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El clamoroso silencio republicano

A pesar de que Trump se ha desenmascarado totalmente tras la masacre de Orlando, muchos miembros del Partido Republicano parecen seguir engañados, o prefieren no pronunciarse

Foto: Los senadores John McCain y Mitch McConnell, en un debate sobre el presupuesto de defensa en junio de 2015 (Reuters)
Los senadores John McCain y Mitch McConnell, en un debate sobre el presupuesto de defensa en junio de 2015 (Reuters)

Antes de que Donald Trump se asegurase la nominación, los republicanos estaban seguros de sus movimientos. Bajaría el tono de su retórica y se volvería hacia el centro. “Donald Trump entiende que esto ya no son unas primarias”, dijo el Presidente del Comité Nacional Republicano Reince Priebus. El ayudante de Trump, Paul Manafort, explicó que el probable nominado mostraría “más profundidad”, y subrayó que estaba “evolucionando. El propio Trump prometió el mes pasado: “Voy a ser tan presidenciable que os vais a aburrir”.

Vaya con aburrirse.

El 12 de junio de 2016, los EEUU sufrieron el peor ataque terroristas desde el 11-S, un golpe particularmente vomitivo porque el asesino actuó contra una minoría muy discriminada. La reacción de Trump fue felicitarse a sí mismo en un tuit. En los dos días siguientes pidió la dimisión de Obama y que Hillary Clinton abandone la carrera, insinuó que el Presidente en realidad quería que los yihadistas ganasen, repitió su propuesta de prohibir a los musulmanes que entren en el país, y advirtió a los musulmanes estadounidenses que más les valía cooperar con las autoridades.

Uno de los principales suplentes de Trump, el antiguo Portavoz de la Cámara Newt Gingrich, sugirió al Parlamento revivir el Comité de Actividades Antiamericanas, tristemente famoso por castigar a estadounidenses acusados de forma ligera de ser comunistas o simpatizantes. El viejo amigo de Trump y consultor republicano Roger Stone dibujó una nueva caza de brujas estilo McCarthy, declarando a Breibart: “Vamos a haber un nuevo enfoque en revisar si esta administración, la de Hillary Clinton en el Departamento de Estado, ha estado infiltrada al máximo nivel por la inteligencia saudí y otros estadounidenses no leales”. Cargó directamente contra Huma Abedin, una de los ayudantes más cercanas y duraderas de Clinton y una musulmana estadounidense, al decir: “Tenemos que preguntar: ¿tenemos una espía saudí entre nosotros? ¿Tenemos una agente terrorista?”. Por supuesto, no hay la más mínima evidencia de esta acusación.

Ninguna de las “políticas” de Trump es realmente una propuesta política en ningún caso, sino mecanismos exclusivamente diseñados para activar los resortes emocionales de la gente. Para él, lo que define una política no es su verdadero contenido, su inteligencia, su carácter práctico o su coste. Es más bien: ¿Esto asusta, excita, cabrea, inflama? Ha usado la tragedia de Orlando para agitar los miedos hacia los inmigrantes. Dado que el asesino no era realmente un inmigrante sino un estadounidense nacido en Qeens, Trump señala que el padre de Omar Mateen vino a los EEUU en los años 80 (escapando de la invasión soviética de Afganistán). Si estamos usando una máquina del tiempo para resolver los problemas internacionales, tal vez deberíamos impedir que Lenin regresase a Rusia en abril de 1917, salvando así al mundo del comunismo, y también que Hitler pasase a Alemania desde Austria en 1913, evitando de este modo la Segunda Guerra Mundial.

Orlando ha dejado claras las cosas para todo aquel que todavía permanecia inexplicablemente indeciso. Ahora sabemos quién es Donald Trump. Pero ¿qué es el Partido Republicano? La mayoría de los líderes republicanos todavía conservan la esperanza de que a pesar del hecho de que Trump es, en la acertada descripción de George Will, “el aspirante presidencial más anti-conservador en la historia de su partido”, acabará aceptando la religión y adoptando su agenda. Creen que un megalómano de 70 años de edad cuya vida ha estado totalmente dedicada a promoverse a sí mismo sin cesar y a usar cualquier medio a su alcance para hacer caer a otros desarrollaría de forma súbita una profundia empatía por el partido, aunque hasta ahora solo lo ha utilizado como vehículo para sus ambiciones personales.

Ver cómo honorables funcionarios electos republicanos como Paul Ryan hacen malabarismos, deplorando la retórica de Trump, distanciándose de sus políticas al tiempo que siguen prometiendo votar por él, es doloroso. Pero ¿qué hay de los oficiales no electos que ni siquiera tienen la excusa de que deben prestar atención a los votantes republicanos? Varios antiguos funcionarios de seguridad y expertos republicanos han redactado una carta anunciando que no pueden apoyar a Trump. Solo tres antiguos funcionarios a nivel ministerial, Michael Mukasey, Robert Zoellick y Michael Chertoff, lo han firmado. Ningún antiguo Secretario de Estado, Defensa o del Tesoro lo ha firmado o anunciado públicamente que no le votará. ¿Dónde están George Shultz, James Baker, Condoleezza Rice y Hank Paulson? ¿Pueden sus reputaciones sobrevivir a su silencio?

¿Y dónde está el senador John McCain, que ha declarado que apoya a un hombre que parece representar todo contra lo que él lucha, y que despiadadamente ridiculizó su historial de guerra? McCain ha vivido una vida de servicio, con actos de valor más allá de mi entendimiento. Cuando los norvietnamitas se ofrecieron a liberarle antes que a otros prisioneros de guerra debido a que su padre era un almirante, lo rechazó, prefiriendo más cautividad y tortura que perder su honor. Años después, cuando se enteró de que Henry Kissinger también se había negado a que se le diese ningún trato especial, le dio las gracias por salvar “mi reputación, mi honor, mi vida, realmente”.

Hoy, todo lo que John McCain necesita para preservar su honor es pronunciar dos palabras: “Trump, nunca”.

Antes de que Donald Trump se asegurase la nominación, los republicanos estaban seguros de sus movimientos. Bajaría el tono de su retórica y se volvería hacia el centro. “Donald Trump entiende que esto ya no son unas primarias”, dijo el Presidente del Comité Nacional Republicano Reince Priebus. El ayudante de Trump, Paul Manafort, explicó que el probable nominado mostraría “más profundidad”, y subrayó que estaba “evolucionando. El propio Trump prometió el mes pasado: “Voy a ser tan presidenciable que os vais a aburrir”.

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