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Los ciudadanos pagan las ideas de los políticos
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Carlos Cancela

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Carlos Cancela

Los ciudadanos pagan las ideas de los políticos

La noche previa a la apertura a la prensa del Salón del Automóvil de París, Martin Winterkorn, el presidente del grupo automovilístico Volkswagen, mostró su malestar

La noche previa a la apertura a la prensa del Salón del Automóvil de París, Martin Winterkorn, el presidente del grupo automovilístico Volkswagen, mostró su malestar con la Comisión Europea porque estudia nuevas y mucho más estrictas normas anticontaminación para los coches en los próximos años. Y solo unas horas después otro de los grandes de las industria automovilística, Sergio Marchionne presidente del grupo Fiat, hacía lo propio.

Limpiar las ciudades, hacer que los coches sean cada vez menos consumidores y contaminantes es una tarea muy importante, sin duda. Todos los fabricantes apuestan cada día por hacer coches más respetuosos con el medioambiente. Y de hecho cada nueva generación supone una reducción de emisiones entorno a un 15%. Además, en estos momentos de crisis uno de los factores que se tienen más en cuenta a la hora de adquirir un coche nuevo es su consumo.

La Comisión Europea, con su estricta normativa anticontaminación, las famosas Euro4, Euro5 o Euro6, han sido muy importantes para conseguir bajar los consumos en los últimos años. Y de ahí su gran relevancia. Los fabricantes jamás han protestado por estas normativas, porque son buenas para todos, pero ahora sí lo hacen. ¿Cuál es la causa de este cambio?

De momento, para cumplir los diferentes márgenes de emisiones se podía utilizar una tecnología más o menos accesible, que se podía pagar, aunque las marcas han realizado unas muy fuertes inversiones para hacer motores cada día más limpios. A día de hoy los fabricantes ya saben que en 2020 estarán obligados a cumplir, como media de su gama, con unas emisiones máximas de 95 g/km en Europa.

Este es un valor muy bajo, sobre todo si se compara con esa misma cifra en China, de 120 g/km o de Estados Unidos donde serán 145 g/km en el año 2020. Esta diferencia es muy importante y significa que un fabricante americano, por ejemplo Chevrolet, debe hacer una inversión brutal de dinero si quiere adaptar técnicamente un coche que ya comercializa en Estados Unidos legalmente, para traerlo a Europa.

Esto es un grave problema para el Viejo Continente. Si la Comisión sigue bajando el límite de emisiones, y ya se habla de 75 g/km, esto hará que algunos fabricantes ni siquiera comercialicen en Europa algunos modelos porque no podrán cumplir con la normativa. Y puede ocurrir que Ferrari, o Lamborghini o Mercedes hagan coches solo para vender fuera de Europa.

Pero tiene otro problema mucho más grave, que es la pérdida de competitividad de Europa. Digamos que básicamente hay tres grandes zonas productoras de vehículos, China, Estados Unidos y Europa. Si en China se produce un coche compacto, por ejemplo el Golf, siguiendo la normativa de aquel país costará un 20 o 25% más barato que uno hecho en Europa con la normativa europea. Solo por su tecnología de motores y sin tener en cuenta otros factores muy importantes, como son la mano de obra o el transporte.

Y esto es aún más exagerado si se compara, por ejemplo, un Ford Mondeo cumpliendo las normas USA anticontaminación o un Mondeo equivalente hecho en España. En este caso la diferencia puede superar el 30%. ¿Quién fuera de Europa comprará un coche europeo en estas condiciones?

Winterkorn, presidente del primer grupo automovilista europeo por producción y ventas, cuantifica las inversiones necesarias para reducir la contaminación. Cada gramo que hay que reducir de la media de emisiones de una gama supone invertir 200 millones de euros en tecnología.

Pero no es que el ejecutivo alemán quiera ahorrarse un dinero o tratar de ganar más dinero con su negocio, no. Si el grupo Volkswagen, y el resto de grupos exactamente igual, hace una inversión de por ejemplo 5.000 millones de euros cada año para reducir las emisiones y vende 10 millones de coches en ese año, las cuentas son muy claras. Cada cliente, de media, deberá pagar 500 euros de más por su coche. Y si no, pues no hay negocio.

Estas cuentas son aún peores, porque en realidad las ventas de todo el grupo Volkswagen en Europa fueron en 2013 de tres millones de unidades, es decir, que los 5.000 millones de euros invertidos solo para los coches europeos supone que el sobrecoste de cada unidad, lo que pagará de más cada cliente europeo será de casi 1.700 euros por coche.

Además, los gobiernos europeos hacen trampa. La única forma de conseguir cumplir ya con los 95 g/km, y qué decir si se impone el límite de 75 g/km en 2025, es con coches eléctricos. Los fabricantes tienen ya un amplio catálogo de vehículos que se pueden mover con electricidad, pero que requieren enchufes. Algunos países están un poco más avanzados en este tipo de infraestructuras, pero en el caso de España es prácticamente cero.

Si un fabricante ofrece cinco coches híbridos puede conseguir un valor medio de emisiones de 95 g/km, pero la realidad es que los coches que se venden realmente consumen y emiten mucho más. Es absurdo gastar en el desarrollo de unos modelos que a día de hoy no se pueden vender, al menos en gran volumen.

Estas estrictas normativas para reducir de manera exagerada los límites de emisiones van, además, en contra de las arcas de Hacienda. Todos los países europeos tienen en los carburantes una fuente muy importante de impuestos directos. España es básicamente el país que menos grava los carburantes, pero aún así los impuestos suponen el 50% del precio real de cada litro de gasolina o gasóleo. Si cada nueva generación de un vehículo consume un 15% menos que su antecesor, también paga un 15% menos de impuestos. Y si se consigue, por ejemplo, un coche de dos litros de consumo homologado, las cuentas no saldrán.

En el mundo del automóvil llevamos años oyendo hablar del crecimiento sostenible. Es imprescindible crecer así, porque de lo contrario acabaremos con el mundo en unos pocos años. Pero ese crecimiento sostenible también deber ser asumible. Aquí, lo único que paga toda la fiesta mundial son los impuestos de los ciudadanos.

Cada nueva idea que tiene un político, sea de la Comisión Europea o del Gobierno chino o del Ayuntamiento de Madrid, por poner solo unos ejemplos, la pagan los ciudadanos con sus impuestos. Y por ello todos esos políticos deberían pensar muy bien, antes de poner sobre la mesa una nueva y genial idea, en el bolsillo de sus ciudadanos. A esos políticos que viajan en un coche que no es suyo, con un chofer al que no pagan ellos, les importa muy poco que los coches o los carburantes cuesten más caros. Pero a los ciudadanos si nos importa mucho.

La noche previa a la apertura a la prensa del Salón del Automóvil de París, Martin Winterkorn, el presidente del grupo automovilístico Volkswagen, mostró su malestar con la Comisión Europea porque estudia nuevas y mucho más estrictas normas anticontaminación para los coches en los próximos años. Y solo unas horas después otro de los grandes de las industria automovilística, Sergio Marchionne presidente del grupo Fiat, hacía lo propio.

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