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Pelea de gallos: el 'yin' Renovales contra el 'yang' Garicano
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Alberto Artero

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Pelea de gallos: el 'yin' Renovales contra el 'yang' Garicano

Prometía el debate sobre la Reforma de las Administraciones Públicas organizado el martes por El Confidencial. '¿Parche o solución?', era la pregunta que se pretendía dirimir a

Prometía el debate sobre la Reforma de las Administraciones Públicas organizado el martespor El Confidencial. "¿Parche o solución?" era la pregunta que se pretendía dirimir a través del diálogo entre Jaime Pérez Renovales, como responsable transversal de los cambios que se están materializando en lo que va de legislatura en la estructura del estado, por una parte (V.A., "Un solo hombre es quien reforma España en secreto", 24-06-2013), y Luis Garicano, como censor inmisericorde de los disparates nacionales, por otra.

Me precio de ser amigo de los dos. Pero fue cuando coincidieron en el lobby del hotel para un café previo al encuentro –junto al moderador, Carlos Sánchez, director adjunto del periódico– que descubrí que las diferencias van incluso más allá de lo que sería un planteamiento formal de ideas del gobierno, réplica de la oposición. No cabía duda. Habíamos puesto juntos al yang, representado en la figura del catedrático, y al yin, personalizado en el abogado del Estado, de la percepción y gestión de la realidad económica. Caótico y acelerado el primero, francotirador intelectual. Calmado y esquemático el segundo, metralleta factual.

Tal dicotomía convirtió el encuentro en apasionante, pese a la dureza del tema a tratar.

Defendió Renovales una acción centrada en austeridad operativa, simplificación administrativa, acción transversal normativa y cercanía al ciudadano. Subrayó que la fase de regulación está muy avanzada y queda la de ejecución, el establecimiento de mecanismos para implantar lo aprobado en las Cámaras. Alabó la capacitación del personal técnico de los distintos ministerios. Lamentó su escaso margen de maniobra cuando un 75% de los desembolsos están vinculados a servicios que satisfacen necesidades básicas ciudadanas. Recordó que el empleo público está a niveles de 2004 con una reducción paralela de la partida de gasto corriente. Y soñó con un cambio de cultura que permita una acción continuada en los ministerios, más allá del signo del partido gobernante. Lo hizo con un discurso uniforme, plagado de datos y ejemplos y, en apariencia, solvente.

Al otro lado del ring, Garicano desarrolló una retórica doble, centrada tanto en la necesidad de romper con modelos que no funcionan en el ámbito territorial (diputaciones), el de la excelencia (universidad) o el de los poderes del Estado (independencia de la Justicia), por citar sólo tres ejemplos, como por desarrollar una política de gestos que permitan recortar la distancia que se ha abierto entre política y ciudadanía. Propugnó no una menor Administración, sino una mejor Administración, compuesta de profesionales incentivados salarialmente que sean seleccionados entre los mejores. No dudó en apelar a la ambición y al momento histórico para justificar sus demandas. Estuvo divertido, atropellado y visceral, haciendo alarde de su categoría docente con numerosas referencias a autores económicos clásicos.

La mezcla pudo ser explosiva, pero resultó deliciosa, entre otras cosas porque, como es sabido, todo yin tiene parte de yang y todo yang tiene algo de yin. Se puso de manifiesto durante la hora larga en la que estuvieron contrastando opiniones. Les acercó la dictadura de los datos que, como es sabido, no se discuten; la común aceptación de los beneficios de la experiencia privada, donde Renovales desarrolló carrera financiera durante nueve años, en la gestión pública; la percepción mutua de la necesidad de dotar de trascendencia y continuidad a la acción política o, por ejemplo, la propuesta de solución al problema catalán por la vía del diálogo y la colaboración y no de la ruptura. Tenía motivos Garicano, desde su salida por la puerta de atrás de Fedea, para arrogarse una beligerancia contra el PP a la que inteligentemente renunció. Estuvo conciliador y todos lo agradecimos.

Acabó el acto como comenzó. Luis había llegado presuroso, preguntando a diestro y siniestro, bebiendo su café –sin azúcar ni sacarina– a grandes sorbos, centrando la conversación alrededor de los temas de suinterés como ‘expatriado’. Salió de la misma manera, saludando atropelladamente a quien se iba encontrando por el camino, con enorme interés y suprema indiferencia a la vez. Jaime, por su parte, entró discretamente, afirmó que venía desayunado, contó por todo contar una anécdota de Sagardoy y esperó a que le tocara su turno, expectante y discreto. Y así le recogió el chófer en la puerta al bajarse el telón, como si haber estado allí no hubiera sido más que un accidente necesario.

Dos figuras frente a frente, al contrario que en las películas de James Bond,stirred, not shaken. Consúmase en pequeñas dosis.

Prometía el debate sobre la Reforma de las Administraciones Públicas organizado el martespor El Confidencial. "¿Parche o solución?" era la pregunta que se pretendía dirimir a través del diálogo entre Jaime Pérez Renovales, como responsable transversal de los cambios que se están materializando en lo que va de legislatura en la estructura del estado, por una parte (V.A., "Un solo hombre es quien reforma España en secreto", 24-06-2013), y Luis Garicano, como censor inmisericorde de los disparates nacionales, por otra.

El Confidencial Luis Garicano Jaime Pérez Renovales