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'Whistleblower', Lorca y el jamón
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Luján Artola

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'Whistleblower', Lorca y el jamón

En medio de aranceles, Lorca y jamón, millones de personas, corren de un lugar a otro como si fueran siempre con algo urgente entre manos. Y es que lo tienen, viven en Nueva York

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (EFE)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (EFE)

Parece el nombre del protagonista de una novela de Walt Wiltman. Mr. Whistleblower, un caballero del siglo XIX, elegante, serio, alto y culto. Pero no. A parte de evocaciones personales románticas y quizá absurdas, no es nadie con sombrero (que sepamos) sino el funcionario o la funcionaria que “tocó el silbato”, reportó a sus superiores y sacó la tarjeta roja de una conducta irregular y ucraniana del presidente Trump. Y salvo en 'La Usurpadora', la nueva telenovela de Univisión más vista en el país, solo se habla de él.

placeholder El inspector Michael Atkinson tras declarar sobre Trump y sus negocios con Ucrania. (Reuters)
El inspector Michael Atkinson tras declarar sobre Trump y sus negocios con Ucrania. (Reuters)

Como les decía, 'the whistleblower' es la persona más buscada. Todos saben quién es, pero por su seguridad, nadie dice nada. Una cosa es crear el apocalipsis en torno a Trump y otra desvelar al que silba o chifla o toca…el silbato. A los acostumbrados a las series, les aseguro que suenan hasta en el metro, como un hilo musical de fondo, las notas de 'House of Cards'. Nos encontramos en el abismo donde la humanidad entera va a definirse o al menos eso cree la horda de asesores, periodistas, congresistas, gobernadores y senadores. En esta época de 'impeachment', todos hablan de él o ella. El silbato ha sonado de tal manera que no sé si por los altavoces de la guerra comercial con China o por la pandemia de hiperventilación que vivimos, no parece el comienzo de una investigación sino el sonido atronador del fin del mundo.

Aunque para cada escena, todos nos imaginemos una película, no lo es. Y además, las imágenes son sucias y caras

Resulta un tanto pornográfico ver ciertos debates o informativos o programas especiales porque tanto de un lado como de otro, el activismo por 2020 y las presidenciales, no tiene límite. La realidad es que la popularidad de Trump no cae, prácticamente todo el que quiera trabajar puede hacerlo, o al menos eso cantan las cifras del paro técnico, sin embargo, cuanta más información se desvela, más ataques, más división y menos credibilidad. Pero no la de Trump. La del sistema en sí. Y aunque para cada escena, todos nos imaginemos una película, no lo es. Y además, las imágenes son sucias y caras.

Porque en la política ha empezado a pasar que ya nada es demasiado y por eso, como siempre, nos precipitamos de lleno en el capítulo de las consecuencias. Los empresarios españoles y europeos llevan en la batalla de los aranceles demasiados años. Ahora, según anuncia la administración americana parece que nos va a costar caro. Salimos beneficiados en aviones (recuerden el arbitraje de Airbus frente a Boing) y ahora nos van a dar con queso. Y nunca mejor dicho. Si ya era caro colocar productos españoles en el mercado americano, ahora, ni les cuento. Si el jamón o el vino es difícil catarlo, pues nos vamos a quedar con la dichosa suela rosácea italiana llamada prosciutto que si se la come rápido y con dos kilos de tomate, de manera remota, llega a saber a algo porcino.

Foto: Imagen de Julie-Kolibrie en Pixabay.

La penalización a la que van a estar sometidas nuestras exportaciones van a ser irremediables. Y este es el tablero en el que se juega el orden mundial y los europeos, los que quedemos, seremos lo de en medio del bocadillo. Dependerá de cómo se muevan las fichas y de la astucia de nuestros gobiernos. Y hablando de bellotas, me llevaron a una cata de productos ibéricos españoles según ellos, gourmet, según yo, probamos un vino que se podía beber con el mismo gusto que un Espidifén. Un acto con más de cien personas. Salí espantada y mareada. Pero no crean que esa tarde acabó ahí.

Metida en un Uber, crucé la ciudad para ir a la presentación de una web sobre Granada en el Instituto Cervantes, con la excusa de García Lorca y la intención de fomentar los lazos comerciales entre ambas ciudades. Un total de 70 personas conformaban la expedición comercial (así la llamaron, como si fuera esto la Antártida) entre las que estaban el Alcalde de Granada, el delegado del Gobierno andaluz, el presidente de la Diputación Provincial y más de 50 empresarios, y miembros de organizaciones empresariales. Dejaron la Alhambra más sola que en la época de los califas. El asunto es que desconozco el retorno económico de esta excursión sufragada con fondos comunitarios, en parte, y andaluces en la otra. Pero lo que sí sé es que el acto no podía estar peor organizado, explicado y vendido. Para poder alcanzar una loncha de jamón, créanme, había que haber trabajado antes en el Circo del Sol, y solo se salvó de las críticas el de la guitarra, en sentido literal lo digo.

El mercado es en todos sus aspectos, feroz, rápido y abismal. Pero nada que no se viera venir

Y en medio de aranceles, Lorca y jamón, me llega un mensaje de mi aplicación de Uber en el que me informan de que tengo un 20% de descuento para alquilar un helicóptero por 200 dólares y trasladarme al aeropuerto JFK en ocho minutos. Escalofríos me da el concepto, la altitud, el viento que hace, la oferta y, sobre todo, la infografía con la demostración del viaje en modo holograma. Solo se puede llevar una maleta de 18 kilos y me imagino que llevar un cepillo de pelo de más puede ser catastrófico. El trayecto cuesta tres veces más que el terrestre (y terrenal) pero queridos lectores ya estamos oficialmente en 'Blade Runner'.

placeholder Un taxi neoyorquino estacionado junto a la Trump Tower. (Reuters)
Un taxi neoyorquino estacionado junto a la Trump Tower. (Reuters)

Hace unos años, había que jugarse la vida para conseguir un taxi amarillo, cruzar en medio de la calle levantando los brazos como si fuera el final de una maratón o el principio de una muerte segura. Y después, venía la petición suplicatoria al taxista para convencerle de la ruta necesaria. Hoy, basta con arrimar el cuerpo ligeramente hacia la acera, balancearse un poco, girar lentamente la cara y sin ni siquiera parpadear, se encontrará una legión de coches desesperados por llevárselo de calle.

El mercado es en todos sus aspectos, feroz, rápido y abismal. Pero nada que no se viera venir. Como profetizó Chesterton en 1922, el problema más importante de América es la democracia en el mundo moderno. “Puede ser un asunto muy obvio y sencillo para los políticos que solo la utilizan como un recurso retórico. Pero la democracia es un problema muy serio para los demócratas”.

Y en medio de ella, millones de personas, corren de un lugar a otro como si fueran siempre con algo urgente entre manos. Y es que lo tienen. Se saben protagonistas de un país complicado, difícil y en un momento extraordinario. Enmarcados en una ciudad como Nueva York y envueltos en una pasión desbordante. Y todo con prisas, pero a fuego lento.

Parece el nombre del protagonista de una novela de Walt Wiltman. Mr. Whistleblower, un caballero del siglo XIX, elegante, serio, alto y culto. Pero no. A parte de evocaciones personales románticas y quizá absurdas, no es nadie con sombrero (que sepamos) sino el funcionario o la funcionaria que “tocó el silbato”, reportó a sus superiores y sacó la tarjeta roja de una conducta irregular y ucraniana del presidente Trump. Y salvo en 'La Usurpadora', la nueva telenovela de Univisión más vista en el país, solo se habla de él.