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La España sin solución debe salir del euro
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Alberto Artero

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La España sin solución debe salir del euro

Muchos de los temas de los que se hablaron en el momento álgido de la crisis soberana española -mayo de 2010, cuando numerosos dirigentes mundiales tuvieron

Foto: Escultura del euro a las puertas de la sede del BCE en Fráncfort. (EFE)
Escultura del euro a las puertas de la sede del BCE en Fráncfort. (EFE)

Muchos de los temas que se debatieron en el momento álgido de la crisis soberana española –mayo de 2010, cuando numerosos dirigentes mundiales tuvieron que descolgar el teléfono para decirle a Zapatero que se centrara un poquito, que la Unión Europea se iba por el desagüe gracias, en parte, a su incompetencia ejecutiva– han quedado en el olvido con el paso del tiempo y la aparente vuelta a la normalidad que ha propiciado la decisiva acción del BCE.

Uno de los más discutidos fue el de la revisión de los tipos de cambio fijos de las monedas de la periferia europea contra el euro. Las propuestas más atrevidas pasaban por crear de manera temporal dos divisas en la región, una fuerte y la otra débil, con objeto de mejorar la competitividad de los Estados del sur y evitar las terribles consecuencias en precios y salarios de la única alternativa posible en el marco de la rigidez comunitaria: una severa devaluación interna (del baúl de los recuerdos, un post sobre el particular de aquellos días: Valor Añadido, "¿Aún no conocen la futura nueva moneda española?", 11-02-2010).

Pues bien, dicha idea ha sido rescatada ahora por Michael Pettis, economista experto en China, en historia financiera, en trading de renta fija pública en restructuración y, además, conocedor de España por residencia. Casi nada. Publicada en Seeking Alpha el pasado 26 de mayo, la entrada se titula "Some things to consider if Spain leaves the euro".

Su discurso parte de una premisa inicial: Europa ha resuelto uno de los tres problemas que tenía, el de la liquidez, de carácter perentorio. Sin embargo, le quedan pendientes otros dos, más estructurales: el de su solvencia (deuda soberana que sigue creciendo por encima del PIB y vive una burbuja que empieza a preocupar hasta al condescendiente Draghi) y el de los desequilibrios internos (donde todo gira alrededor de la conveniencia de Alemania). Si no se abordan, el desastre está servido, es su alegre conclusión.

¿Cómo hacerlo?, prosigue. A través de quitas en los bonos soberanos, por una parte, y de rupturas unilaterales con la moneda única, por otra. De hecho, si no se adoptan ambas medidas de manera ordenada, vendrán quienes las impongan desde el populismo y la anarquía. Basta ver los resultados de las elecciones de hace nueve días para concluir que, lo que era posible pero improbable hace bien poco, se mueve rápidamente desde el long tail a la parte más gordita de la campana de Gauss. O Europa empieza a dotarse de la flexibilidad necesaria como para cerrar sus heridas sistémicas o la ruptura, de llegar a producirse, será definitiva.

A partir de ahí, pasa de las musas al teatro centrándose en España.

Nuestro país requeriría de un ajuste cambiario del 30-40% que, al disparar el importe real de la financiación denominada en euros, obligaría a una quita del endeudamiento hasta situarlo en el 60% del PIB si no se quieren perder por el lado del apalancamiento los frutos de esa mayor competitividad. Un default que, por otra parte, considera inevitable por la ley de los grandes números nacionales en un entorno de ausencia de crecimiento, inelasticidad a la baja del gasto público, presión impositiva excesiva y deflación.

Siendo así, mejor dominar el proceso (alargando plazos y cambiando cromos con títulos ligados a la positiva evolución del PIB, por ejemplo) antes de que se pueda presentar el problema de improviso, bien por iniciativa política, bien porque se produzca, por citar un supuesto, un repunte significativo de los tipos de interés exigidos por el mercado que deje tiritando las cuentas públicas.

Concluye con Caruana que esta no es una crisis de demanda y que, por tanto, no se le pueden aplicar las recetas típicas para tratarla (Valor Añadido, "Un español canta al mundo las verdades del barquero", 21-05-2014). Pero, a diferencia de aquel, no se anda, como han podido comprobar, con paños calientes. Toma directa de postura que, aun pareciendo anacrónica y estando construida sobre algunos errores de apreciación, en mi opinión, relevantes, no hace sino poner negro sobre blanco nuestra tragedia como economía: no somos solventes –como casi ninguna nación desarrollada lo es, por otra parte–, no podemos ser competitivos sin un cambio radical de modelo productivo que compense la errada fijación de paridad inicial con el euro. Y en eso, como que no estamos.

Es sobre la constatación de esta realidad que Pettis remata su post ofreciendo matar los dos pájaros de un tiro: "Ya que no puede resolver la situación por sí misma (…) España al menos debe decidir cómo distribuir el coste de su ajuste, algo que pasa por mantener o no su adhesión incondicional al euro". Y el que tenga oídos para oír…

Muchos de los temas que se debatieron en el momento álgido de la crisis soberana española –mayo de 2010, cuando numerosos dirigentes mundiales tuvieron que descolgar el teléfono para decirle a Zapatero que se centrara un poquito, que la Unión Europea se iba por el desagüe gracias, en parte, a su incompetencia ejecutiva– han quedado en el olvido con el paso del tiempo y la aparente vuelta a la normalidad que ha propiciado la decisiva acción del BCE.

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