Es noticia
Hasta siempre, embajador Solomont
  1. Mundo
  2. Crónicas del Imperio
José Antonio Gurpegui

Crónicas del Imperio

Por

Hasta siempre, embajador Solomont

Las buenas formas, la sonrisa eterna y la simpatía resultan constitutivas en el trabajo de cualquier diplomático que se precie. Es parte del juego y así

Las buenas formas, la sonrisa eterna y la simpatía resultan constitutivas en el trabajo de cualquier diplomático que se precie. Es parte del juego y así lo entienden quienes en él participan. Pero, de tanto en cuanto, las formas, la sonrisa y el carácter resultan innatos y naturales al personaje. Este es el caso de Alan Solomont, embajador de Estados Unidos en España desde hace tres años y medio, que a finales de mes dejará su cargo.

La ratificación por parte del Senado de este bostoniano con cara de 'buena persona' resultó más compleja de lo que se podía prever. Tras cuatro meses de debates, aterrizó en España el 9 de enero de 2010 y el Gobierno socialista lo recibió con innegable ilusión y optimismo. Las relaciones diplomáticas entre España y Estados Unidos, siempre complejas, estaban deterioradas desde la victoria electoral de Rodríguez Zapatero, a quien se recordaba en Estados Unidos por el incidente de la bandera durante el desfile de las Fuerzas Armadas; un embajador demócrata parecía más próximo a los postulados socialistas.

Para la diplomacia española -tanto durante el Gobierno de Zapatero como en el de Rajoy- resulta fundamental estrechar lazos con Estados Unidos. Cierto es que Obama no ha visitado oficialmente España y que Rajoy todavía no ha sido recibido en la Casa Blanca, pero se ha producido una clara aproximación entre ambas Administraciones durante el tiempo en que Solomont ha dirigido la diplomacia estadounidense en España y Andorra.

En su haber se cuentan una serie de importantes logros diplomáticos, como el convenio de cooperación para la defensa o sus esfuerzos para evitar la doble imposición de empresas españolas en EEUU y luchar contra el fraude fiscalUn embajador que no tiene el carisma de su antecesor Aguirre (tampoco se esperaba que alguien de origen judío se pareciera a uno de origen cubano), pero que ha sabido confraternizar y ganarse la amistad y confianza de quienes le han conocido. Tal vez fueran, precisamente, su afabilidad y modos ajenos a los principios diplomáticos lo que ha acentuado la humanidad del personaje. El blog que su inseparable esposa Susan ha mantenido durante su periplo español es un documento que debiera ser de obligada lectura en la escuela diplomática. Mil y una anécdotas salpican esta suerte de cartas tan entretenidas como ilustrativas. Una de las primeras: hasta su nombramiento por Obama, Solomont había realizado toda su actividad profesional en el sector privado y le resultaba sorprendente que, al entrar en una sala, todo el mundo se levantara.

Cuando llegó a España, apenas si era capaz de balbucear un saludo en español, y se agradece que en tan sólo tres años sea capaz de mantener una conversación más o menos fluida en nuestro idioma y que se esfuerce en utilizarlo en sus alocuciones públicas. Su implicación y compromiso con España resultaron obvios desde sus primeras actuaciones. Además de tomar clases de español, en su inmersión cultural los Solomont recorrieron desde los pamplonicas Sanfermines hasta la Semana Santa malagueña, pasando por las Fallas en Valencia. Se trata de un embajador que se ha prodigado especialmente en actos de índole cultural; era habitual en la entrega de los Príncipe de Asturias, el Cervantes, o en el Galardón Camino Real, que reconoce a españoles sobresalientes en los Estados Unidos.

Importantes logros diplomáticos

Pero, más allá del componente humano, en el haber del embajador Solomont se cuentan una serie de importantes logros diplomáticos. El convenio de cooperación para la defensa entre los Gobiernos español y norteamericano ha supuesto una novedosa evolución en las relaciones militares entre ambas naciones poniendo fin, esperemos que definitivamente, a los recelos que desde finales de los 70 despertaba la presencia americana en territorio español. También ha participado activamente junto a la Fundación Consejo España-Estados Unidos en desarrollar el convenio para evitar la doble imposición de empresas españolas en EEUU y evitar, al mismo tiempo, el fraude fiscal.

Pero el asunto al que Solomont ha dedicado buena parte de sus esfuerzos ha sido el reconocimiento de la propiedad intelectual. En el ámbito empresarial, tan importante como los continuos escándalos de corrupción que reiteradamente aparecen en la prensa norteamericana, es la endémica piratería. Solomont ha logrado transmitir a las autoridades de su país los esfuerzos realizados por el Gobierno español por regularizar los derechos de propiedad intelectual.

Alan Solomont ha sido un buen embajador de Estados Unidos en España; pero estoy convencido de que a partir de ahora -se dedicará a la actividad universitaria en Tufts- será uno de nuestros mejores embajadores allende los mares.

Las buenas formas, la sonrisa eterna y la simpatía resultan constitutivas en el trabajo de cualquier diplomático que se precie. Es parte del juego y así lo entienden quienes en él participan. Pero, de tanto en cuanto, las formas, la sonrisa y el carácter resultan innatos y naturales al personaje. Este es el caso de Alan Solomont, embajador de Estados Unidos en España desde hace tres años y medio, que a finales de mes dejará su cargo.