Valor Añadido
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Gowex, historia de un fraude anunciado
Fue hace tres o cuatro meses, en una cena con gente de los sectores económicos más diversos. A la hora de las copas salió Gowex en una conversación
Fue hace tres o cuatro meses, en una cena con gente procedente de los sectores económicos más diversos. A la hora de las copas salió Gowex en conversación privada con uno de los asistentes. "McCoy, síguelo, no te creas nada", fue su preliminar y escueto mensaje. Hube de esperar un par de gin-tonics más para entender la razón de su acusación. "A Jenaro le obsesiona la bolsa, sólo trabaja para el valor. Todo gira alrededor de cumplir las estimaciones, no matter how. Y el negocio no da. Ha perdido el norte", fue su ebria conclusión.
Desde aquel momento intenté profundizar en el tema, pero me encontré con la cerrazón más absoluta de mi interlocutor. Los intentos que hice con gente de la industria por tratar de obtener algo a lo que agarrarme resultaron vanos. Muchas sospechas pero ninguna certeza. Las cuentas anuales presentaban rarezas, pero uno no puede realizar determinadas acusaciones a humo de pajas. Por si fuera poco, algunos brokers de postín refrendaban la ortodoxia de las cuentas. La vorágine del día a día de El Confidencial relegó el tema al olvido.
Para el común de los mortales, el documento de Gotham pecaba de interés de parte de alguien que había apostado contra la acción. Gowex se había rodeado de un aura de admiración que convertía esta crítica en una estridencia
Hasta el pasado martes.
Gotham Research publicaba un demoledor informe en el que acusaba a la compañía de falsedad en sus cuentas y valoraba sus acciones a cero. Anticipaba un fraude a la Pescanova y la suspensión final del la cotización. Lo curioso es que no estábamos siquiera ante un exhaustivo análisis financiero, sino frente a una extensa numeración de incongruencias y sospechas evidentes que impregnaban peligrosamente toda su actividad tal y como desgranamos el día después, miércoles.
Para el común de los mortales, el documento pecaba de interés de parte de alguien que había apostado contra la acción. Ya están aquí los malditos especuladores. Gowex se había rodeado de un aura de admiración que convertía casi cualquier crítica en una estridencia. Cuanto más una de tal calado. Había que defender el patrimonio nacional. El sospechoso era el acusador no el acusado.
A McCoy, por el contrario, se le encendieron de inmediato todas las alarmas. De ahí su interés y hasta obsesión. Había chicha. Seguro. Gotham, el directivo y los insiders se encargarían de refrendarlo.
Ese mismo miércoles, mientras los títulos se desplomaban cerca del 50% coincidiendo con la caída de la página web corporativa, Jenaro García nos recibía a unos cuantos de El Confidencial en la sede de la compañía, sita en el Paseo de la Castellana número 21 de Madrid. La primera en la frente, ¿por qué ese interés perentorio en controlar el mensaje periodístico?, ¿no debía estar trabajando a destajo para rebatir lo denunciado? Raro. De hecho, la reunión y los sucesos inmeditamente posteriores a la misma fueron la confirmación de que algo olía a podrido en el wifi patrio.
Frente al discurso angustiado y la cara desencajada de su director de Relaciones con los Inversores, el hasta ahora CEO mantuvo su pose de encantador de serpientes afirmando con rotundidad que no había trampa ni cartón. Para ello no dudó en poner una serie de contratos encima de la mesa con operadores o anunciantes, entiendo que con el íntimo deseo de que no se leyeran. La curiosidad malsana me pudo. Y lo que vi fueron acuerdos con proveedores que obligaban a la firma a pagos por uso y cierres comerciales por cifras sustancialmente inferiores a los megapatrocinios anunciados. Entablamos entonces una conversación sobre modelo de ingresos y competencia que nos convenció de que era oropel y no oro lo que brillaba. Las respuestas eran demasiado pueriles, impropias, difusas. Nos fuimos con la promesa de un Hecho Relevante contundente que se publicaría esa misma tarde y tranquilizaría al mercado. Si no había visto antes la luz antes era por una mera cuestión de 'wording' (sic), de pelea con el regulador sobre la terminología a emplear. Ah, vaya.
Nunca antes, y cuando digo nunca es nunca, se nos habían dirigido tantos insiders, actuales y pasados, para suministrarnos información sobre la realidad operativa y financiera de una cotizada
Nada más lejos de la realidad.
La comunicación de Gowex al MAB se produjo a las 17.00 horas y, en ella, la tecnológica se limitaba a reafirmarse en los números oficiales y en sus proyecciones sin un sólo dato que permitiera que, los que nos habíamos situado en el lado oscuro de las dudas más que razonables, pudiéramos cambiar de opinión. Era tal la contradicción entre promesa y concreción que nos invadió una tremenda sensación de preocupación. En contra de lo que pudiera creerse, la desolación era absoluta. No por él sino por sus stakeholders –accionistas y trabajadores fundamentalmente–, así como por lo que podía suponer para la credibilidad de una información financiera nacional ya en entredicho tras el affaire Pescanova.
Paralelamente, estallaba a nivel información restringida la caja de los truenos. Nunca antes, y cuando digo nunca es nunca, se nos habían dirigido tantos insiders, actuales y pasados, para suministrarnos información sobre la realidad operativa y financiera de una cotizada. Jamás. Buena parte de esos envíos y conversaciones tuvieron lugar también con otros soportes. Me consta. Lo he visto publicado en algunos de ellos desde el tamiz que siempre introduce el beneficio de la duda. Apuestas personales más que editoriales. Cautela obliga. Una pena.
El ruido no tardó en llegar a los despachos oficiales. El jueves antes de la apertura se decretó por el MAB la suspensión de la cotización a la espera de que la empresa aclarara su verdadera situación, algo que debía hacer antes del lunes a las 9 de la mañana. El foco cambiaba de lugar y se situaba en el sitio adecuado. Gotham ya no era el malo malísimo. Todas las luces apuntaban ahora al proveedor de wifi gratuito.
Se aproximaban cuatro días de infarto.
Estudiar las cuentas anuales desde la perspectiva de quien las había cocinado en su día permitía entrar en una nueva dimensión, donde las rarezas que antes apuntamos encontraban plena justificación ahora. Fruto de ese renovado análisis fue el post del viernes sobre las 'trampas' de Gowex, muy centrado en el único elemento que nunca miente de las cuentas anuales de cualquier compañía: su Estado de Flujos de Efectivo, esto es: su capacidad de generar caja.
Una publicación que vino precedida la tarde del jueves, como no podía ser de otra manera, por una conversación con los representantes de la sociedad, en la que les señalábamos las dos principales conclusiones de nuestra magra investigación: había un reconocimiento indebido de ventas que estaba conduciendo a una suerte de esquema piramidal, que requería de nueva y acelerada facturación para encubrir posibles quebrantos, y una inadecuada contabilización de gastos operativos como inversión, lo que le permitía manipular los márgenes del negocio. Pese a que tenían nuestros móviles y esperamos hasta la madrugada del viernes, nunca obtuvimos respuesta.
Los hechos se han precipitado desde entonces hasta culminar con el reconocimiento del fraude, la dimisión de Jenaro y la solicitud de concurso de acreedores de Gowex
La mayor o menor sospecha se convirtió de inmediato en certeza. El silencio y la negativa a contestar tan graves acusaciones equivalía a un reconocimiento implícito de que no íbamos desencaminados. Desde las 05.00, hora de su publicación en la víspera del fin de semana, el flujo de confirmaciones por parte de terceros que conocían el pastel sobre lo ahí contenido crecía exponencialmente. Los correos y las llamadas se multiplicaban. Sin embargo, era hora de ser responsables y esperar a la reacción de la compañía anunciada para antes de la apertura de la bolsa el lunes 7.
Los hechos se han precipitado desde entonces hasta culminar con el reconocimiento del fraude, la dimisión de Jenaro y la solicitud de concurso de acreedores de Gowex en lo que supone, como comentamos en su día, una nueva crisis sistémica que deja tocado el régimen de supervisión bursátil español, así como su transparencia.
Todos han fallado. El sistema ha fallado. Colocadores en sus distintas vertientes, auditores, gestor de mercado, proveedores y clientes manipulados, empleados ignorantes y casas de análisis. El papelón de estas últimas es de aurora boreal. Lo que ha puesto de manifiesto Gotham es que no sólo no han hecho bien su trabajo, sino que no han hecho el mínimo trabajo. Su informe no es más que el imprescindible estudio de campo que debiera ser preliminar a cualquier número y/o recomendación. ¿Cómo se puede escribir de un negocio sin tener respuesta a las preguntas básicas sobre el mismo? De vergüenza.
Ahora nos hemos enterado que Gowex era la historia de un fraude anunciado. Que eran muchos los que sospechaban pero que nadie se atrevió a dar el paso al frente, servidor el primero. Que esta España suya, esta España nuestra sigue prefiriendo no complicarse la vida. Que hay miedo a levantar la voz en un entorno clientelar donde el discrepante es sistemáticamente atacado. Que reguladores y vigilantes oyen pero no escuchan, no vaya a ser que sea verdad. Y que mientras esto siga así estaremos cavando colectivamente nuestra tumba.
Una revolución pendiente más, la de conciencia colectiva.
Buena semana a todos.
Fue hace tres o cuatro meses, en una cena con gente procedente de los sectores económicos más diversos. A la hora de las copas salió Gowex en conversación privada con uno de los asistentes. "McCoy, síguelo, no te creas nada", fue su preliminar y escueto mensaje. Hube de esperar un par de gin-tonics más para entender la razón de su acusación. "A Jenaro le obsesiona la bolsa, sólo trabaja para el valor. Todo gira alrededor de cumplir las estimaciones, no matter how. Y el negocio no da. Ha perdido el norte", fue su ebria conclusión.