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Ángel Blanco

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China, cambio de paradigma...para todos

La especialización y la posibilidad de invertir fuera de la pura manufactura, ante la posibilidad de externalizar la misma, favoreció el crecimiento tanto de empresas como países. Ahora llega el cambio

Foto: Trabajadores instalan unas líneas eléctricas en una torre de alta tensión en China. (EFE/Alex Plavevski)
Trabajadores instalan unas líneas eléctricas en una torre de alta tensión en China. (EFE/Alex Plavevski)

Las medidas anunciadas por el gobierno chino la semana pasada ponen de manifiesto la elevada correlación entre la crisis actual y la crisis geopolítica que se inició años atrás, alcanzando su punto de inflexión con la entrada de Trump en el gobierno americano. El proceso de desglobalización parcial potenciado en ese momento, aunque iniciado años atrás, especialmente tras la crisis financiera del 2007, siguió su curso acelerándose durante la pandemia, la cual llevo a extremar el entorno y obligar a las diferentes áreas geográficas a tomar medidas de alcance ante las deficiencias que ha demostrado un modelo excesivamente basado en la externalización.

La globalización, como sistema, no puede decirse que haya sido ni mucho menos negativa. La especialización y la posibilidad de invertir fuera de la pura manufactura, ante la posibilidad de externalizar la misma, no solo favorece costes, sino que, económicamente, favorece el crecimiento tanto de empresas como países. Supone una optimización de dinero y procesos productivos. Sin embargo, como siempre ocurre, el riesgo llega cuando la capacidad de negociación se pierde y se crean entornos de dependencia que son muy complejos de limitar, requiriendo mucho tiempo e inversión para poder hacerlo.

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En el panorama actual, vemos claramente como hemos llegado al extremo: Con una elevada dependencia en manufacturas, materias primas, energía y distribución internacional, lo que, unido a los elevados niveles de deuda de los Gobiernos, hace que nos encontremos ante un cambio de modelo cuyos primeros pasos ya se han dado, pero que se tienen que implementar rápidamente para poder estabilizar la economía. Tristemente, entramos en una nueva fase en la que la productividad se verá mermada ante la necesidad de desarrollar planes de contingencia por áreas geográficas, que limiten la dependencia del exterior, pudiendo tener un mayor control sobre precios.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que nos vayamos a encontrar con una agresiva desaceleración del comercio internacional a medio plazo. Lo que significa es que vamos a entrar en una fase en la que la necesidad de invertir en producción, infraestructuras y energía será la única forma de limitar los riesgos propios de la globalización. Lo lógico es ir a un sistema en el que el incremento de la capacidad de producción propia sirva para limitar la volatilidad coyuntural, al reducir la capacidad de presión de aquellos hacia los que hemos externalizado.

Las medidas propuestas en China suponen la confirmación del cambio geopolítico al que hacía referencia. Es el inicio de una nueva etapa en el país asiático, en la que la inversión a largo plazo en sus propias empresas, favoreciendo el crecimiento de calidad frente al crecimiento a corto, unido al fomento de la demanda interna y la autosuficiencia tecnológica, se sitúan como las principales vías de estabilización. Anuncian, entre otros objetivos, el reforzar la seguridad de las cadenas industriales y del suministro, para lo cual es fundamental el apoyo de la liquidez a través de políticas fiscales.

Foto: El presidente de China Xi Jinping. (EFE/Mark R. Cristino)

Frente a un modelo basado en la exportación de manufacturas, buscan ahora más que nunca un equilibrio entre el comercio exterior y el interior, aprovechando temporalmente la falta de planes de contingencia del resto de áreas geográficas, pudiendo además jugar con los tiempos en la implementación de su modelo, actuando como transmisor de inflación, hasta que el resto de las áreas reduzca sus diferenciales.

Si analizamos las diferentes medidas vemos como se fomenta A) las políticas fiscales frente a las monetarias, utilizando la banca estatal como proveedor de liquidez B) demanda interna y creación de clase media C) inversión en tecnología, su principal debilidad D) cierre parcial de fronteras (COVID), o limitación del comercio internacional, ganando tiempo para su estabilización y cambio de modelo.

El resto de las áreas, especialmente Europa, han de prepararse aún más para este entorno, debiendo llevar a cabo agresivas políticas fiscales. La estabilización depende mucho más de estas que de atajar inflación vía mayores subidas de tipos, que suponen enormes riesgos de liquidez tanto para Gobiernos como para empresas. Europa debe invertir en industria, en energía, en alimentación, debe limitar su dependencia.

Foto: EC.

Estados Unidos también debe tender a esa situación si bien, en estos momentos, la divisa y el autoabastecimiento de energía le deja en una posición mucho mejor que al resto.

Desde el lado positivo, una vez anunciada la política que China quiere desarrollar e implementar, el resto de las áreas debería reaccionar y sería lógico ver nuevas medidas, o una significativa aceleración de las ya tomadas, en las próximas semanas.

Las medidas anunciadas por el gobierno chino la semana pasada ponen de manifiesto la elevada correlación entre la crisis actual y la crisis geopolítica que se inició años atrás, alcanzando su punto de inflexión con la entrada de Trump en el gobierno americano. El proceso de desglobalización parcial potenciado en ese momento, aunque iniciado años atrás, especialmente tras la crisis financiera del 2007, siguió su curso acelerándose durante la pandemia, la cual llevo a extremar el entorno y obligar a las diferentes áreas geográficas a tomar medidas de alcance ante las deficiencias que ha demostrado un modelo excesivamente basado en la externalización.

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