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Y Vox se reunió en Harlem
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Luján Artola

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Y Vox se reunió en Harlem

Una yincana en la que, por muy poco, me he visto buscando huevos de Pascua por Central Park que incluyeran el papelito que me indicara adónde tenía que ir para ver a los líderes de Vox

Foto: Santiago Abascal, en una imagen de archivo. (EFE)
Santiago Abascal, en una imagen de archivo. (EFE)

La convocatoria inicial a bombo, platillo y castañuelas en el Centro Español de Queens pintaba, como poco, morbosa. Pero ante la avalancha de socios que amenazaron con dejar de pagar las cuotas, les entró de repente la angustia de ser un lugar de encuentro de expatriados apolíticos que se juntan para ver el fútbol y tocar la gaita y lo cancelaron.

Aunque Pablo Iglesias estuvo hace dos años, Vox es droga dura y los tiempos con el nuevo Gobierno no están para estas alegrías. Estas amnesias resultan, cuando menos, obscenas. Ante esta situación, Iván Espinosa de los Monteros agradeció por Twitter el boicot y, como una manera de alentar y cebar a las bases, hizo sonar la trompeta y desafió al enemigo avisándole de que el segundo tercio iba a dejar a todos sin palabras.

Volvieron a hacer una segunda convocatoria en menos de 48 horas en el 3 West Club, un hotel céntrico que hace esquina con la 53. Otra vez tuvieron que cancelarlo porque unos individuos llamados Antifa (Antifascist Research and Action in the Five Boroughs) la querían liar en general salvando el planeta; y de paso llamaron al propietario del hotel y le dijeron que le iban a reventar el lugar.

placeholder Santiago Abascal, en Harlem.
Santiago Abascal, en Harlem.

Según los organizadores, tenían cerca de 200 personas confirmadas. Todo esto entre el martes y el miércoles. Pero este miércoles, de manera un tanto extraña y clandestina, se volvió a avisar —vía correo electrónico y con una hora de anticipación— de que Harlem es el nuevo punto de encuentro, como si la Gran Manzana se hubiera convertido en una pequeña ciruela. Hasta aquí esta especie de yincana, en la que, por muy poco, me he visto buscando huevos de Pascua por Central Park rezando para encontrar el que tenía dentro el papelito que me indicara adónde tenía que ir para ver a los líderes de Vox.

Por 'e-mail' y una hora antes, avisaron de que Harlem era el nuevo punto de encuentro, como si la Gran Manzana se hubiera convertido en una ciruela

El sitio, un restaurante cubano con estética de exilio, no podía estar más lejos, pero la realidad es que hasta allí se han desplazado cerca de 100 personas.

Pasadas las siete de la tarde, Espinosa de los Monteros se ha encargado de empezar el acto hablando de la situación de Venezuela, el populismo en España y de Bernie Sanders, “un comunista como los de Cuba”.

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Ha dejado claro a todos, a través de varias frases en un inglés americano perfecto, que es un hombre de mundo. También ha mencionado el drama de los medios de comunicación hostiles a su causa. Aquí he dejado mi cerveza para concentrarme, porque echar la culpa siempre a lo mismo agota y, sobre todo, cansa.

Vengan de donde vengan los ataques, me irrita la soberbia presumida del político que sobrevuela la gravedad, nunca se pregunta en qué se puede equivocar y asume que sus errores son siempre culpa de la chusma periodística. Estos días, entre 'mails' y llamadas, me han preguntado si iba a escribir, si lo iba a hacer “a favor” y me han recordado que la prensa, finalmente, no estaba invitada.

No sé si había especies como la mía o era yo la única. Pero lo grave no es solo esto, sino lo que hay de fondo: una clara incredulidad y falta de profesionalidad para tener 52 diputados elegidos con absoluta legitimidad democrática que estoy segura exigirán mucho más que salvas a la patria. Parece que a muchos de los suyos se les escapa que no cabe el derecho de admisión cuando los fondos públicos están en medio.

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Demasiados años constitucionales para que siga siendo arbitrario. Atribuyo a la falta de experiencia este tipo de preguntas o situaciones, porque no hay nada más paleto en términos políticos que vetar a la prensa. También he intentado pensar con bondad que alguien se ha equivocado, le ha dado mal al 'play' y ha puesto 'El cara al Sol' en vez del himno de España. Ha habido un disimulo generalizado, águilas invisibles y asesores en modo intenso corriendo a quitarlo, pero el asunto es que es la única música que se ha oído.

Finalmente, Santiago Abascal ha intervenido, se ha emocionado y se le ha entrecortado la voz al ver a su tropa aplaudiéndole. Creo que es de los pocos allí reunidos que saben de la política con el viento a favor o en contra. No sé si por cercanía vasca o por su lucha en el pasado, me parece un hombre auténtico.

Ha recordado a los congregantes (con cautela de falso principiante) el logro de haber superado todas las expectativas en las últimas elecciones generales, pero ha sonado a toque de corneta a no dormirse en los laureles. Ha habido improvisación tapada con banderas, globos y carteles. Para acabar, una fila eterna para sacarse fotos con ellos, y es que este miércoles, después de tanto ruido y expectativas transoceánicas, los de Vox han sido los hombres de moda en Harlem.

La convocatoria inicial a bombo, platillo y castañuelas en el Centro Español de Queens pintaba, como poco, morbosa. Pero ante la avalancha de socios que amenazaron con dejar de pagar las cuotas, les entró de repente la angustia de ser un lugar de encuentro de expatriados apolíticos que se juntan para ver el fútbol y tocar la gaita y lo cancelaron.

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