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¿Insolidaridad norte y sur? Véneto no quiere pagar al siciliano y el holandés al italiano
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Javier Brandoli

Crónicas de tinta y barro

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¿Insolidaridad norte y sur? Véneto no quiere pagar al siciliano y el holandés al italiano

El verdadero nacionalismo lo genera el dinero. El rico busca, más en crisis, independizarse del pobre. Y eso pasa en la UE, en Italia, en México o Sudáfrica

Foto: Prestigioso semanario holandés acusa al sur de "vago" mantenido por el norte.
Prestigioso semanario holandés acusa al sur de "vago" mantenido por el norte.
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“Ahora se acuerdan estos hijos de puta que en el sur hay 3,8 millones de personas que trabajan en negro y que ahora necesitamos sostener porque no tienen ingresos. ¿Somos nosotros los que creamos la evasión o es allí? (…) La riqueza la creamos nosotros, no ellos. Ellos se comen por la noche la riqueza que nosotros creamos de día”, decía un muy acalorado empresario de la septentrional región italiana del Véneto en un reportaje realizado sobre las consecuencias económicas de esta crisis en el programa Piazza Pulita del canal italiano La 7.

A unos cuantos kilómetros de allí, al norte del Véneto, se hizo viral pocos días después la imagen de un basurero holandés que le decía a su primer ministro, Mark Rutte, “no les dé dinero a españoles e italianos”.

El trabajador holandés mira al sur de Europa con los mismos prejuicios y desprecio con el que el empresario del Véneto mira el sur de su país. Ningún norte es eterno y ningún sur es inevitable. Perspectiva, comparación, realidad, globalización… El norte es algo más que un concepto geográfico, es una metáfora de un concepto económico. Así al menos pasa en algunos de los países en los que he vivido como España, Italia, México, Sudáfrica o Mozambique, y en algunos donde he viajado y viven amigos y familiares como Suiza, Dinamarca o Francia que mencionaré en este texto. Geopolítica de calle en una aldea global en la que es complicado creerse superior al resto. Esta enfermedad ha sido una cura de humildad para todos. Todos hemos sido algo sur y algo norte, pero nada crea más brecha social que el dinero, especialmente en tiempos de crisis. No parece que la respuesta a lo que viene venga desde la solidaridad, más bien parece que el dinero intenta vacunarse con la pobreza contagiosa del Covid-19. Siempre pasó. Empecemos por Europa, partida en dos mitades.

Foto: Portada de la revista conservadora holandesa EW.

El italo-suizo que se avergonzaba

Valerio Ciriello, buen amigo, es sur y norte a la vez. Ha nacido en Baden, ciudad suiza cercana a Zurich, es hijo de madre siciliana y padre de Campania (Nápoles), y tras vivir en diversos países está desde hace cuatro años instalado en París. “Cuando era niño sentía discriminación en mi entorno de Suiza por venir del sur de Italia. Eso me hacía sufrir. Me decían que venía de la tierra de la mafia, de gente vaga que no trabajaba. Detestaba Sicilia, el sur, y me pasé cuatro años sin ir allí tras morir mi abuela materna. Luego descubrí que era una tierra llena de cosas fascinantes y de las que sentirse orgulloso”.

Abogado, con un master en derecho internacional y estudiante de teología, Valerio vive ahora en París en una comunidad jesuita con 30 compañeros de 11 nacionalidades distintas. Tras haber vivido en EE.UU, Polonia, Suiza e Italia tiene una visión plural sobre el conflicto norte y sur. “Los estereotipos son juicios superficiales. Mis compañeros de comunidad que vienen de África o América Latina echan la culpa del estado de sus países a los abusos del colonialismo y mis colegas que vienen de países del norte creen que tienen mejores universidades y trabajan más”. ¿Y tú? “Yo soy siempre un extranjero en cada lugar que vivo. En Suiza era el italiano, en Italia era el suizo y en el resto del mundo soy el de fuera”, dice riendo.

Los poco trabajadores españoles

Al norte de Alemania hay un pequeño país, Dinamarca, una isla de bienestar, en la que vive Roberta desde hace más de 15 años. Esta italiana del Véneto, ingeniera hidráulica, hizo su doctorado en una universidad danesa y tiene una hija nacida en Dinamarca. “En Dinamarca hay un juicio sobre Italia o España de que son países donde no se trabaja. En la universidad notabas algunos prejuicios. Cuando hicieron el metro, fueron las empresas italianas y alemanas las que hicieron la obra porque los daneses no tienen constructoras con capacidad de hacer esos trabajos. Si había un retraso, porque en una obra pública como esa surgen imprevistos, enseguida salía la coletilla de que los italianos no trabajaban bien. El danés es muy nacionalista”, explica.

Sin embargo, esa imagen idílica que se tiene del norte desde el sur y su eficiencia no siempre se cumple. (Decir que algo no es perfecto no significa que pase a ser un desastre, advierto como norma de uso para lo que queda de texto) ¿Qué ha pasado con el Covid? “No hay mascarillas, casi nadie las usa, y no se hacen pruebas a nadie porque no hay test. Yo pasé el Covid y me dijeron que no me hacían la prueba porque no tienen los dispositivos y me debía tratar en casa”, me decía Roberta hablando por teléfono a principios de mayo.

En Dinamarca hay un juicio sobre Italia o España de que son países donde no se trabaja. En la universidad ya notabas algunos prejuicios

“No nos dan mascarillas para atender a los pacientes. Yo trato a enfermos ancianos en sus casas y solicité una mascarilla por seguridad de ellos y para evitar contagiarme. No me la dieron y me advirtieron de no insistir o perdería el puesto. Como explicación me dijeron que llevar una mascarilla podría asustar a los ancianos”, explica una enfermera extranjera de Copenhague que pide no dar su nombre. ¿Hubieran ustedes pensado que en Dinamarca a las enfermeras que tratan ancianos no les daban mascarillas?

Oficialmente, en el momento de escribir este artículo, ha habido 563 muertes por coronavirus en Dinamarca, un país de 5,8 millones de habitantes sin ya casi defunciones por el virus. Suecia, al otro lado del mar y ejemplo europeo del no cierre, tiene 4.029 fallecidos con 10,2 millones de habitantes.

Dinamarca forma, junto a Holanda, Suecia y Austria, el grupo de países que ha liderado la oposición a los eurobonos y subvenciones solicitados por los países del sur. El norte no quiere pagar los platos rotos del irresponsable y derrochador sur, que lo es en parte y que daría para otro texto, pero el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha recordado un dato del que se habla menos: “Italia contribuye al presupuesto de la UE más que Dinamarca, Holanda, Suecia y Austria juntos”.

Foto: Pedro Sánchez y Mark Rutte, primer ministro holandés. (EFE)
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Italia: "Los sureños son inferiores"

Hay dos países cuando se mira la tabla de decesos por coronavirus en Italia. Uno es Padania (el norte), la vieja aspiración de la otrora independentista Lega Norte, donde la enfermedad ha campado a sus anchas y generado decenas de miles de víctimas, y el sur del país donde las cifras son razonablemente buenas. Sólo entre las septentrionales regiones de Lombardía, Piamonte, Emilia-Romaña y Véneto suman 25.547 de los 32.785 decesos que había en Italia a 24 de mayo.

La casualidad y circunstancias han querido que el virus golpeara primero y se expandiera por las ricas regiones del norte del país. La gestión de la crisis, al menos en el caso de Lombardía, la joya de la corona, el norte del norte italiano, ha sido polémica y en algunos casos desastrosa. Allí se concentran casi el 50% de los fallecidos de toda Italia. El hospital de campaña de la Feria de Milán (el Ifema milanés) es un perfecto ejemplo. Se anunció en el pico de la enfermedad como una solución a la china en Wuhan y su hospital milagro, se inauguró finalmente el 31 de marzo, ha costado 21 millones de euros recaudados entre diversas donaciones y ha atendido a sólo 25 pacientes.

¿Por qué les hago este recuento? Porque en Italia, un país muy dividido norte y sur, si los datos y comportamientos antes referidos hubieran ocurrido en las regiones meridionales se habría producido una catarata de críticas y una lapidación de los 'terroni' desde buena parte de Lombardía, Véneto, Piamonte... Ese término, 'terroni', que significa ligado a la tierra pero que desde el norte se usa para llamar paletos a los del sur, ha sido y es una cruz entre ambas Italias. Esta vez en el sur han visto como los problemas venían del norte y han podido sacudirse algunos complejos. “Parece que los comportamientos más responsable los hemos visto entre los ciudadanos del sur, mientras que cualquier elemento de confusión venía del norte” ha dicho Vincenzo De Luca, gobernador de la meridional región de Campaña.

En Italia, muy dividido norte y sur, si los datos del norte hubieran ocurrido en las regiones del sur se habría producido una catarata de críticas

Otros, pese al baño de realidad que está siendo este epidemia, mantienen sus posturas previas: “Yo no creo en los complejos de inferioridad, creo que los sureños en muchos casos son inferiores”, dijo el 21 de abril en televisión el periodista Vittorio Feltri, director del periódico lombardo Libero Quotidiano. Sus palabras desataron una enorme polémica y la explicación del periodista en sus redes sociales fue esta: “Me parece bastante claro que el sur y sus gentes son inferiores económicamente respecto al norte. Los que no lo reconocen tiene mala fe. La antropología no tiene que ver con la cartera. Noto una vez más que mis declaraciones están siendo instrumentalizadas”.

No parece que se instrumentalizó nada. Sus palabras son claras, incluso las comparten pese a la pandemia una buena parte de sus vecinos del norte con mayor o menor crudeza. Ese mismo mensaje lo he escuchado durante años de muchos italianos: el norte es rico, trabaja, y el sur es pobre y vago. “El norte es Europa y el sur es África”, me dice de broma un amigo de Friuli siempre. La Lega Norte del hoy patriota Salvini se creó para separarse de ellos, de los vagos pobres. Ahora no importa ya tanto el virus, importa quién va a pagar la cuenta de la crisis económica. Para los holandeses y daneses el problema es pagar a los italianos y para los vénetos y lombardos el problema es pagar a los calabreses y sicilianos.

México: independizarse del presidente

En redes sociales, en plena pandemia del Covid, surgió de nuevo el recurrente deseo de algunos mexicanos del norte de independizarse del pobre sur que se conoce como Nortexit. El 'hastag' se repite cada vez con más frecuencia y es cada vez más compartido desde hace algo más de un mes. Por ejemplo, un mensaje del pasado 13 de abril de Jose Alberto Lesso, de Guanajuato, decía lo siguiente: “No sé, piénsenlo. Seríamos potencia mundial, estaríamos en el G8 en una década…”. El tweet iba acompañado de un mapa de México que divide el país desde los estados de Jalisco, Guanajuato, Querétaro… hacia la frontera con EEUU.

En general, todos esos estados de ese nuevo México son los más industrializados y ricos del país en renta per capita. Su mensaje tiene 4.800 me gusta y ha sido compartido 1.000 veces. No es la primera vez que lo escucho, lo oí en alguna ocasión los cuatro años que viví allí. “Preferimos a un gringo que a un chilango (nombre despectivo con el que en México mencionan a las personas de Ciudad de México)”, me dijo un grupo de policías a los que acompañaba patrullando en las montañas de Chihuahua. “Aquí en Jalisco decimos haz patria y mata a un chilango”, soltaba riéndose Saúl, un agregado cultural de la región con el que pasé tres días siguiendo el rastro del escritor Juan Rulfo. Son sólo dos ejemplos, caricatura también del rechazo que siempre se tiene a los de la capital en todas partes, pero la diferencia norte y sur en México es física, cultural y sobre todo económica. El argumento es repetido al de todos los casos anteriores: el norte paga con sus impuestos los subsidios y gastos del improductivo sur. No hay desde luego un proyecto estructurado ni con un apoyo social mínimo para emprender una secesión, pero el Washington Post escribía un artículo reciente donde hablaba de este movimiento independentista bajo el título: “¿Qué hay detrás del enojo de los estados del norte de México?”.

placeholder Un mercado en México. (J.B.)
Un mercado en México. (J.B.)

Y en realidad, lo que hay es que muchos de esos mexicanos que apoyan el Nortexit lo que quieren es independizarse de su presidente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), elegido con un aplastante 53% de los votos, y de sus, según ellos, políticas populistas y radicales de izquierdas que creen que pueden llevar a la ruina al país, y a ellos, como ha pasado en Venezuela. Los datos económicos hasta ahora les dan la razón, ya antes del covid, a principios de febrero, todos los análisis de FMI, Banco Mundial y empresas financieras rebajaban la perspectiva de crecimiento y la situaban en una preocupante horquilla entre el 0,6 y el 1,3%. México parece envuelto en una espiral de deterioro de su ya frágil ecosistema, pero el matiz de a ellos en la primera frase del párrafo es importante porque más de la mitad de la población del país ya vivía en la absoluta miseria antes de que llegara AMLO (ese es su nicho de votantes).

En el caso del movimiento de esa fantasiosa República del Norte de México, hay un comentario en el tweet que reclama la independencia que sirve bien para explicar el absurdo galimatías que es sentirse norte o sur. El propio promotor independentista es rechazado por otro miembro de la red social por ser de Guanajuato y no del verdadero norte que, según él, son sólo Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua y Sonora. La respuesta del aludido es remarcable: “¿Norte respecto a qué? Querétaro es norte respecto a la Ciudad de México, Tamaulipas está al sur respecto a Texas”.

Nada genera más sentimiento nacional que la propia cartera. Es complicado que una región pobre quiera independizarse de un país rico sin motivos religiosos/étnicos de por medio. México es otro ejemplo de norte y sur a la vez y todos los complejos que eso acarrea. Un sur pobre para los Estados Unidos, un norte rico para toda Centroamérica.

placeholder Desfile de mexicanas en Texas, EEUU. (J.B.)
Desfile de mexicanas en Texas, EEUU. (J.B.)

Sudáfrica y la corta fiesta

No creo que hay un país en el mundo que sea más sur y más norte a la vez que Sudáfrica. En la aldea global, el país forma parte de ese sur en el que se mezclan pozos de miseria y enfermedad lacerantes con grandes fortunas. A nivel africano, entre sus vecinos, Sudáfrica, el país más al sur del continente, no es que sea norte, es que es otra galaxia.

Crucé muchas veces con el coche la frontera de Sudáfrica con todos sus países colindantes menos Lesoto entre principios de 2010 y finales de 2014. Sólo se necesitaba hacer 50 kilómetros de carretera para entender el cambio. El asfalto, las gasolineras, en muchos casos la propia oficina de los pasaportes y, sobre todo, el campo. Nada explica mejor el desarrollo que mirar desde la ventana del coche en las zonas rurales. En el lado sudafricano era sencillo encontrar tierras agrícolas labradas, mientras que en Mozambique, Suazilandia, Namibia, Zimbabue y Bostuana costaba ver algún regadío, ya no hablamos de que una explotación pudiera estar trabajada con máquinas y no sólo con manos.

placeholder Un puerto recreativo en Sudáfrica. (J.B.)
Un puerto recreativo en Sudáfrica. (J.B.)

Cuando Nelson Mandela llegó al poder en 1994, el mensaje que se lanzó desde el Gobierno de su partido, el ANC, fue una invitación a los africanos a disfrutar de la fiesta de la independencia del país más próspero del continente. Había dinero, los sudafricanos habían vivido durante décadas contemplando la riqueza con la que vivían sus dominadores blancos, y se presumió de poder repartirlo. Muchos vecinos de todas partes del continente aceptaron la invitación y probaron a unirse a la fiesta.

Cuando yo llegué a vivir a Ciudad del Cabo a inicios de 2010, la fiesta hacía tiempo que se había cancelado sin ni siquiera haberla empezado. Los focos de miseria de las township (barriadas) seguían ahí, pero había dos clases sociales marcadas entre esa pobreza. Los propios sudafricanos, el norte de esa pobreza por derecho de nacimiento, y el resto de inmigrantes africanos que solían vivir en guetos dentro de los guetos atemorizados por los brotes de xenofobia que de vez en cuando prendían entre los nacionales y acababan con varias casuchas quemadas y en ocasiones con algún muerto. El mísero norte sudafricano se cansó de compartir la tarta con el sur del resto del continente. “Aquí no hay dinero ni para morirse en paz”, que me dijo un divertido tipo en una de mis visitas a Soweto.

La idea del Panafricanismo y unión de los pueblos africanos, que han defendido líderes africanos como Robert Sobukwe, Julius Neyere o Haile Selassie, se ha topado con la realidad del dinero. Es más fácil implementar una unidad cuando todos son norte o todos son sur, el problema surge, en África, la UE, Norteamérica… cuando hay que mezclarlos. No es este un relato de buenos y malos, o no intenta serlo. El sur debe también mirarse su ombligo, abandonar el fácil victimismo, y analizar cuánto hay de cierto en la fábula de la hormiga y la cigarra. En verano da pena ver la vida de la currante hormiga, en invierno da pena ver la vida de la moribunda cigarra. Lo llaman nacionalismo, soberanía, porque queda mejor que llamarlo dinero.

“Ahora se acuerdan estos hijos de puta que en el sur hay 3,8 millones de personas que trabajan en negro y que ahora necesitamos sostener porque no tienen ingresos. ¿Somos nosotros los que creamos la evasión o es allí? (…) La riqueza la creamos nosotros, no ellos. Ellos se comen por la noche la riqueza que nosotros creamos de día”, decía un muy acalorado empresario de la septentrional región italiana del Véneto en un reportaje realizado sobre las consecuencias económicas de esta crisis en el programa Piazza Pulita del canal italiano La 7.

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