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No se desesperen: el centro aún puede ganar en Europa

A pesar del estallido del populismo a ambos extremos del espectro ideológico, algunas fuerzas centristas tienen grandes posibilidades electorales, puesto que representan algo nuevo

Foto: Emmanuel Macron, líder del movimiento "En Marcha", durante un mitin en Toulon, Francia, el 18 de febrero de 2017 (Reuters)
Emmanuel Macron, líder del movimiento "En Marcha", durante un mitin en Toulon, Francia, el 18 de febrero de 2017 (Reuters)

Está claro para todo el mundo que estamos asistiendo al auge de fuerzas radicales en la izquierda y la derecha en todo el mundo. Populistas de ambos signos, que comparten un desdén por la globalización, se sienten fuertes, seguros de que el futuro va a favor suyo. Pero el centro está resurgiendo de nuevo, incluso en el corazón del viejo mundo.

Piensen en Emmanuel Macron, el ex banquero de Rothschild de 39 años, que es el favorito a convertirse en el próximo presidente de Francia. Los sondeos señalan que la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, lidera el panorama en la primera ronda con alrededor del 25% del voto. Pero en la segunda ronda, en la que solo compiten los dos candidatos principales, Macron le derrotaría ampliamente. Tengan en mente que Macron está enfáticamente a favor del libre mercado, la globalización, la Unión Europea y la alianza transatlántica, y aún así gana popularidad en un país a menudo definido por sus sindicatos fuertes, su escepticismo hacia el capitalismo y su desconfianza hacia los Estados Unidos.

Foto: Emmanuel Macron durante un mitin de campaña en Lyon, el 4 de febrero de 2017 (Reuters).
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¿Por qué? Porque Macron es, por encima de todo, un 'outsider', un reformista y un político carismático, y estas cualidades parecen ser más importantes que un programa ideológico. Los estudios de ciencias sociales han demostrado de forma convincente que la gente conecta co los candidatos a un nivel gutural, y después racionalizan esa conexión aceptando sus propuestas políticas. Había muy poca diferencia entre las ideologías de Bill y Hillary Clinton. Pero los votantes de la América media sentían, a un nivel emocional, que Bill “se los había ganado”, pero nunca se sintieron igual respecto a Hillary.

Los europeos y los estadounidenses sienten un estancamiento en la economía y la política occidental. Están frustrados con la situación inmutable y ven el orden establecido como corrupto, paralizado y sin contacto con la realidad. La campaña de Macron está funcionando porque está repleta de energía. Su nuevo partido se llama “¡En marcha!”; su libro de campaña se titula “Revolución”.

“Macron es, en algunos aspectos, el hermano guapo de Marine Le Pen”, dice el académico Mark Lilla, de la Universidad de Columbia. “Ambos llenan un vacío creado por el colapso de los grandes partidos. Por toda Europa, los partidos políticos principales representan las viejas divisiones entre iglesia y secularismo, capital y trabajo. Macron y su movimiento son nuevos. Representan a las empresas de nueva creación, la juventud, la tolerancia, la flexibilidad y, por encima de todo, la esperanza”.

Estamos viviendo un mar de cambios en la política, y asistiendo a un estallido del populismo. Pero eso no significa que no haya otras fuerzas y sentimientos en marcha. El mundo está cada vez más conectado, es más diverso y tolerante, y cientos de millones de personas en Occidente, especialmente los jóvenes, celebran esa realidad. Macron representa esos ideales, aún cuando también apele a otros más inquietos sobre los cambios en el mundo.

Macron no es un fenómeno aislado. Piensen en Alemania, donde se ha hablado mucho de los magros resultados de Angela Merkel en los sondeos. Pero Merkel ha estado en el poder durante más de una década, una situación en la que casi ningún líder occidental ha sido capaz de mantener un apoyo entusiasta. Margaret Thatcher, Tony Blair y Helmut Kohl vieron cómo su tasa de aprobación se hundía pasados unos diez años. Y el principal desafío a Merkel viene de Martin Schulz, un antiguo librero de centro-izquierda que es incluso más pro-europeo, cosmopolita y globalista.

Foto: Frank-Walter Steinmeier es felicitado por Angela Merkel tras su elección como presidente en el Reichstag, Berlín (Reuters).

“El orden político es confuso ahora mismo”, dice Lilla. “Con el tiempo se perfilará alrededor de la nueva división: la gente que se siente cómoda con la globalización y aquellos que se oponen a ella”. Pero aquellos de nosotros en el centro, que vemos la globalización como una fuerza positiva, tenemos que entender la dislocación cultural causada por la inmigración a gran escala de las últimas décadas.

El centro puede ganar. Europa no se está dirigiendo de forma inexorable hacia un nacionalismo de extrema derecha que abandone la Unión Europea, la integración económica, la Alianza Atlántica y los valores occidentales. Pero mucho depende de los EEUU, el país que creó la concepción estratégica e ideológica de Occidente. Un líder europeo de alto perfil que asistió a la Conferencia de Seguridad de Múnich la semana pasada indicó que, a pesar de algunas palabras reconfortantes de altos funcionarios estadounidenses, “muchos de nosotros estamos convencidos de que la Casa Blanca está intentando que Le Pen salga elegida en Francia y Merkel sea derrotada en Alemania”. Y hay comentarios en caliente del jefe de estrategia de la Casa Blanca Stephen K. Bannon sobre debilitar a la Unión Europea y destruir el orden establecido.

Si Estados Unidos promueve la destrucción de las instituciones y los ideales occidentales, Occidente podría hundirse. Pero esta no sería una de esas historias de declive civilizatorio frente a amenazas externas. Sería una herida autoinflingida, que podría ser fatal.

Está claro para todo el mundo que estamos asistiendo al auge de fuerzas radicales en la izquierda y la derecha en todo el mundo. Populistas de ambos signos, que comparten un desdén por la globalización, se sienten fuertes, seguros de que el futuro va a favor suyo. Pero el centro está resurgiendo de nuevo, incluso en el corazón del viejo mundo.

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