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Rebelión de profesores y alumnos en California en defensa de la Educación Pública
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Cristina Fernández

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Rebelión de profesores y alumnos en California en defensa de la Educación Pública

La deuda que ahoga al estado de California empieza a aplastar a sus estudiantes. En los últimos días, miles de alumnos y profesores se concentraron en

La deuda que ahoga al estado de California empieza a aplastar a sus estudiantes. En los últimos días, miles de alumnos y profesores se concentraron en hasta 100 campus universitarios para protestar contra la situación que viven las instituciones públicas del estado.

Las manifestaciones  fueron un paso muy importante en la historia del activismo estudiantil en Estados Unidos. Fue una de las actuaciones más extendidas y diversas en mucho tiempo”, explica el historiador Angus Johnston, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.


El “Día de acción en defensa de la Educación Pública” se saldó con 150 detenidos en todo el país, la mayoría en Oakland (California), donde un grupo de manifestantes cortó el tráfico de la autopista durante una hora. Fueron la excepción en un día en el que profesores y alumnos abandonaron las clases y participaron en marchas a edificios emblemáticos como el Capitolio en Sacramento o el ayuntamiento de San Francisco. Mientras, las autoridades advertían a los empleados que no asistieran a algunas universidades ante posibles enfrentamientos entre estudiantes y policía.

Según Johnston, el movimiento estudiantil es una reacción a muchos problemas sufridos por la educación pública estadounidense y que van más allá de la crisis económica. “Hay muchos problemas a nivel estatal e incluso local, desde recortes de becas hasta la seguridad de estudiantes de minorías, que no se van a resolver de la noche a la mañana”, nos cuenta.

Los problemas tampoco han llegado de repente. California era en 2007 el estado más rico de Estados Unidos y, de haber sido un país independiente, la octava economía del mundo. El declive llegó acompañado de un fuerte cambio demográfico: los norteamericanos blancos son ya una minoría, los hispanos suman un tercio de la población del estado y en pocos años pueden superar al resto de grupos demográficos. En medio del cambio, el estado rozó la bancarrota el pasado verano. El gobernador Arnold Swarzenegger optó por abonar las deudas del estado en forma de pagarés. Una medida extrema que llegó acompañada de un recorte de 637 mil millones de dólares en una de las áreas que más exige al presupuesto estatal: la educación.

Desde guarderías a universidades, el gobierno de California impuso recortes salariales, despidos y reducción de turnos en todas las instituciones públicas. La medida puede convertirse en una lacra que los estudiantes, sus familias y los profesionales universitarios arrastrarán durante mucho tiempo. Los recortes sólo empeoraron la deuda de instituciones como la Universidad pública de California que, con más de 200.000 alumnos y 180.000 empleados, lidera las protestas estudiantiles desde hace meses. 

“Se trata de una inversión de futuro. Si no apostamos por la educación ahora mismo, California y el resto del país van a tener un futuro muy débil”, argumenta Reid Milburn, presidenta del Senado Estudiantil de las Universidades Comunitarias de California. Milburn insiste en que parte del movimiento consiste en incitar a los estudiantes a que envíen cartas y presionen a los políticos, que no se conformen con salir a la calle con una pancarta.

Algunos presidentes como Mark Yudof, de la Universidad de California, sólo han complicado el problema con gestos incoherentes con su compromiso por la educación pública. Yudof se “solidarizó” este jueves con la comunidad universitaria en la lucha por mejorar la educación pública. Pero hace unos meses declaró a la revista del New York Times que “ser presidente de la Universidad de California es como ser el gestor de un cementerio, tienes a mucha gente por debajo, pero nadie te escucha”.

“Parte del problema es que los estudiantes sienten que están haciendo ellos mismos el trabajo que corresponde a la administración,” explica Johnston. “Los estudiantes tienen que solucionar ellos mismos los problemas de acceso a la educación, algo que corresponde a la universidad”.

En el campus de San Diego, la presión económica se suma a manifestaciones racistas que empiezan a extenderse por sus instalaciones. Los estudiantes han combinado protestas con sugerencias como exigir una asignatura sobre etnicidad a todos los alumnos de esta universidad o la inyección de recursos en un centro de cultura afroamericana para terminar con los prejuicios. La universidad aprobó esta última opción el mismo día de las protestas.

Un sistema exitoso, en riesgo

La universidad pública de California siempre ha podido presumir de dos cosas. Siempre está situada entre las mejores del país, con campus tan prestigiosos como el de Berkeley. Por otro lado, cuenta con una fórmula de éxito para dar acceso a la educación a estudiantes sin recursos: el 30% de los ingresos por matrículas se destina a becas. El sistema y el prestigio están ahora amenazados. El pasado mes de septiembre el consejo de la Universidad de California decidió afrontar los recortes con un incremento del 32% en el coste de la matrícula, unos 10.000 dólares de media al año. En otras universidades, el precio ha subido un 50% desde 2007.

El campus de Berkeley que décadas atrás encendió los movimientos por los derechos civiles o contra la guerra de Vietnam, ahora es cultivo de una revuelta estudiantil que puede durar meses más.

Los alumnos han visto aumentar los costes justo cuando la educación que reciben está en su nivel más bajo: no hay suficientes profesores, menos asignaturas para elegir, los estudiantes desbordan las clases, los profesores se trasladan a entidades privadas y a principios de curso, la universidad se ve obligada a rechazar miles de alumnos por la competencia por las becas. Los alumnos cuyas familias ganaban lo justo para no necesitar ayudas en el primer año de carrera, ven como el encarecimiento de la matrícula puede interrumpir su educación. Los que no tienen recursos se quedan sin todos los programas de becas que aseguraban el acceso a la educación gracias al dinero público. 

Muchos de los estudiantes que no pueden acceder a las universidades públicas, optan por universidades “comunitarias”, un modelo –también financiado de forma pública– en el que se acoge a todos los estudiantes que solicitan plaza, unos tres millones al año. “Nosotros ya sufrimos recortes en los últimos años y ahora por primera vez estamos rechazando estudiantes”, explica Milburn. “El impacto es tremendo y las consecuencias las peores paralos que más nos necesitan. Nuestros estudiantes son madres solteras, minorías sin recursos o gente que acaba de salir de prisión. Ahora no podemos garantizarles ni lo mínimo”.

Las concentraciones y protestas celebradas esta semana desde la universidades en California se han extendido hasta otras 100 instituciones por todo el país. Una de las quejas se repite: aumento de las matrículas y despido de profesores mientras se mantienen los sueldos de la cúpula administrativa. Suena a argumento contra Wall Street, pero afecta a la educación y el futuro de millones de jóvenes en Estados Unidos.

La deuda que ahoga al estado de California empieza a aplastar a sus estudiantes. En los últimos días, miles de alumnos y profesores se concentraron en hasta 100 campus universitarios para protestar contra la situación que viven las instituciones públicas del estado.

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