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Así se forra Blackstone con la quiebra de Codere
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Alberto Artero

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Así se forra Blackstone con la quiebra de Codere

Hay que felicitar a Agustín Marco por el exhaustivo marcaje que está haciendo de la situación financiera de Codere, una compañía que se enfrenta a enormes

Hay que felicitar a Agustín Marco por el exhaustivo marcaje que está haciendo de la situación de Codere, una compañía que se enfrenta a enormes dificultades financieras de no mediar un ángel de la guarda que le saque, en este momento tan crítico para su tesorería, las castañas del fuego.

No sería la primera vez.

De acuerdo con la información publicada ayer por este mismo diario, tanto en junio como en agosto de este año, dos hedge funds, Canyon Capital Finance y GSO Capital Partners LP, inyectaron un total de 135 millones de euros en la sociedad gestora de casinos, bingos y máquinas a fin de que pudiera hacer frente a varios vencimientos de cupones previstos en esas fechas. Una línea extraordinaria de liquidez que, de acuerdo con lo entonces pactado, debe ser cancelada el cuatro de enero próximo sin que, hoy por hoy, parezca factible dicha posibilidad. No es de extrañar que la empresa haya planteado, como alternativa radical, una refinanciación total del conjunto de su deuda: 1.100 millones de euros.

Sin embargo, al menos para GSO, no ha sido, de momento, tan mal negocio. Y no precisamente por las sangrantes comisiones de apertura o no disponibilidad percibidas ni por los elevados intereses cerrados o la prelación de cobro comprometida. No, no, no. No es esa la causa, sino otra aún más rocambolesca. Así, al menos, se desprende de la exclusiva publicada por Bloomberg el pasado 22 de octubre y que servidor guardaba en la nevera por si surgía la ocasión.

El titular ya es de por sí revelador: “Blackstone unit wins in no-lose Codere trade”. Básicamente, lo que viene a decir el texto de la noticia es que GSO Capital Partners LP es una unidad de Blackstone, el mayor private equity del mundo. Que, al comprar la deuda de Codere en el mercado secundario, también adquirió coberturas por riesgo de impago de la misma o credit default swaps. Que, para financiar en tiempo de descuento a la española, exigió un retraso suficiente -48 horas después de un periodo de gracia de 30 días cerrado el 15 de agosto- como para activar el default de acuerdo con la normativa ISDA e ingresar por la tenencia de dichos CDS una cantidad que los periodistas de la agencia estadounidense estiman entre 11,4 y 13,7 millones de euros. Que así se hizo en connivencia con el deudor que habría dilatado adrede el abono de los intereses. Que está por ver -y esto es cosecha McCoy- que no comisionara a otros poseedores de dicha cobertura por su gestión para que se ejecutara finalmente (el reparto ascendió a cerca de 145 millones). Y que bien, lo que se dice bien, como que no suena. Hay muchos que se han dejado pelos en esta gatera y algo tendrían que decir.

¿Cómo lo ven? Cosas del proceloso mundo de las finanzas. Legal stricto sensu pero, cuando menos, amoral, si no inmoral.

Aunque aquí la cosa ha tenido nulo impacto mediático, en Estados Unidos los ecos de esta operación siguen retumbando aún tres meses después en los medios especializados y no tan especializados locales que la han recibido entre aplausos por su originalidad (tiburones, a un lado) y críticas feroces por su peligrosidad en caso de generalizarse (ortodoxos, al otro). Los primeros defienden el deal en el marco del riesgo global que conlleva, incluida una posible quita o espera, mientras que los segundos sentencian que nos encontramos ante otro flagrante caso de vampirismo financiero donde, al olor de la sangre, los oportunistas acuden raudos a lucrarse.

El último en unirse a este coro ha sido la semana pasada Jon Stewart, presentador de The Daily Show en Comedy Central. Estos siete minutos de video no tienen desperdicio. Lleguen hasta el final, que merece la pena.

El humorista no sólo censura la transacción, que no duda en calificar directamente como ilegal e indirectamente como ‘mafiosa’, sino que va más allá y abre el debate de hasta qué punto el silencio es fruto de intereses creados que impiden el ejercicio del periodismo en libertad. Medios tradicionales y vanguardistas habrían preferido obviar el escándalo y mirar hacia otro lado. Total, para qué. No es más que una modesta empresa española. Blackstone sabrá lo que se hace.

¿De verdad? 

Ladran, luego cabalgamos...

 

Hay que felicitar a Agustín Marco por el exhaustivo marcaje que está haciendo de la situación de Codere, una compañía que se enfrenta a enormes dificultades financieras de no mediar un ángel de la guarda que le saque, en este momento tan crítico para su tesorería, las castañas del fuego.

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