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Luján Artola

540 Park Avenue

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La plaga

Es el contagio de una desesperada necesidad de rescatar la dignidad política a golpe de portadas que apelen a la emotividad y hagan una transfusión urgente de confianza en las instituciones

Foto: El ticket presidencial electo en EEUU, Joe Biden y Kamala Harris. (Reuters)
El ticket presidencial electo en EEUU, Joe Biden y Kamala Harris. (Reuters)

Es una de las realidades más antiguas de esta ciudad. Nueva York ha convivido con criaturas extrañas desde siempre; pero algo ha cambiado, y también ha habido un 2020 para las profundidades de esta ciudad. Esta semana, un señor caminaba por la Tercera Avenida y de repente el suelo (la acera) se abrió y él cayó en una guarida de ratas a más de dos metros de profundidad. Resulta que este buen hombre, en las noticias, no paraba de decir que no se atrevía a gritar por si se le metían en la boca. Insistía que eran más grandes que su mano. Este jueves, una de las cadenas más conocidas de comida mexicana de Nueva York, cerraba dos locales porque a sus empleados los estaban mordiendo las ratas día sí y día también. Denunciaron a los roedores y a los dueños ante las autoridades sanitarias y sindicales. Un poema. Las imágenes de las mordeduras en las piernas y de los enormes Ratatouilles comiéndose todo lo que tenían por delante, especialmente los aguacates, han sido lo más parecido a un documental de ciencia ficción o un reportaje para ilustrar la más triste y apocalíptica hambruna.

Y luego, por si fuera poco, se están llenando las avenidas de los famosos 'raccoons' (mapaches) que en español parecen criaturas inocentes de zoológico. Pues nada más lejos. Están por todos lados. Dos veces, dos bichos de esos me han sacado las uñas esta semana al saltar de dos cubos de basura. Hacen un ruido muy parecido al del gato, pero más enfadado y les brillan los ojos en la oscuridad como si fueran 'gremlins'. En estos tiempos en los que todos circulamos por la vida en un "ay" permanente y con el sistema nervioso cortocircuitado, esto no ayuda en absoluto. El grito que pegué al ver a ese animal mirándome fue de soprano en pleno éxtasis, pero en esta ciudad a ciertas horas de la mañana y con la pandemia encima, si antes todo el mundo iba a su bola, ahora estas calles son un desfile de individuos encogidos de hombros y saturados por la realidad. Podría haber tenido al animalito en la cara arrancándomela, como la cabeza de una gamba, y no se habría inmutado nadie.

A todo esto, yo iba a contarles que era muy temprano y me iba a comprar la revista 'Time' para poder tocar esa portada que ha convulsionado las redes y ha llenado horas de televisión desde el jueves por la noche. Como todos los años, desde 1923 esta publicación elige al que llama "la persona del año". La primera edición publicó en portada en blanco y negro un retrato a mano del líder republicano Joseph Gurney Cannon. En febrero de 2012, por primera vez en su historia, el semanario puso en portada la frase en castellano "Yo decido", que pretendía ilustrar la importancia del electorado hispano en los comicios presidenciales de los Estados Unidos. A lo largo de estos años han ocupado este "honor" frontal desde Adolf Hitler en 1938, el papa Juan Pablo II en 1994, Jeff Bezos en 1999, George W. Bush en 2004, Barack Obama en 2008, Donald Trump en 2016 o Greta Thunberg el año pasado.

placeholder El presidente y la vicepresidenta electos de EEUU, Joe Biden y Kamala Harris, en la portada de la revista 'Time'.
El presidente y la vicepresidenta electos de EEUU, Joe Biden y Kamala Harris, en la portada de la revista 'Time'.

Pues bien, este pasado jueves se desvelaba quién era el elegido de 2020. Edward Felsenthal, editor-jefe de la revista, apareció prácticamente en todas las cadenas de televisión y en distintas franjas horarias para contar que, por primera vez en la historia, no era una persona, sino que eran dos. "Joe Biden y Kamala Harris son la persona del año de 'Time' por cambiar la historia estadounidense, por mostrar que la fuerza de la empatía es mayor que las furias de la división, por compartir una visión sanadora de un mundo en duelo". Después de oír esto, recoger toda la miel que salía de la pantalla y digerir semejante cursilada, me puse a pensar cómo se puede sobar y masajear tanto y tan fuerte al poder sin perder la dignidad. Pongamos que hablamos de periodismo. Imaginemos que esas páginas están hechas para informar y toda esa larga lista de mandamientos que nos enseñaron en la facultad. Hagamos trampas y disimulemos que nos habíamos creído que es una profesión que existe, entre otras muchas razones, para desnudar las oscuras intenciones de los poderosos, exhibirlas públicamente y honrar el bien común. No es nada nuevo darse de bruces con la realidad, pero sigue dando las mismas arcadas de siempre. Y es que esta ensoñación tiene un despertar bastante amargo.

Foto: Joe Biden y Kamala Harris. (EFE)

Detrás de todo, hay una pesadilla en bucle. Se ha contagiado y metido en el sistema una exagerada y desesperada necesidad de rescatar la dignidad política a golpe de portadas que apelen a la emotividad, hagan una transfusión urgente de confianza en las instituciones, pero todo con la capa del periodismo hecha jirones por haberse chocado con los cables del marketing, las redes sociales y la publicidad pagada. Tanto el presidente electo como la vicepresidenta ostentan, de momento, el mérito de haber ganado contra uno de los presidentes más impopulares de la historia de este país. Han aglutinado votos de los sacos del cabreo. Les quedan por delante cuatro años de un listón de exigencias muy alto, otro de políticas reales, un salto de pértiga en el plano económico y un K2 por la cara norte que subir en materia sanitaria. Casi nada. Un país enfrentado, una herencia envenenada y una nación que coser antes de que se desangre.

La revista 'Time' no es más que el reflejo de un grito de auxilio ahogado por miedo a que las ratas se les metan por dentro. Esta ciudad, como el resto del país, tiene los cimientos de la sociedad carcomidos por los mordiscos de muchos roedores. Y no, la culpa no es solo de Donald Trump. También es el pasado que no supo ver Barack Obama. Porque este país no estaba preparado para un vendaval que le revolviera todos los papeles que estaban encima de la mesa. Porque, a pesar de los años heredados, hoy todo está en juego en la primera potencia mundial. Es una plaga de dimensiones bíblicas en muertos, en contagios, pero también es un virus invisible que está haciendo tambalear la confianza en todo. Se ha desdibujado la línea de lo correcto en la vida pública; y volver a pintarla de color rojo y negro, como esas portadas famosas, va a ser la pesadilla y el reto de los elegidos de 2020. La vacuna a todo esto será la protagonista legítima del próximo año. O, de lo contrario, publicarán por primera vez una gran esquela.

Es una de las realidades más antiguas de esta ciudad. Nueva York ha convivido con criaturas extrañas desde siempre; pero algo ha cambiado, y también ha habido un 2020 para las profundidades de esta ciudad. Esta semana, un señor caminaba por la Tercera Avenida y de repente el suelo (la acera) se abrió y él cayó en una guarida de ratas a más de dos metros de profundidad. Resulta que este buen hombre, en las noticias, no paraba de decir que no se atrevía a gritar por si se le metían en la boca. Insistía que eran más grandes que su mano. Este jueves, una de las cadenas más conocidas de comida mexicana de Nueva York, cerraba dos locales porque a sus empleados los estaban mordiendo las ratas día sí y día también. Denunciaron a los roedores y a los dueños ante las autoridades sanitarias y sindicales. Un poema. Las imágenes de las mordeduras en las piernas y de los enormes Ratatouilles comiéndose todo lo que tenían por delante, especialmente los aguacates, han sido lo más parecido a un documental de ciencia ficción o un reportaje para ilustrar la más triste y apocalíptica hambruna.

Joe Biden