Es noticia
Pueblos indígenas: ¿500 millones de víctimas?
  1. Mundo
  2. Crónicas de tinta y barro
Javier Brandoli

Crónicas de tinta y barro

Por
Mapa: Cristina Suárez

Pueblos indígenas: ¿500 millones de víctimas?

Crónica de diez años de convivencias con indígenas de todo el mundo. Hablan los propios pueblos originarios de racismo, alcoholismo, desempleo, violencia, consumismo, genocidio, sexo, derechos

Foto: Masái mirando la sabana. (J. B.)
Masái mirando la sabana. (J. B.)

Crónica de diez años de convivencias con indígenas de todo el mundo. Hablan los propios pueblos originarios de racismo, alcoholismo, desempleo, violencia, consumismo, genocidio, sexo, derechos históricos, el hombre blanco... El autor ha vivido nueve años entre Sudáfrica, Mozambique y México. Realizado un viaje en coche desde Madrid hasta el punto más al sur del continente africano y viajado por más de 70 países. Este texto recoge parte de lo allí vivido y escuchado. No hay verdades absolutas, hay preguntas y voces indígenas en este texto.

"Erradicaron la cultura de millones de personas. Es peor que lo que hizo Hitler. Cuando España abrió la nueva ruta con Colón, entonces llegaron los británicos, franceses, portugueses y holandeses que vinieron también a por un trozo de tarta. Trajeron los esclavos, y cuando la esclavitud fue abolida no se los llevaron a África, India o China. Los dejaron acá con el poder. Intentaban sacar a los indígenas de la faz de la tierra. Somos los supervivientes de la colonización".

placeholder

La frase, de junio de 2017 en la Isla Dominica, es de Charles Williams, jefe del pueblo kalinago, el segundo pueblo "originario" que encontró Cristóbal Colón en su "Conquista". Según la Unesco, "hay entre 370 y 500 millones de indígenas en el mundo que ocupan un 22% de la superficie del planeta". El Banco Mundial especifica que aunque "constituyen el 5% de la población mundial, los pueblos indígenas representan el 15% de las personas que viven en pobreza extrema".

Los kalinago viven en una reserva, Kalinago Territory, que ocupa el 2% del total del territorio de la pobre isla de Dominica. Son la capa más baja de una sociedad muy pobre gobernada ahora por la mayoría social que conforman los descendientes de esclavos africanos. "Nos tratan con racismo pese a que en los tiempos de la esclavitud nosotros les ayudamos", dice Williams.

Louis Patrick es un kalinago que ha regresado a su tierra tras años viviendo en Alemania y EEUU donde se enroló como marine del ejército estadounidense. Con mucho esfuerzo ha levantado un hotel, Aywasi, en el Kalinago Territory, que esta mañana debe atender él porque no han venido a trabajar ninguno de sus empleados.

"Pasa mucho, cobran un mes y ya no vuelven. Yo quiero que mi pueblo deje de vivir en chozas y que baje el 50% de desempleo. Para mejorar hay que trabajar, lo que es imposible sin aceptar algunos aspectos de la cultura occidental, aunque estoy en contra de la obsesión de acumular riqueza de los occidentales", dice un hombre que tres meses después de estas palabras vio como el huracán María arrancaba de cuajo su 'lodge' y buena parte de las infraviviendas del Kalinago Territory.

Aceptar la globalización o perecer

Louis Patrick da en todo caso una primera clave, aceptar la economía occidental que rige la aldea global o perecer. Ese es uno de los principales retos de los pueblos indígenas. "Para nosotros trabajar es complicado. Somos libres, nos gusta vivir en la naturaleza", señala Matías Valenzuela, un preso rarámuri en la única cárcel exclusivamente para indígenas que parece que existe en el mundo.

placeholder

Está en Guachochi, sierra de Chihuahua, y su simple existencia es la muestra de un drama: tuvieron que crear una prisión para ellos porque en las cárceles "normales" mexicanas los esclavizaban y humillaban por ser indígenas. "Sentarse en el retrete es difícil, no los conocemos. Allá fuera nos ponemos detrás de un matorral y hacemos nuestras cosas. Aquí esperaba a que fuera de noche y los otros presos estuvieran durmiendo para ir al baño", recuerda Matías.

"El narco tiene un problema en el Triángulo Dorado (zona de sierra controlada por el narcotráfico entre Durango, Sinaloa y Chihuahua) porque los rarámuris no terminan de trabajar para ellos en los sembrados y les falta mano de obra. Los rarámuris cobran un a semana y dejan el trabajo porque según su cosmovisión de la vida deben bailar para mantener el equilibrio del mundo", explica Octavio Ledesma, fiscal de la zona Sur de Chihuahua.

placeholder Dos rarámuris. (J. B.)
Dos rarámuris. (J. B.)

Hay por tanto un choque social entre pueblos que se ven obligados a aceptar un consumismo del que no escapa nadie. "Yo estaba allí, en el año 1971, cuando el presidente Luis Echeverría promulgó el reparto de tierras y posterior colonización de la Selva Lacandona (sur de México). Entonces se abrían caminos a machete para poder comunicar a las nuevas poblaciones y cuando se conseguía la proeza, el primer camión que entraba era el de la Coca-Cola que entregaba botellas gratis a todos los vecinos", narra Pancho Álvarez, escritor maya, en un reportaje sobre la adoración al refresco en algunos ritos sincréticos de poblaciones en Chiapas.

placeholder

Muchos pueblos indígenas practican el trueque y la economía cooperativa. La villa de Mkuni, en Zambia, donde habitan los toka leya, era un ejemplo de eso salvo en cinco casos. "Aquí todo está abierto y se coopera", explica Mwina. Sin embargo, la villa tiene cinco chozas con puertas candadas: ¿Por qué esas casas sí están candadas? "Porque son las cinco casas que tiene televisores", responde ella.

"A algunos masáis nos gusta también tener un teléfono móvil o andar en moto, pero por eso no dejamos de ser masáis y mantener nuestro modo de vivir y tradiciones. Enseñamos nuestros poblados a los turistas para ganar un dinero", explicaba Leonard, un masái de Tanzania.

placeholder Mujer masái. (J. B.)
Mujer masái. (J. B.)

Ese es un tema curioso, la rentabilidad del turismo ha conseguido en muchos casos mantener costumbres indígenas que estaban desapareciendo. "Ya muy pocos vivimos aquí, quedan algunas islas de verdad habitadas más al fondo del lago. La gente prefiere irse a vivir a Puno o a tierra firme. Muchas de estas islas ya sólo existen para los turistas", reconocía el habitante de una de las islas flotantes de los uros, en el Lago Titicaca, Perú.

placeholder

Cientos de turistas van cada día a ver como vive este pueblo que construyó con las raíces de la planta totora pequeños poblados portátiles que flotan. ¿Quedarían islas de uros sin turismo? Puede que hoy sin turistas hubieran desaparecido las islas de los uros como desapareció su idioma, el puquina, a manos de los más comerciales aimara y español.

Porque los idiomas son otra de las víctimas del colonialismo o mercantilismo, elijan ustedes, ya que como pasa en la naturaleza con las especies sobreviven sólo los más fuertes. En 2013, escribí sobre la muerte de Aenki Kassie, de 71 años, en la norteña ciudad sudafricana de Uppington.

En realidad, la fallecida era la antepenúltima persona que hablaba una de las lenguas más viejas del mundo, el Nlu, y los otros dos únicos supervivientes, según la Unesco que luchaba por mantener una lengua que ya se dio por extinta en 1973, vivían muy alejados. Aenki era una bosquimana, que vivía en el Kalahari y hablaba una lengua que los jóvenes no habían querido aprender porque preferían hablar Nama, una lengua más genérica que se usa en Botsuana, Namibia y Sudáfrica. La Unesco asegura que cada 14 días muere un idioma en el mundo y la perspectiva, si siguiera la tendencia actual, es que la mayor parte de las cerca de 7000 lenguas y dialectos que hay en globo podrían desaparecer en este siglo.

placeholder Pescando con los Kuna Yalas en Panamá. (J. B.)
Pescando con los Kuna Yalas en Panamá. (J. B.)

"Mi abuela hablaba el otomí y mi mamá también, aunque ya sin acento, pero mi padre no quiso enseñármelo porque él sufrió discriminación por usarlo. Yo desde que crecí ya no se hablaba”, cuenta Olivia Vázquez, una otomí de 49 años, que vive en Michoacán, México. "El problema es que ahora lo enseñan maestros jóvenes que no conocen bien el idioma ni las tradiciones. Todo se pierde, ahora las novias visten de blanco y no usan el vestido tradicional", concluye preocupada Olivia.

"Son violaciones consentidas de menores"

Ahí radica otro gran problema del 'tsunami' cultural en las comunidades indígenas, mantener las tradiciones. ¿Debe permitirse la ablación, ritos de iniciación sexual, sexo con menores, incesto...? Muchas de estas prácticas son aceptadas en comunidades indígenas y extirpadas a la fuerza por los gobiernos de diversos países. "Son violaciones consentidas de menores, es algo horrible", me denuncia Marie-Consolée Mukangendo, especialista de Comunicación para El Desarrollo de Unicef Mozambique.

Hablaba del rito de paso a la pubertad de algunas niñas en zonas rurales donde se les encierra en casas y se les "enseña" a ser mujeres, incluso con actos sexuales que les obligan a practicar algunos parientes. "Es una simplificación del problema por una visión occidental. Ese rito conlleva sabiduría para la mujer y es una tradición de nuestras madres y abuelas", se quejó una mozambiqueña cuando vio publicada la historia.

Un ejemplo más claro de esta dicotomía es el Reed Dance o Umhlanga de Suazilandia. El llamado baile de las vírgenes, en el que todas las adolescentes del país van a bailar frente al rey y él tiene la potestad de elegir entre ellas a una esposa, es un escándalo señalado por muchos como estigma de la mujer y banalización del sexo en un país con casi un 30% de personas infectadas con HIV.

En 2011, publiqué un primer reportaje desde Ciudad del Cabo sin acudir al evento denunciando el "mercado de carne" del que alertaban algunas ONG. En 2013, por una serie de casualidades, acabé en el Palacio del Rey asistiendo al baile. Cuando le pregunté si aquello era denigrante a una madre suazi, que llevaba a su hija de 13 años y que bailaba mostrando su pecho desnudo -como las casi otras 30.000 adolescentes y jóvenes que había allí-, ella puso primero cara de no entender nada y luego con gesto contrariado me dijo: "¿Usted cree que yo traería a mi hija a una fiesta que la denigrara? Es un honor para todas las chicas venir a bailar aquí, es una fiesta tradicional de nuestro pueblo. Yo lo hice y mi madre lo hizo.".

Otras madres me dieron una respuesta parecida. Ellas veían una costumbre cultural y yo veía decenas de miles de niñas desnudas bailando frente a un rey depravado que aquel día eligió a su esposa número 14.

Tranquilidad a base de hachazos

¿Debe prohibirse el Reed Dance? ¿La ablación? ¿El sexo con menores? La mayoría de rarámuris que estaban en la cárcel de Guachochi por delitos sexuales era por tener relaciones sexuales con menores, algunas de corta edad. Eso es un delito occidental que ellos no entienden porque en muchas de sus comunidades el sexo con menores está permitido. "Estoy preso por la ley mexicana, no por la mía", dice el rarámuri Ángel Hernández. Sus asesinatos, muy violentos, los cometen bajo la ingesta del tesgüino, un licor de maíz que mezclan con alcoholes adulterados que compraban a mestizos en Durango.

La cárcel, pese a tener un altísimo porcentaje de presos por asesinato, era un lugar seguro por el que moverse entre las celdas sin necesidad de guardas. "Los rarámuris son muy tranquilos, hasta usamos la celda de castigo como almacén porque nunca nadie ha sido enviado allí. Sino están bebidos, no hacen nada y se entregan ellos mismo cuando cometen los crímenes y se les pasa la borrachera", comenta el director del penal. Algunos de esos tipos tranquilos habían matado a hachazos a otra persona y arrojado sus cadáveres al fuego.

placeholder

El alcohol es otro de los dramas de los pueblos indígenas. En muchos 'kraal', poblados del norte de Nambia donde viven los himbas, la tribu africana cuyas pieles desnudas parecen cubiertas de arcilla, se ven montañas de cervezas arrojadas en medio del desierto. "El alcohol se ha convertido desde hace 10 años en un gran problema para los himbas. La llegada del turismo trajo el alcohol a sus vidas", comenta un herere que hace de traductor.

Este es un reto muy genérico para muchos de los pueblos indígenas, devorados por el abuso del alcohol o drogas en su exceso de tiempo libre. El caso de los aborígenes australianos, según la revista Nature la civilización más antigua de La Tierra, es desolador. Tras la llegada de los occidentales quedan sólo 670.000 aborígenes, 3% de la población de Australia, con un rezago general en cualquier baremo social que se estudie.

Por mencionar uno significativo, su esperanza de vida es 20 años menor que la de sus compatriotas no indígenas según el ATSIC (Comisión Aborigen). Hasta 1962 no tenían derecho al voto y hasta 1967 no se les reconoció como ciudadanos. Todo esto desemboca en una realidad que se ve en las calles, con imágenes constantes de aborígenes, especialmente en las zonas nortes del país, completamente bebidos. Una estampa en la ciudad de Cairns fue especialmente dura de contemplar: una aborigen embarazada completamente ebria. "¿Podría ayudarme con algunas monedas para comer?", es lo único que acierta a decir. Un estudio cifra que una de cada tres aborígenes es alcohólica durante el embarazo.

En la ruta de la cocaína

placeholder

En Panamá, en 2008 en el archipiélago de San Blas, los Kuna Yala que alquilaban sus vacíos islotes paradisiacos a los turistas tenían un problema nuevo: "Tenemos el asunto de la adicción a la cocaína de los más jóvenes", me dicen. Por allí pasaban las lanchas rápidas cargadas con fardos de cocaína de Colombia.

En ocasiones, cuando les perseguían las fuerzas de seguridad, los narcos arrojaban al mar la carga y las olas las llevaban hasta las paradisiacas islas. Los jóvenes empezaron a consumirla y los más viejos dieron la alerta. Es metafórico que un pueblo indígena acabe teniendo problemas con las drogas por estar en medio de la ruta que lleva la cocaína a EEUU.

El futuro de los pueblos indígenas es una incógnita en este siglo XXI donde los masáis conducen motocicletas, los himbas van a un internet café y los nubios de Sudán van a Axum a comprar aire acondicionado y placas solares para sus casas. El indigenismo sufre de problemas de clasismos y racismos como el resto de sociedades.

En Etiopía, en la zona de los konso, una tribu pagana singular, llegó un grupo de la tribu mesolítica de los samai. Los samai tienen un aspecto neolítico impactante y alrededor de ellos empezaron a congregarse los konso, algo más desarrollados, que les miraban con curiosidad y se burlaban de ellos. "Ellos son muy extraños", me susurra en inglés un konso. El "ellos" de aquel konso sobre los samai lo dice todo.

placeholder Un nubio en las pirámides de Meroe, Sudán. (J. B.)
Un nubio en las pirámides de Meroe, Sudán. (J. B.)

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, mandó hace unas semanas una carta al Rey de España y al Papa exigiendo que pidieran perdón a los pueblos originarios. Los estudios científicos cifran hasta en un 95% la población indígena muerta en todo el continente americano tras la llegada de los europeos. La mayoría de investigadores actuales apuntan a la introducción de enfermedades como principal causa de ese impactante deceso demográfico. Otros estudios anteriores denunciaban un genocidio programado.

Lo fuera o no, no es algo sólo achacable a los españoles que conquistaron a los incas o los ya estadounidenses que peleaban con los pieles rojas, es algo que ha ocurrido en los siglos XIX y XX, y sigue ocurriendo en la actualidad, con gobiernos ya independientes que usaban el mundo prehispánico como bandera. "Nos quisieron exterminar hace pocos años", denuncia Martín, un maya de Chichicastenango, Guatemala, paseando por su tradicional mercado. Habla del intento de genocidio de los mayas guatemaltecos perpetrado por el Gobierno del presidente Ríos Montt en la década de los 80. "Nos mataron a cien mil hermanos", asegura.

Foto: López Obrador y Beatriz Gutiérrez Müller. (EFE)

Las cifras oficiales de la masacre no son exactas y el baile de muertos y desaparecidos va desde los 20.000 hasta los 200.000. Los yaquis en México, los selk'nam o mapuches en Chile, los qom y mocoví en Argentina, los indígenas del Amazonas en Brasil o los awá en Colombia son sólo algunos ejemplos de pueblos originarios que podrían exigir disculpas no al Rey de España o al Papa, sino a sus conciudadanos independientes que los han intentado exterminar en el último siglo.

El problema sería delimitar quiénes son los pueblos originarios. Los kalinago no eran originarios del Caribe sino de las actuales Colombia y Venezuela. Fueron poco a poco conquistando islas y masacrando a los tainos, el verdadero pueblo originario y pacífico del Caribe que no conocía las armas. Sin embargo, su jefe reclamaba aquellas islas como suyas y comparaba la conquista europea con el exterminio nazi.

Los aztecas o mexicas tampoco eran del Valle de México, sino una tribu guerrera que viene de las tierras del actual sur de Estados Unidos y que creó Tenochtitlán en torno al año 1325 (los españoles llegaron a la ciudad en 1519). Sometieron por la fuerza a todas las tribus del entorno, algo que aprovechó el español Hernán Cortés para liderar un ejército de mayoría indígena, toltecas y tlaxcaltecas principalmente, e imponer una nueva conquista también por la fuerza. ¿Se tiene más derecho de conquista si se llegaba a pie que en barcos?

Los pueblos indígenas se sienten relegados, antes y ahora. Ellos no forman parte en muchos casos de países que se han creado a sus espaldas, en sus tierras, con ellos dentro, pero sin formar parte del proceso. "Yo soy tonga", se identificaban a ambos lados del río Zambeze en la zona del sur de Zambia y el norte de Zimbabue. Nunca escuché a ninguno decirme que era zambiano o zimbabuense.

placeholder Huicholes en el cerro del Quemado, México. (J. B.)
Huicholes en el cerro del Quemado, México. (J. B.)

"Los españoles son los dueños de la tienda de pan. Los españoles tienen tumbas normales. Mira, esto es de una familia española", son todas frases del profesor universitario Lázaro Hilario Tuz paseando por el pueblo de Pomuch, en Campeche, durante la visita a un cementerio maya en el que los cráneos y huesos están en cajas al aire libre. Una tradición de entierro maya que ya sólo se practica en esta localidad porque el Gobierno mexicano las ha ido prohibiendo.

Se salvó Pomuch porque justo antes de decretar su cierre comenzaron a llegar cientos de turistas a ver el extraño cementerio y alguien entendió que el panteón era rentable. Lazaro, y algunos otros pobladores mayas de la zona, llaman españoles a todos los hoy mexicanos que no son indígenas.

Mujeres colgadas de los árboles

"Los jóvenes hoy no están interesados en su cultura ni sus tradiciones, sólo piensan en tener un buen celular y ropa linda", dice Armando, un wixarika o huichol en idioma español. La conversación se produce a 3.800 metros de altura, en el Cerro del Quemado o Wirikuta, la montaña sagrada de los huicholes, mientras dos jóvenes occidentales disfrazados de indígenas rezan bajo el efecto del peyote en la capilla sagrada esparciendo chocolate sobre al altar de forma compulsiva. Los chicos han pagado al guarda de la capilla un dinero para dejarles ocupar el espacio. Detrás hay cuatro huicholes verdaderos que les miran atónitos y que esperan a que dos blancos acaben de imitar los ritos de su pueblo.

Esa es muchas veces la frontera entre el mundo indígena, con otras reglas y pensamientos, y el mundo occidental u oriental más avanzado. Un mexicano o namibio urbano y escolarizado tiene más en común con un finlandés o un canadiense que con la mayoría de sus compatriotas indígenas.

"Dios hizo a los rarámuris y el diablo a los chabochis (blancos)", dice un mito rarámuri, un pueblo con un altísimo grado de suicidios. El mismo problema tienen comunidades indígenas de Colombia, Brasil o Argentina, por mencionar otros casos famosos. "Las mujeres se cuelgan de los árboles o se tiran por un barranco cuando hay una mala cosecha y no tienen para dar de comer a sus hijos", explica la gobernadora rarámuri de Guachochi, Margarita González, ante la epidemia de suicidios de su pueblo por abandono familiar y soledad.

"Los jóvenes bajan a la ciudad y regresan cambiados. Luego no se adaptan a esta vida", señala Alejandro Hernández, jefe rarámuri de la comunidad de Papajichi. ¿Qué pueden hacer para que haya menos suicidios? "No podemos hacer nada. Debemos respetar a los chabochis y que ellos nos respeten. Haciendo yúmari (danzas) alargamos nuestras vidas porque hacemos que Dios esté contento con nosotros".

Crónica de diez años de convivencias con indígenas de todo el mundo. Hablan los propios pueblos originarios de racismo, alcoholismo, desempleo, violencia, consumismo, genocidio, sexo, derechos históricos, el hombre blanco... El autor ha vivido nueve años entre Sudáfrica, Mozambique y México. Realizado un viaje en coche desde Madrid hasta el punto más al sur del continente africano y viajado por más de 70 países. Este texto recoge parte de lo allí vivido y escuchado. No hay verdades absolutas, hay preguntas y voces indígenas en este texto.

México India
El redactor recomienda