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Juan María Hernández Puértolas

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Mi Idaho privado

Idaho no verá físicamente a ningún candidato a la presidencia en toda la campaña final, ni tampoco sus televisiones recogerán anuncio político alguno. Es territorio impenetrable para los demócratas

Foto: Un minero busca oro en el río Salmón, cerca de Riggins, Idaho, en julio de 2014. (Reuters)
Un minero busca oro en el río Salmón, cerca de Riggins, Idaho, en julio de 2014. (Reuters)

Aludía hace 15 días en este espacio al viejo cliché que atribuye a un sector considerable de la sociedad norteamericana una cierta incapacidad para situar correctamente a España en el mapamundi. Hoy querría desafiar a mis amables lectores a situar correctamente el estado de Idaho en el mapa estadounidense.

¿Por qué precisamente Idaho? Ciertamente, mucho de lo que viene a continuación podría aplicarse a otros estados de ese país que no salen mucho en las noticias, como Dakota del Sur, Montana o Nebraska. El caso es que, dada la creciente polarización que ha sufrido el país durante el último medio siglo, en muchos de esos estados de las grandes praderas del centro y norte del país no sería necesario celebrar elecciones presidenciales, tal es la devoción que sienten por el Partido Republicano. Pero Idaho es un caso especial, porque es muy rentable políticamente estar contra el Gobierno central y el partido más identificado con el activismo gubernamental, el Demócrata.

A este lado del Atlántico, lo que primero impresiona en esa zona estadounidense son las dimensiones y las distancias. Idaho, en el noroeste del país, que limita al norte con la frontera canadiense, al este con Montana y Wyoming, al oeste con Washington y Oregón y al sur con Nevada y Utah, tiene una superficie cercana a la mitad de la de España, pero alberga a una población que apenas supera 1,6 millones de habitantes, como el doble de la ciudad de Valencia. Sin embargo, no puede decirse que se haya estancado demográficamente hablando, ya que en el periodo 1990-2010 ha experimentado un crecimiento del 57%.

Y la gente no ha emigrado a Idaho por sus espectaculares paisajes, por contener la mayor superficie de áreas naturales de todo Estados Unidos con la excepción de Alaska, el río más largo sin presas o uno de los resorts de esquí más acreditados del país (Sun Valley)... esa es una motivación para los turistas y para los potentados de Los Angeles, San Francisco, Nueva York o Chicago que han fijado allí su segunda residencia. De hecho, fue Ernest Hemingway quien en gran medida popularizó la salvaje belleza de la naturaleza de Idaho entre intelectuales y artistas, y allí fue donde se quitó la vida a la edad de 61 años en 1961.

No, la inmigración ha llegado a Idaho por los 'chips' que se comen y por los que no se comen, por las 'chips' y por los chips. Si a un español se le pregunta de dónde son las mejores naranjas, lo más probable es que conteste Valencia. Si a un estadounidense se le efectúa el mismo interrogante pero con relación a la patata, con toda seguridad responderá Idaho. En 1953, un tal JR Simplot patentó en Idaho el método de congelar las patatas para freírlas y suscribió un contrato con la por entonces pequeña cadena de restaurantes McDonald’s. Obviamente, Simplot se hizo multimillonario y se convirtió en el principal procesador de patatas del mundo. Años después, diversificó —lo que es mucho diversificar— al sector de los componentes electrónicos, fundando Micron Technology, lo que propició un 'boom' de 'high tech' en Idaho. Hace apenas una década, Idaho era el estado con más patentes por trabajador del país y hoy ocupa el sexto lugar de ese 'ranking' y está también muy por encima de la media en inversiones en investigación y en salidas a bolsa.

¿Tiene que ver esa veta dinámica y emprendedora con su creciente conservadurismo político? Puede ser, pero lo que es seguro es que está relacionado con el hecho de que el Gobierno federal es el propietario del 63% de las tierras del estado, con el objetivo fundamental de preservar la naturaleza y el medio ambiente. Aparentemente, una gran mayoría de los locales está más por el desarrollo que por la ecología, de ahí la identificación con el partido que al menos retóricamente se ha posicionado más contra la 'tiranía' de Washington DC, el Republicano.

placeholder Miembros de la Milicia Light Foot, de Spokane, durante un encuentro anual de este tipo de grupos en Priest River, Idaho. (Reuters)
Miembros de la Milicia Light Foot, de Spokane, durante un encuentro anual de este tipo de grupos en Priest River, Idaho. (Reuters)

No siempre fue así. La figura política más famosa del estado, el único demócrata reelegido para el Senado en la historia de Idaho y el último demócrata en representar a Idaho en la Cámara Alta fue Frank Church, senador desde 1957 a 1981. Church presidió el comité de investigación que llevaba su nombre y que descubrió en los años setenta del pasado siglo los desmanes y tropelías que habían cometido el FBI y la CIA en nombre de la seguridad nacional, incluyendo experimentos con drogas alucinógenas a detenidos y atentados contra políticos extranjeros. Describiendo en 1975 las actividades de un organismo por entonces desconocido por la inmensa mayoría de los norteamericanos, la Agencia Nacional de Seguridad —NSA en sus siglas en inglés—, Church pronunció unas palabras que hoy suenan increíblemente proféticas: “Esta capacidad puede volverse en contra del pueblo americano en cualquier momento y a ningún americano le quedará vida privada, tanta es la capacidad tecnológica para monitorizarlo todo, conversaciones telefónicas, telegramas, cables… No habrá sitio donde esconderse”.

El año 1980, cuando la arrolladora victoria de Ronald Reagan acarreó la no reelección de varios senadores progresistas, entre ellos Church, un político de Idaho de muy distinto signo llegó a Washington. Su nombre era Larry Craig y permaneció 10 años en la Cámara de Representantes y 18 en el Senado (1981-2009). El historial de Craig ilustra nítidamente la realidad política del Idaho más reciente. Miembro de la junta directiva de la Asociación Nacional del Rifle —NRA en sus siglas en inglés— y partidario de una enmienda constitucional para equilibrar el presupuesto federal, no hubo en los tiempos recientes ninguna iniciativa antiecologista en la que faltara Craig. Oposición a la prohibición de perforaciones petrolíferas en el Ártico, apoyo a las mismas perforaciones cerca de las costas, promoción del transporte y almacenamiento de las armas nucleares en un paraje protegido (Yucca Mountain) y respaldo a la desregulación del sector forestal maderero fueron algunas de las políticas impulsadas por Craig a lo largo de su dilatada carrera legislativa.

El corolario, como pasa en muchos otros estados, es que Idaho no verá físicamente a ningún candidato a la presidencia en toda la campaña electoral final. Todo el pescado está vendido, y no ya ahora, sino desde hace 40 años

Carrera que sin duda continuaría hoy (nació en 1945) de no ser por un desagradable incidente personal que acabó con su trayectoria política. En junio de 2007 fue detenido por “conducta lasciva” en el lavabo de caballeros del aeropuerto de Minneapolis-Saint Paul, sin duda objeto de una encerrona policial ('sting', en la jerga legal al uso). Acusado de insinuarse a un policía de paisano, Craig declaró que estaba recogiendo un papel del suelo, pero acabó declarándose culpable de “conducta inapropiada” y pagando la correspondiente multa. La orientación sexual de Craig nada tiene que ver con su ideología política, pero el episodio es relevante porque causó en su día un gran escándalo y porque Craig había sido uno de los críticos más feroces de las indiscreciones sexuales del presidente Clinton y opositor tenaz a la regulación de las uniones de personas del mismo sexo. Se especuló con que Craig abandonaría su escaño en el Senado, pero siguió en la Cámara Alta casi año y medio más, simplemente no optó a la reelección en 2008.

Pero la caída de Craig es una anécdota al lado de un hecho incontrovertible, que Idaho es un territorio impenetrable para cualquier candidato presidencial del Partido Demócrata, ya que ninguno de ellos ha pasado del 37% en los 12 comicios de esa naturaleza celebrados desde 1964. En aquel año, en pleno 'shock' por el asesinato del presidente Kennedy, Idaho se decantó por el presidente Johnson. Fue la última vez, y da la sensación de que lo seguirá siendo muchos años más.

El corolario, como pasa en muchos otros estados, es que Idaho no verá físicamente a ningún candidato a la presidencia en toda la campaña electoral final, ni tampoco sus televisiones recogerán anuncio político alguno en las próximas semanas. Todo el pescado está vendido, y no ya ahora, sino desde hace 40 años. Quedan muy lejanos los tiempos en que Frank Church, el único nativo de Idaho candidato a la presidencia de toda la historia, se impuso en la primavera de 1976 en cuatro elecciones primarias, incluidas las de Idaho, antes de ceder la nominación a un oscuro gobernador de Georgia llamado Jimmy Carter.

Aludía hace 15 días en este espacio al viejo cliché que atribuye a un sector considerable de la sociedad norteamericana una cierta incapacidad para situar correctamente a España en el mapamundi. Hoy querría desafiar a mis amables lectores a situar correctamente el estado de Idaho en el mapa estadounidense.

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