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Luján Artola

540 Park Avenue

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Arde Chanel

Un país unido contra la peste del racismo es hoy un país en el que empotran bicicletas contra los escaparates de Macy's, Apple, Tiffanys, y se llevan todo hasta dejar las tiendas temblando

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Sobre las 10 de la noche, de repente un zumbido intenso, como si millones de abejas o una nueva plaga bíblica fuera a paralizar Nueva York. Varias calles al mismo tiempo, desde Downtown, Soho y Lower East, Times Square, pasando por las calles Madison o Quinta Avenida por el Este hasta Harlem. Al mismo tiempo, ese ruido en las zonas comerciales y turísticas hoy desiertas por la pandemia, y los helicópteros como ovnis, parados en casi todas las zonas de la Gran Manzana. Y es que si algo está protagonizando los disturbios de estos días son los patinetes, las capuchas y las caras tapadas. Hordas de jóvenes y de manera organizada atacan al mismo tiempo en varias zonas y vuelven locos a los policías, que para cuando llegan no ha quedado nada. Solo ayer hubo más de 500 detenidos, y es que el coronavirus ha dado paso a una guerra urbana en nombre de la raza, y lo que el miedo a ser infectado no consiguió, hoy lo logra el toque de queda desde las ocho de la tarde hasta las cinco de la mañana. Así hasta el domingo.

Nueva noche de violencia en EEUU
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Foto: L. Artola.

Los disturbios, según todos, están siendo los más violentos que se recuerdan desde la muerte de Martin Luther King. Y no paran de venirme a la cabeza las imágenes de las protestas de 1968. La tristeza y la seriedad en blanco y negro. Porque en aquel momento no había color, de manera literal, no solo en las televisiones o los periódicos. Un país unido contra la peste del racismo es hoy un país en el que empotran bicicletas contra los escaparates de Macy´s, Century 21, Apple, Tod´s, Tiffanys y hasta los supermercados Gristedes, y se llevan todo hasta dejar las tiendas temblando. Hoy, todas tapiadas con paneles de madera de una parte a otra de la ciudad, para evitar que les destrocen lo poco que tres meses de pandemia no ha matado.

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Nada de lo que vi ayer de la comparecencia de Trump me pareció acertado. Desde su discurso con demasiadas llamadas a la fuerza policial hasta los disparos de gas pimienta como fondo y las pocas condolencias a la familia de George Floyd. Ninguna mención a las autopsias que han revelado la muerte por asfixia, los audios en los que se urgía a los gobernadores de cada estado a permitir al ejército patrullar las calles y ese paseo a toda prisa desde la Casa Blanca, con paso firme hasta la Iglesia de San Juan, incendiada la noche anterior, en la que, con la Biblia en mano, alentaba a una especie de cruzada santa.

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Toda una demostración de poder y escenario nada prudente en estos momentos. Su equipo de gobierno, su hija Ivanka con tacones —su jefa de prensa casi se cae—, su yerno, cámaras corriendo sin conseguir centrar el tiro, guardaespaldas, policías, asesores y todo para una media hora que ha enfurecido a todos. Hubo momentos en que juré haber visto a Bruce Willis. Y es que en un país en el que Dios, la bandera y América están hasta en los mítines más modestos, ayer sacó de sus casillas hasta a los más comedidos. Pero no hizo nada que no hubieran hecho otros en otras ocasiones.

Hacer arder Chanel y llevarse cuatro bolsos al cuello no es pelear por la igualdad

Sin duda, hay algo de cinismo y que huele mal de costa a costa. Y es que noviembre de 2020 está a la vuelta de la esquina. Las elecciones presidenciales suenan como tambores. Un 'impeachment', una pandemia y ahora el vandalismo desatado… En menos de seis meses, y nada hace bajar a Trump en las encuestas. Y lo que es peor, nada hace subir al candidato Biden lo suficiente como para albergar esperanzas entre las filas demócratas.

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Y esa masa enfurecida suena debajo de toda la violencia. Los zumbidos de los patinetes no son las lágrimas de los hermanos de Floyd suplicando calma y prudencia. Hacer arder Chanel y llevarse cuatro bolsos al cuello no es pelear por la igualdad. Quemar las esperanzas de las luchas legítimas es revolver en la tumba a todos los asesinados por su raza y hacerles el peor de los homenajes. La justicia no tiene color, y hacer política basura no es honrar América.

Sobre las 10 de la noche, de repente un zumbido intenso, como si millones de abejas o una nueva plaga bíblica fuera a paralizar Nueva York. Varias calles al mismo tiempo, desde Downtown, Soho y Lower East, Times Square, pasando por las calles Madison o Quinta Avenida por el Este hasta Harlem. Al mismo tiempo, ese ruido en las zonas comerciales y turísticas hoy desiertas por la pandemia, y los helicópteros como ovnis, parados en casi todas las zonas de la Gran Manzana. Y es que si algo está protagonizando los disturbios de estos días son los patinetes, las capuchas y las caras tapadas. Hordas de jóvenes y de manera organizada atacan al mismo tiempo en varias zonas y vuelven locos a los policías, que para cuando llegan no ha quedado nada. Solo ayer hubo más de 500 detenidos, y es que el coronavirus ha dado paso a una guerra urbana en nombre de la raza, y lo que el miedo a ser infectado no consiguió, hoy lo logra el toque de queda desde las ocho de la tarde hasta las cinco de la mañana. Así hasta el domingo.

George Floyd