hecho sino recoger el sentimiento de un pueblo, el suyo, para el que Europa queda muy lejos y del que apenas obtiene beneficios para los sacrificios que le comporta. Los habitantes de las Islas siempre han sido muy suyos. Como afirma Münchau en su columna de hoy: 'están en la Unión como Noruega está fuera de ella' (FT, Britain bluster serves the eurozone well, 25-11-2012). Demasiado han tardado, de hecho, en plantarse. Sin una moneda única a la que aferrarse ni una autoridad monetaria en la que resguardarse, los excesos de la eurozona son escándalo para sus contribuyentes. El goodbye, my friends, está más cerca que nunca.