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Carta abierta al empresario español: usted es el culpable
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Alberto Artero

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Carta abierta al empresario español: usted es el culpable

Usted ha decidido ser cabeza de ratón y no cola de león. Las razones por las que ha tomado esa decisión pueden ser de lo más variopinto

Foto: Foto: iStock.
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Querido empresario,

Permita que me dirija a usted sin conocerle. Estoy seguro de que buena parte de las afirmaciones que voy a realizar a continuación no le serán aplicables de manera individual. No se dé por aludido, si no es el caso. Buscan recoger la sensación que emana de cierto tiempo tratando con el colectivo corporativo patrio, bien directamente, bien por medio de los asesores o intermediarios que le acompañan en sus negocios.

Usted ha decidido ser cabeza de ratón y no cola de león. Las razones por las que ha tomado esa decisión pueden ser de lo más variopinto. La necesidad de salvaguardar el negocio para sus herederos, la resistencia al cambio, el miedo a perder su particular cuota de poder o, simplemente, la sensación —siempre subjetiva y personal— de que es la mamá de Tarzán y la creencia —raras veces acertada— de quesi yo no gano/mando/soy-el-'boss', 'no es para mi'. Da igual. El caso es que ha renunciado a crecer y se ha quedado ahí, en tierra de nadie, sin capacidad para afrontar los grandes retos que el entorno plantea ni para lograr las economías de escala que mejorarían su rentabilidad y su posición financiera. Pena, penita, pena.

¿Cómo va a ser España algo en el ámbito internacional con este tamaño de compañías? Hay excepciones, algunas de ellas ejemplares. Pero son aún escasas

¿Sabe qué? Es un problema no solo para la sociedad que usted dirige sino para el conjunto de España. ¿Cómo va a ser nuestro país algo en el ámbito internacional con este tamaño de compañías? Es verdad, hay numerosas excepciones, algunas de ellas ejemplares a nivel mundial. Pero son aún escasas. Demasiado pocas. La gran mayoría del tejido empresarial nacional son pequeñas empresas, con escasa inversión y menos empleo, que difícilmente sobrevivirán a la segunda generación. Una estadística que, no se equivoque, incluirá probablemente, si no reacciona, a su firma, Chita y Jane incluidas. En su mano está cambiar esa dinámica.

Deje a un lado el provincianismo y piense en grande, no solo de manera orgánica, apalancándose en los recursos de su negocio para ejecutar una visión desde los primeros réditos de su andadura—¿la tiene?—, sino también adquiriendo o fusionándose con buenas ideas mal gestionadas, complementos mercantiles de su producto o de mercado, o competidores que aporten escala. Siempre bajo una premisa básica: el ‘pelotazo’ suele ser fruto, más allá del oportunismo de algunos, de años de trabajo, dedicación y esfuerzo. Los cuentos de hadas, en Disney.

El freno a este proceso es usted: sus aires de reinona, su satisfecha insignificancia, esa que hace que buena parte del entorno asociativo sea una jaula de grillos

Las ventajas son innumerables y se retroalimentan. No solo desde el punto de vista operativo, sinergias de ingresos y, sobre todo, de costes, con su correspondiente impacto en márgenes, sino también en relación con el acceso a la financiación bancaria y mercados de capitales, el aumento de las posibilidades de internacionalización (asentarse donde está el negocio, concepto bien distinto al de la mera exportación) o la implantación de medidas orientadas a la profesionalización y la mejora del gobierno corporativo, paso necesario para suscitar el interés de terceros.

Pues bien, siendo así, multiplicando las más de las veces los pros a las contras, el freno a este proceso, permítame que se lo diga, es usted: sus aires de reinona, su estrechez de miras, su satisfecha insignificancia, ese individualismoque hace que buena parte del entorno asociativo en España sea una jaula de grillos, limitando las oportunidades y penalizando las realidadesen beneficio de otros Estados que hacen de todo lo suyo un uno con el que pelear internacionalmente; la misma que es condena para su negocio hasta que un día despierte, de manera repentina, a la trágica nada en que su ensoñación se ha visto reducida.

Ahí queda el aviso.

Atentamente,

Querido empresario,

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