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Sin perdón: Catalunya ya es la Grecia de España
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Alberto Artero

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Sin perdón: Catalunya ya es la Grecia de España

Antes de que alguno se me tire a la yugular al calor del encabezamiento de este post, les recomiendo una lectura pausada del mismo. Como conocedor

Antes de que alguno se me tire a la yugular al calor del encabezamiento de este post, les recomiendo una lectura pausada del mismo. Como conocedor somero de la realidad catalana, mi aproximación es intuitiva, basada más en hechos externos que en realidades internas. Ya me perdonarán. Del mismo modo, buena parte de las analogías ‘nacionales’ entre Catalunya y Grecia encuentran su causa en fundamentos radicalmente distintos, lo que no quita para que los efectos sean bastante similares. No hay más intención que poner negro sobre blanco una deriva objetivamente alarmante que participa de una serie de paralelismos sorprendentes no se sabe aún si con la Cenicienta o la Madrastra de Europa.

Así, desde el punto de vista meramente identitario, nos encontramos con una situación crítica en ambos ‘estados’, financieramente hablando, hasta el punto de que tal realidad provoca que se encuentren en la tesitura de poder salir de sus respectivos territorios ‘supranacionales’. En ambos casos, buena parte de la culpa se deriva de la gestión de sus dirigentes, de los excesos cometidos en el pasado y de su falta de capacidad para gobernar adecuadamente la actual coyuntura. Es verdad que, en el caso griego, las dudas son de sus socios comunitarios, cosa que no ocurre en Catalunya, donde la iniciativa secesionista es propia. Pero no es menos cierto, en este último caso, que el debate sólo se plantea cuando la asfixia financiera local es palmaria, y no antes. A la nación por la presión de la pela o, mejor dicho, de la falta de ella.

Ocurre, además, que la evolución política es extraordinariamente similar, con unos procesos de fragmentación parlamentaria que son el resultado de la pérdida de reconocimiento ciudadano entre los partidos dominadores en los últimos años. El desapego de los votantes hacia lo que se entiende como una élite extractiva incapaz lleva a la incorporación o consolidación en el arco legislativo de nuevas o ya señeras formaciones de carácter extremista, cuyos votos se convierten, sin embargo, en imprescindibles para la gobernabilidad dentro de sus particulares fronteras. Con un problema adicional: históricamente ha quedado probado que cualquier cesión a las reivindicaciones nacionalistas, peaje a pagar en la nueva coalición de gobierno, es un camino solo de ida. Vaya que sí.

Resulta interesante observar también las similitudes en las acusaciones de corrupción contra la oligarquía gobernante en uno y otro ‘país’. Como telón de fondo de este escenario de ruindad, esa unidad de destino en lo universalmente B que es Suiza. Cierto es que existe una guerra, no sólo dialéctica sino también informativa, sobre si los Oriol Ferrusola y otros ilustres catalanes han percibido o no ingresos sospechosos a cambio de favores. Pero casi da igual. En pocas sedes parlamentarias se ha hablado tan explícitamente de 3% -comisión que el tiempo ha probado singularmente alejado de la realidad… por defecto- como en la que tiene su sede en Barcelona (ciudad, por cierto, saneada en sus cuentas). Cuando el río suena de esa manera tan estruendosa, Palau pa arriba, Pallerols pa abajo...

Entre las reclamaciones de carácter histórico incluye Catalunya el déficit en las infraestructuras realizadas por la Administración Central o, en compensación, la no percepción de fondos comprometidos por el Estado a lo largo de estos años. En términos absolutos, los segundos no dejan de ser una gota en el mar de un endeudamiento disparatado asumido por la Generalitat en el último quinquenio. Asociar los problemas financieros de su 'hacienda' a tal hecho suena casi a chiste. Por lo que respecta a las primeras, ha quedado suficientemente acreditado que, si bien la apelación al agravio podría tener algún fundamento en los dos o tres últimos años, la serie temporal de largo plazo demuestra que no hay razón estructural para tal afirmación, sino más bien para lo contrario Igualmente ocurre en el caso griego con los fondos comunitarios, sin los cuales, para bien o para mal, el país distaría mucho de ser lo que es ahora.

Frente a Grecia, la reivindicación se extiende hasta la ruptura del principio de solidaridad autonómica, por inconveniente para esta comunidad autónoma como aportante neto a las arcas del Estado. Sin embargo, como en el caso griego, existen dos objeciones que el tiempo ha puesto de manifiesto: son esas regiones, especialmente Andalucía, los principales socios comerciales de buena parte de las empresas catalanas, por lo que tal desembolso excesivo se revierte vía tributos indirectamente a su Administración –por no hablar de la mano de obra secularmente aportada-; no solo eso, está por ver en qué acaba esta broma del FLA y hasta qué punto el tapar la grieta en la línea financiera de flotación de la Generalitat, a través de la entrega de liquidez remunerada, no llega a compensar, a pesar de su coste, buena parte de ese ‘sacrificio’. Hay que ver los ciclos completos. En cualquier caso, será la mayor perceptora de estos fondos, como ha ocurrido en la Eurozona con ese otro estado llamado… ¡bingo!

No deja de ser sorprendente que el principal símbolo en ambos casos de abandono de una nave cuya deriva es incierta haya sido Coca-Cola. Mientras que en el país heleno la embotelladora ha decidido poner los pies en la propia Suiza, con el fin de evitar cualquier tentación confiscatoria por parte del gobierno local, en España ha ocurrido otro tanto de lo mismo sobre la base formal de una operación de fusión entre distintos distribuidores a nivel nacional. Que la respuesta sea, frente a la libertad de mercado, imponer una tasa a las bebidas refrescantes sitúa el intervencionismo al nivel de algunas de las más censuradas repúblicas bananeras. Este movimiento de los Daurella se podría interpretar sin mucho riesgo de equivocarse como punta de iceberg de lo que podría pasar si el proceso separatista se consolidara. Muchos callan por precaución. Pero ni mucho menos otorgan. Al tiempo.

Alguno podrá decir que, a diferencia de la primera nación intervenida en la Eurozona,  Catalunya cuenta con el factor de credibilidad que aporta alguien como Andreu Mas-Colell. Nunca más si nos atenemos al sainete de la adjudicación de Aguas del Ter-Llobregat a Acciona, aprobada por el Ejecutivo regional y revocada tres días más tarde por uno de sus organismos. Por si fuera poco, y en el paroxismo del absurdo, nos encontramos con un recurso del Gobierno contra sí mismo sobre la base de una resolución que ni siquiera identifica correctamente al adjudicatario, que se encuentra con que los fondos entregados ‘a cuenta’ ya han sido gastados en nóminas y demás dispendios corrientes y que, además, puede llevar a que compute como más déficit los 1.000 millones de ingresos ciertos (y ya no tanto) vinculados a la operación. Un disparate completo que afecta a la seguridad jurídica de unos inversores ya de por sí susceptibles.

Es verdad que Catalunya está marcando el paso a España en términos de lo que debe ser el ajuste del estado del bienestar a una realidad económica y financiera precaria, especialmente en el caso sanitario. No es difícil evocar aquí también a Grecia en las consecuencias sociales de determinadas medidas. Pero no es menos cierto que buena parte del dolor ha sido causado por el placer anterior al estallido de la situación actual y que tal ajuste de los servicios ciudadanos apenas viene acompañado de una racionalización de una Administración sumida en el onanismo de un futuro independiente. Si la dicotomía elefantiasis pública vs. sacrificio privado está generalizada a lo largo y ancho de la geografía nacional, una vez que crece el segundo, se hace más insoportable la primera. Especialmente para los sufridos espectadores...

Tanto por evolución de la situación política, como por cómo se están desarrollando las cosas a nivel macro y microeconómico, son numerosas las similitudes entre el recorrido presente y futuro de Catalunya y el de Grecia. No se pueden cerrar los ojos a la realidad. La posible separación de los entornos geográficos actuales, uno por acción, el otro por omisión, es un punto identitario de partida sustancial. A partir de ahí, las coincidencias asustan. Quizá los votantes de los de aquí debieran meter en sus particulares ecuaciones estos alarmantes factores y reconocer que su grandeza histórica y su riqueza territorial están en riesgo no por culpa de terceros, sino de sus propios representantes. Vamos, sin ánimo de molestar.

Porque, ya saben, las más de las veces los dioses del Olimpo castigan a los hombres con sus deseos…

Antes de que alguno se me tire a la yugular al calor del encabezamiento de este post, les recomiendo una lectura pausada del mismo. Como conocedor somero de la realidad catalana, mi aproximación es intuitiva, basada más en hechos externos que en realidades internas. Ya me perdonarán. Del mismo modo, buena parte de las analogías ‘nacionales’ entre Catalunya y Grecia encuentran su causa en fundamentos radicalmente distintos, lo que no quita para que los efectos sean bastante similares. No hay más intención que poner negro sobre blanco una deriva objetivamente alarmante que participa de una serie de paralelismos sorprendentes no se sabe aún si con la Cenicienta o la Madrastra de Europa.