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Donald Trump y el colapso republicano

La irrupción del magnate en la política ha servido para poner de manifiesto el creciente distanciamiento entre el Viejo Gran Partido y sus electores

Foto: Donald Trump hablando en el Congreso del Partido Republicano en Florida, en noviembre de 2015 (Reuters)
Donald Trump hablando en el Congreso del Partido Republicano en Florida, en noviembre de 2015 (Reuters)

El sentir general actual es que los mejores días de Donald Trump han quedado atrás y que sus números en las encuestas van a empezar a descender pronto. Tal vez. Pero Trump ha llegado a representar algo fundamental sobre el Partido Republicano: la creciente brecha entre sus líderes y su circunscripción política. Incluso si él desaparece de en medio, esta brecha está remodelando el Viejo Gran Partido.

Al principio, la campaña de Trump se basaba sobre todo en su personalidad. Respecto a los asuntos, tenía un amplio abanico de posiciones, que carecían de toda coherencia o consistencia. Pero con el tiempo, como buen hombre de negocios, parece haber estudiado a sus clientes -los electores republicanos- y decidido darles lo que ellos quieren. Y lo que quieren no es lo que promueven sus líderes.

Los seguidores del Partido Republicano ya no creen en la ideología tradicional de la formación

En un inteligente ensayo para Politico, Michael Lind argumenta que el moderno Partido Republicano ha construido su ideología alrededor de tres puntos: conservadurismo político, valores sociales tradicionales, y política exterior de línea dura. El problema para el Partido Republicano es que en todas estas tres áreas, sus seguidores ya no creen en la ideología tradicional de la formación.

Si hay una creencia que ha unido a los Republicanos, es que el gobierno es malo y está sobredimensionado, y que el gasto está fuera de control. El problema es que solo hay dos formas de reducir la deuda y los déficits: subir los impuestos o recortar la Seguridad Social y el Medicare. Dado que lo primero es anatema para todos los republicanos -de hecho, quieren recortes a los impuestos-, la mayoría de los conservadores propone reducir a su mínima expresión los programas de subsidios.

Esto sigue siendo el argumento central con que el Portavoz de la Cámara Paul Ryan apela a los republicanos. Pero el grueso del electorado del Partido Republicano es de edad avanzada, y dejando cada vez más claro que están en desacuerdo. Los datos acerca de ello son asombrosos. Lee Drutman pone de manifiesto que solo el 6,2 % del público estadounidense está a favor de reducir la Seguridad Social: el resto opina que debería ser mantenida al nivel actual o aumentada. Una mayoría de Republicanos cree que es más importante mantener los beneficios de la Seguridad Social y Medicare que reducir su déficit.

Los candidatos republicanos han leído las encuestas y empezado a ajustar su retórica. Durante la última campaña presidencial, Ryan habló a menudo sobre la reforma de los subsidios. Hoy, pocos candidatos la mencionan. Muchos usan lenguaje en clave, y algunos, como Trump y Mike Huckabee, la rechazan de plano.

Este dilema explica por qué los presupuestos republicanos muestran amplias brechas entre recaudación y gastos. Estos espejos reflejan las demandas de los electores del Viejo Gran Partido: un gobierno más pequeño, pocos impuestos, pero programas de subsidios totalmente financiados.

El sentir general actual es que los mejores días de Donald Trump han quedado atrás y que sus números en las encuestas van a empezar a descender pronto. Tal vez. Pero Trump ha llegado a representar algo fundamental sobre el Partido Republicano: la creciente brecha entre sus líderes y su circunscripción política. Incluso si él desaparece de en medio, esta brecha está remodelando el Viejo Gran Partido.

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