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Ni beneficios ni actividad... el mundo, camino de la recesión global
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Alberto Artero

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Ni beneficios ni actividad... el mundo, camino de la recesión global

Los datos que se han conocido de resultados después de impuestos y de comercio internacional admiten pocas dudas: si esto no es una recesión global, se le parece mucho

Foto: Trabajadores cargan contenedores en un barco carguero en un puerto de Tokio (Japón). (EFE)
Trabajadores cargan contenedores en un barco carguero en un puerto de Tokio (Japón). (EFE)

Ignacio de la Torre ha sido de las primeras voces en gritar que el lobo de la inflación puede acechar antes de lo previsto el redil de los bancos centrales, con imprevisibles consecuencias para sus políticas monetarias ultraexpansivas (El Observatorio del IE, ‘La inflación amenaza’, 18-03-2016). Aunque, como siempre, sus predicciones están trufadas de argumentos, cuesta creer que finalmente se cumplan, especialmente teniendo en cuenta los nubarrones que amenazan al empleo a nivel mundial -tecnificación de los servicios- y la experiencia japonesa, donde bajo paro no se traduce en mayor consumo por una cuestión puramente demográfica, envejecimiento poblacional. Una realidad de la que participa también la Vieja Europa.

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Además, no dejan de conocerse nuevos datos que pueden poner ese pronóstico en cuarentena.

Recientemente, hemos sabido de dos de cierta significación.

En primer lugar, ha dado a conocer el Departamento de Comercio de los Estados Unidos la evolución de los beneficios después de impuestos para el conjunto del entramado empresarial de aquel país. Los datos no pueden ser peores, y revelan un entorno en el que se atisba con dificultad una inflación salarial sostenida y, por ende, mayor demanda interna. No en vano, la merma interanual del cuarto trimestre alcanza el 15% para una contracción en el ejercicio 2015 del 5,1%. Se trata de la mayor caída en un trimestre desde 2008. Los datos 'pre-tax' no son mejores. Buena parte de tal deterioro -más allá de la debacle en los productores de materias primas- se deriva de unas ventas lánguidas, completándose así el círculo vicioso.

Por otra parte, ha publicado el World Trade Monitor los datos de comercio internacional sobre la base de dos parámetros: volumen y precio unitario en dólares. Pues bien, en relación con el primero, el incremento interanual es de apenas un 1,1%, lejos de las alegrías del pasado. Pero lo más preocupante llega con el segundo, donde el deterioro que se venía vislumbrando desde junio de 2014 -y más levemente desde mayo de 2011- ha llegado 18 meses más tarde a su cénit, con un colapso enero contra enero del 12,1%. Se ha situado así a su nivel más bajo desde mayo de 2006. Y esa es una fuerza deflacionaria de calado cuyo origen hay que buscarlo en el exceso de capacidad productiva a lo largo y ancho del planeta.

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Ninguna de las dos noticias son buenas para los activos financieros.

Es indudable que, al menos en el caso americano, y si damos por buenas las predicciones que hablan de dos trimestres, hasta junio, de resultados planos en el mejor de los casos en el S&P500, cualquier subida de sus bolsas se tendrá que basar en una expansión de múltiplos que se antoja menos posible que en el pasado, dadas las dudas internas sobre crecimiento, financiación y divisa. Por lo que respecta a los bonos, cualquier debilidad en la capacidad de generar caja, más aún si viene acompañada de un mayor rendimiento de la deuda soberana, afectará a la percepción de los inversores y a su originación y rendimiento posterior.

Estamos sin duda en un momento apasionante, donde leer el futuro se convierte en más difícil que nunca por la cantidad de parámetros cuya evolución es una quimera. Lo único cierto es que seguimos en manos de los Draghi, Yellen y compañía, y que, a la pregunta "¿después de ellos, qué?" sigue sin haber una respuesta clara.

Más bien lo contrario.

Esta primavera alterará la sangre de los operadores, no les quepa la menor duda. Ya no son mercados financieros sino ‘campos de batalla’, como los define el gestor 'hedge' Crispin Odey.

Y estaremos aquí para contárselo.

Entre tanto, en ese país llamado España miren dónde se sitúan los precios al productor.

'Food for thought'.

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Buena semana a todos.

Ignacio de la Torre ha sido de las primeras voces en gritar que el lobo de la inflación puede acechar antes de lo previsto el redil de los bancos centrales, con imprevisibles consecuencias para sus políticas monetarias ultraexpansivas (El Observatorio del IE, ‘La inflación amenaza’, 18-03-2016). Aunque, como siempre, sus predicciones están trufadas de argumentos, cuesta creer que finalmente se cumplan, especialmente teniendo en cuenta los nubarrones que amenazan al empleo a nivel mundial -tecnificación de los servicios- y la experiencia japonesa, donde bajo paro no se traduce en mayor consumo por una cuestión puramente demográfica, envejecimiento poblacional. Una realidad de la que participa también la Vieja Europa.

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