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Obama necesita replantearse su estrategia en Siria contra el Estado Islámico
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Obama necesita replantearse su estrategia en Siria contra el Estado Islámico

EEUU debería abandonar su elevada retórica y dejar claro que está centrado en una estrategia contra el Estado Islámico que es alcanzable: la contención

Foto: Columnas de fuego y humo se elevan tras un ataque aéreo de EEUU en Kobani, ciudad kurda asediada por el Estado Islámico en la frontera con Turquía. (Reuters)
Columnas de fuego y humo se elevan tras un ataque aéreo de EEUU en Kobani, ciudad kurda asediada por el Estado Islámico en la frontera con Turquía. (Reuters)

La política de Obama en cuanto a Siria ha fracasado desde el principio debido a la distancia entre las palabras y las acciones. Y el presidente lo ha vuelto a hacer. Después de declarar que el propósito de la política de EEUU es “degradar y finalmente destruir” al Estado Islámico, Obama se ve ahora presionado para aumentar la acción militar en Siria. Esta es una trayectoria destinada al fracaso. De hecho, la Administración estadounidense debería abandonar su elevada retórica y dejar claro que se centra en una estrategia contra el Estado Islámico que es alcanzable actualmente: la contención.

Los objetivos fijados por EEUU no pueden alcanzarse con una escalada militar en Siria, que muy probablemente producirá caos y consecuencias no deseadas. La realidad clave es que Washington no posee verdaderos socios locales sobre el terreno. Es importante comprender que, en realidad, el Ejército Libre Sirio (rebeldes “moderados”) no existe. Un informe del Servicio de Investigación del Congreso señala que dicho nombre no se refiere a ningún “comando organizado y estructura de control de alcance nacional”. El director de los servicios de inteligencia norteamericanos ha declarado que la oposición al régimen de Bachar al Asad consta de 1.500 milicias diferentes. Llamamos Ejército Libre Sirio a un grupo de estas milicias que combate contra de Al Asad y contra los islamistas (esperamos).

Los grupos más grandes y efectivos que no forman parte del Estado Islámico están vinculados a Al Qaeda y también son enemigos mortales de EEUU. Las milicias no yihadistas controlan colectivamente menos del 5% de Siria

El experto Joshua Landis -cuyo blog Syria Comment es una fuente esencial- estima que el régimen de Al Asad controla cerca de la mitad del territorio sirio, aunque mucho más de la mitad de la población. El Estado Islámico domina cerca de un tercio del país y el resto de milicias controlan alrededor del 20%. Pero los grupos más grandes y efectivos que no forman parte del Estado Islámico sí están vinculados a Al Qaeda y también son enemigos mortales de los Estados Unidos. Las milicias no yihadistas controlan colectivamente menos del 5% de Siria.  Landis escribe que, de acuerdo con los líderes de la oposición, Washington está apoyando a unos 75 de estos grupos.

Una estrategia norteamericana que consista en aumentar los ataques aéreos en Siria -incluso si están acompañados de fuerzas terrestres- desearía que las fuerzas más débiles y desorganizadas del país se convirtiesen de alguna manera en las más fuertes, derrotando primero al Estado Islámico y, después, al régimen de Al Asad, todo mientras combaten contra Jabhat al-Nusra y Khorasan. La posibilidad de que todo esto suceda es remota. Es mucho más probable que bombardear Siria con intensidad produzca caos e inestabilidad en el territorio, además de destruir Siria y fomentar una situación de todos contra todos en la que los grupos yihadistas prosperan.

>Los críticos aseguran que esta política hubiese sido efectiva tres años atrás, cuando la oposición a Al Assad era más laica y democrática. Esto es una fantasía. Es verdad que las manifestaciones contra el régimen de Al Asad en los meses iniciales parecían estar protagonizadas por personas más laicas y liberales. Algo que también sucedió en Libia y Egipto. Pero, con el tiempo, triunfaron las fuerzas más organizadas, apasionadas y religiosas. Este es un patrón familiar en las revoluciones, desde la francesa hasta la rusa y la iraní. Comienzan con los liberales y son tomadas por los radicales. 

Para que cualquier estrategia funcione en Siria debe tener un componente militar y otro político. El elemento militar es débil. El político no existe.

La razón crucial subyacente a la violencia en Irak y Siria es la revuelta sunita contra los gobiernos en Bagdad y Damasco, a los que consideran regímenes hostiles y apóstatas. Esta revuelta, a su vez, ha sido alimentada por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar; cada uno apoya a sus grupos sunitas preferidos, lo cual únicamente ha añadido complejidad al asunto. Por otro lado, Irán ha apoyado a los regímenes chiitas y alauitas, asegurando de este modo que esta lucha sectaria sea también regional.

La razón crucial subyacente a la violencia en Irak y Siria es la revuelta sunita contra los gobiernos en Bagdad y Damasco. Una revuelta que ha sido alimentada por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar

La solución política, presumiblemente, pasa por algún tipo de acuerdo para compartir el poder en estas dos capitales. Pero esto no es algo que los Estados Unidos puedan llevar a cabo en Siria. Se intentó en Irak y, a pesar de las 170.000 tropas, decenas de miles de millones de dólares y el hábil liderazgo de David Petraeus, los acuerdos negociados por éste comenzaron a deshacerse en los meses siguientes a su partida, bastante antes de que las tropas norteamericanas abandonaran el territorio iraquí.  Esta no es una parte del mundo donde el poder compartido y el pluralismo hayan funcionado, con la excepción del Líbano, y sólo después de una sangrienta guerra civil de 15 años en la cual una de cada veinte personas fue masacrada.

La única estrategia contra el Estado Islámico que tiene alguna oportunidad de funcionar es la contención -reforzando la ayuda a los países vecinos (que están mucho más amenazados que los Estados Unidos) y que están dispuestos a pelear militar y políticamente-. Nos referimos, principalmente, a Irak, Jordania, el Líbano, Turquía y los países del Golfo. El mayor desafío es lograr que el Gobierno iraquí haga serias concesiones a los sunitas para que estos se sumen a la lucha, algo que no ha sucedido hasta ahora. Todo esto debería añadirse a la lucha contra el terrorismo, lo que equivale a decir bombardeos y ataques a objetivos claves del Estado Islámico, así como medidas para seguir la pista de combatientes extranjeros, impedir sus movimientos, interceptar sus fondos y proteger a los vecinos y a Occidente de una posible infiltración yihadista.

La Administración Obama está persiguiendo varios elementos de esta estrategia. Debería ser franca acerca de sus objetivos y abandonar su grandiosa retórica, que está destinada a la intensificación y al fracaso.

(c) 2014, Washington Post Writers Group.

La política de Obama en cuanto a Siria ha fracasado desde el principio debido a la distancia entre las palabras y las acciones. Y el presidente lo ha vuelto a hacer. Después de declarar que el propósito de la política de EEUU es “degradar y finalmente destruir” al Estado Islámico, Obama se ve ahora presionado para aumentar la acción militar en Siria. Esta es una trayectoria destinada al fracaso. De hecho, la Administración estadounidense debería abandonar su elevada retórica y dejar claro que se centra en una estrategia contra el Estado Islámico que es alcanzable actualmente: la contención.

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