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¿Para cuándo la educación vial obligatoria en España?
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Carlos Cancela

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Carlos Cancela

¿Para cuándo la educación vial obligatoria en España?

Los principales países de nuestro entorno la tienen y en el caso de España es transversal y no obligatoria

Foto: Los parques infantiles de circulación, como este de Audi, son una gran idea casi olvidada en España.
Los parques infantiles de circulación, como este de Audi, son una gran idea casi olvidada en España.

La circulación de coches, bicicletas y peatones por las calles o carreteras de nuestras ciudades es una realidad en nuestra vida diaria. En las grandes ciudades, un niño aprende antes a convivir con una moto, un coche o un autobús que con una vaca, una lagartija o una oveja. Sin embargo, los niños aprenden en los colegios a conocer los animales, pero nadie les enseña absolutamente nada sobre la circulación, semáforos, cruces, motos o pasos de cebra. Por supuesto, es importante saber de naturaleza, de animales o el resto de materias de su educación, pero en conocer las normas básicas de la circulación y de la seguridad vial les va la vida y nadie se lo enseña.

Es penoso que en los principales países de nuestro entorno los niños aprendan en la escuela desde pequeños a desenvolverse con seguridad en los entornos del tráfico, ya sea en ciudad o en carretera, y que en España no se les enseñe nada de este tema. Porque en el sistema educativo español la educación vial es una asignatura transversal, no obligatoria. Y por ello es igual de importante que, por ejemplo, el ajedrez.

En países como Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Italia, Portugal o Suecia se enseña educación vial a los niños como asignatura obligatoria durante todo su aprendizaje. Incluso en Suecia, país pionero en seguridad vial, cada colegio tiene un consejo de educación vial en el que participan niños, profesores, familias y administraciones locales. Por el contrario, al igual que España, donde se enseña como asignatura transversal a través de otras materias, en países como Irlanda, Luxemburgo o Reino Unido solo la enseñan de forma voluntaria en los colegios.

Desde la Comisión Europea instan a todos los países a crear una estrategia de educación y formación en seguridad vial como elemento clave para reducir en un 50% los accidentes de tráfico en 2020, pero no todos los países europeos lo aplican de igual manera. Y en el caso de España estamos a la cola, también en formación vial.

No es una cuestión de estar a favor o en contra del automóvil, del uso del vehículo particular, sino de proteger a nuestros pequeños y enseñarles a defenderse de los conductores peligrosos y agresivos, pero también de los más educados y respetuosos, de todos. Saber que no se puede cruzar por cualquier sitio o que hay que hacerlo cuando el semáforo está en verde para los peatones. Pero no porque aprendan, que ya sería importante, sino porque su vida corre peligro si no lo hacen.

Lo de la ministra Celaá es la gota que colma el vaso, hasta el momento, pero dentro de veinte años podremos seguir hablando exactamente igual, porque seguirá sin ser obligatorio aprender educación vial en los colegios. Cuando empecé a trabajar en el mundo del motor tenía que hacer mucha información sobre tráfico, circulación, balances de víctimas y también de educación vial. Hace cuarenta años ya se hablaba de manera continuada de hacer que la educación vial fuera una asignatura obligatoria como es en los países de nuestro entorno, como. Y sería lo más lógico.

Con educación

La única manera de conseguir mejorar nuestra seguridad vial es la educación de todos los implicados en ella. Pero no solo los conductores, no es una cuestión de aprender más normas para obtener el permiso de conducir. No. Se trata de que todos sepamos siempre lo que hay que hacer y, sobre todo, respetar a los demás. Pero vivimos una sociedad muy complicada en la que la educación vale cada vez para menos.

Esa sociedad de los valores, del respeto por las normas y por los otros ciudadanos es lo que hemos perdido, y lo que se nota cada día más en el automóvil. Cuando uno viaja por Noruega, por ejemplo, nadie se salta las normas. Si hay una señal de 80 km/h, todo el mundo circula a esos 80 km/h, ni uno a arriba ni uno abajo. En España ocurre exactamente lo contrario. En una carretera tranquila, sin tráfico y sin complicaciones por lluvia o falta de visibilidad, con un límite de 100 km/h, por ejemplo, unos van a 80 km/h y otros a 140 km/h. Lo peor es que todos creen que lo van haciendo bien porque hacen exactamente lo que les da la gana. Y lo mismo ocurre con las rayas continuas o con los prohibido adelantar o los stop. Cada uno hace lo que quiere donde quiere, cuando quiere.

La única solución a este grave problema es que los niños, desde su entrada en el colegio, aprendan a convivir con esta movilidad que ya forma parte de nuestra vida. Creo que es una causa perdida, la verdad, pero hay que intentarlo por todos los medios. Cuando un director general de Tráfico busca reducir la siniestralidad, siempre dice lo mismo, reducir los límites de velocidad, más radares, más multas. Pero no, lo que hay que hacer es enseñar a todos, conductores, peatones, motoristas o ciclistas a respetar las normas y a respetar a los demás usuarios de las vías, vayan como vayan moviéndose.

La circulación de coches, bicicletas y peatones por las calles o carreteras de nuestras ciudades es una realidad en nuestra vida diaria. En las grandes ciudades, un niño aprende antes a convivir con una moto, un coche o un autobús que con una vaca, una lagartija o una oveja. Sin embargo, los niños aprenden en los colegios a conocer los animales, pero nadie les enseña absolutamente nada sobre la circulación, semáforos, cruces, motos o pasos de cebra. Por supuesto, es importante saber de naturaleza, de animales o el resto de materias de su educación, pero en conocer las normas básicas de la circulación y de la seguridad vial les va la vida y nadie se lo enseña.

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