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Por fin una confrontación de ideas, pero ¿es que queda todavía algún votante indeciso?
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Daniel Ureña

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Por fin una confrontación de ideas, pero ¿es que queda todavía algún votante indeciso?

El mejor resumen lo que pasó anoche en Belmont Univesity (Tennesse) es que fue un debate más aburrido, lo que supone ya una buena noticia

Foto: El debate presidencial final de EEUU. (EFE)
El debate presidencial final de EEUU. (EFE)
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El mejor resumen lo que pasó anoche en Belmont Univesity (Tennesse) es que fue un debate más aburrido, lo que supone ya una buena noticia. Más aburrido para los estándares de la televisión, pero en estos tiempos de polarización y bronca es de agradecer. Los dos candidatos aprendieron la lección y el cara a cara fue más civilizado que el primero, si bien no estuvo exento de ataques personales, descalificaciones e interrupciones. La medida tomada por la organización de silenciar el micrófono mientras cada aspirante escuchaba la intervención inicial de su adversario en cada turno funcionó.

Trump salió reforzado

Al presidente Trump se le vio mucho más disciplinado. Hizo una gran intervención al inicio contextualizando la gestión de la crisis del covid y anunció la llegada de una vacuna en las próximas semanas, antes de final de año. Acusó a Biden y su familia de haberse enriquecido durante su etapa como vicepresidente y trató de desmontar sus ataques recordando que el demócrata llevaba 47 años en política y preguntando por qué no había puesto en marcha las medidas que ahora promete en todo ese tiempo.

Frente al primer debate, Trump se dirigió a las comunidades afroamericanas, hispanas y asiáticas recordando que hasta la llegada de la pandemia habían tenido sus mejores datos económicos en muchas décadas. Estuvo ágil al tratar de ser arrinconado sobre el espinoso asunto de los niños separados de sus padres en la frontera, recordando la responsabilidad de los demócratas: “¿Quién construyó las jaulas, Joe?”

Foto: Colas en los colegios electorales de Florida. (Reuters)

Biden aguantó el tipo

Joe Biden ha conseguido sobrevivir a los debates, uno de los tragos más difíciles que a priori tenía durante la campaña. Biden nunca ha sido un gran orador y menos en este formato. Al igual que en el primer debate, Biden trataba de apelar a los espectadores y para ello tiró del argumentario de Obama: esto no va de estados rojos frente a estados azules; seré un presidente para todos; hay que elegir entre la esperanza frente al miedo; etc.

Fue de más a menos. Se le notó incómodo mirando el reloj cuando se anunció el bloque sobre medio ambiente, la parte donde se metió en más de un jardín hablando del fracking o de su intención de acabar con la industria del petróleo, fundamental en zonas como Texas o Pennsylvania, dos de los estados que decidirán al ganador.

La moderadora hizo un gran papel

La periodista Kristen Welker tuvo una gran actuación. Fue capaz de gestionar los tiempos de manera contundente, pero con flexibilidad, facilitando las respuestas de los candidatos. Su papel está siendo ampliamente reconocido hasta tal punto, que Chris Wallace, el moderador del primer debate, en el que tuvo lidiar con el cuerpo a cuerpo en el fango, reconoció sentirse “celoso” de su compañera.

Por fin una confrontación de ideas

En el debate de anoche sí vimos por momentos un debate de ideas en varios temas que están habitualmente en la agenda política: el medio ambiente, el salario mínimo o el modelo sanitario. Dicho todo esto, este cara a cara puede que ayude a orientar el sentido del voto a algún votante indeciso. No obstante, la pregunta sería: ¿queda a estas alturas algún votante indeciso?

El mejor resumen lo que pasó anoche en Belmont Univesity (Tennesse) es que fue un debate más aburrido, lo que supone ya una buena noticia. Más aburrido para los estándares de la televisión, pero en estos tiempos de polarización y bronca es de agradecer. Los dos candidatos aprendieron la lección y el cara a cara fue más civilizado que el primero, si bien no estuvo exento de ataques personales, descalificaciones e interrupciones. La medida tomada por la organización de silenciar el micrófono mientras cada aspirante escuchaba la intervención inicial de su adversario en cada turno funcionó.

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