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Sobre la bondad de las comisiones bancarias (aunque parezca mentira)
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Alberto Artero

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Sobre la bondad de las comisiones bancarias (aunque parezca mentira)

El problema de las comisiones no es su existencia, pues resultan legítimas en la medida en que son transparentes, ajustadas –sin duplicidades, por supuesto- y vinculadas a un determinado servicio

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Como la banca no hace dinero en su negocio tradicional, que es pidiendo prestado y prestando, no le queda otra que sangrar a la plebe vía comisiones. Se trata de un fenómeno que no ha hecho más que empezar y que va a causar no poco revuelo en los meses venideros. No digan entonces que no les avisé.

Bien, la pregunta es, ¿hasta qué punto no son un abuso?

Sería bueno antes de entrar en materia una reflexión inicial.

Si en su localidad existiera una sola entidad financiera, probablemente estaría dispuesto a pagar por dejarle en depósito su dinero con tal de no someterse al riesgo de tenerlo en casa y que se lo roben. La compra de seguridad justificaría el dispendio. Pagar al banco no le resultaría entonces tan extraño.

De hecho, la banca podría cobrarle por hacerlo si no se moviera en un entorno de competencia por unos recursos más escasos de lo que parece, ni supiera que de ese dinero va a obtener un resultado que justifica con creces ejercer gratis su labor de ‘custodia’, renunciando a tales ingresos.

Sigamos.

Si además le dijeran que puede disponer de sus fondos cuando quiera, en cualquier lugar del mundo, a cambio de un pequeño pago cada vez que necesite efectivo, imagino que entendería como lícito el coste asociado a ese acceso automático a la liquidez.

Más aún. Teniendo en cuenta la farragosa tramitación burocrática de todos los cobros y pagos asociados a su cuenta, que personalmente le supondría un papeleo insufrible, imagino que no le importaría abonar una cantidad para que el empleado de la sucursal se encargara.

Y así sucesivamente.

Quiero decir con todo esto que el problema de las comisiones no es su existencia, pues resultan legítimas en la medida en que son transparentes, ajustadas –sin duplicidades, por supuesto- y vinculadas a un determinado servicio, sino su dolorosa individualización. Y ese fenómeno, que es el que se está generalizando a día de hoy, es, aunque les resulte extraño, una buena noticia.

Hasta hace pocos años el negocio bancario daba de sí como para poder imputar al margen de intereses el coste para la entidad financiera de buena parte de esas prestaciones. Al incluirse ese plus a todos por igual en sus diferenciales, se convertía en una suerte de subvención encubierta de los clientes que no hacían uso de muchas de las facilidades puestas a su disposición por la firma financiera en favor de los que sí las disfrutaban. Es decir, como se dice en el argot tradicional, pagaban justos por pecadores.

Visto así, la cosa cambia. Quizás tenga sentido otro modelo.

En efecto, precisamente ahora se está produciendo el proceso inverso. Oiga, si usted quiere hacer tal o cual cosa a través de la red que pongo a su disposición, pague por ella de manera personal e intransferible. Y que cada palo aguante su vela.

De generalizarse la asignación individual, y de ajustarse el resto de las comisiones a la operativa real de los clientes –todavía hay excesiva tabla rasa, especialmente en los mínimos de obligatoria aplicación- nos encontraríamos al final del camino con un sistema más justo para todos los integrantes del mismo sin un impacto real en el rendimiento de la industria. Algo, sin embargo, en mantillas a día de hoy.

No obstante, el proceso de desintermediación bancaria, por una parte; la transición de lo físico a lo digital en la banca tradicional, por otra; las facilidades tanto de información como de comparación que la web ofrece, en tercer lugar; cuarto, la presión de autoridades y asociaciones de consumidores y, por último, la necesidad del propio sector de reconciliarse con el ‘público’ pueden hacer que la personalización extrema de los costes asociados al servicio bancario llegue a ser una realidad para beneficio de todos mucho antes de lo que la gente piensa.

Sería, sin duda, una buena noticia, ¿no creen?

Buen fin de semana a todos.

Como la banca no hace dinero en su negocio tradicional, que es pidiendo prestado y prestando, no le queda otra que sangrar a la plebe vía comisiones. Se trata de un fenómeno que no ha hecho más que empezar y que va a causar no poco revuelo en los meses venideros. No digan entonces que no les avisé.

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