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Trump tenía razón antes sobre el sistema sanitario de EEUU

La necesidad de un sistema de salud pública en su país es uno de los pocos asuntos en los que el magnate se expresó de forma coherente antes de aspirar a la presidencia. Las cosas han cambiado

Foto: Ambulancias aparcadas fuera del Hospital Mount Sinaí en Manhattan, Nueva York, en febrero de 2016. (Reuters)
Ambulancias aparcadas fuera del Hospital Mount Sinaí en Manhattan, Nueva York, en febrero de 2016. (Reuters)

La reciente deblace republicana a propósito del sistema de salud podría acabar siendo una oportunidad. Ha puesto de manifiesto, una vez más, la complejidad del sistema estadounidense, que continúa siendo de lejos el más caro e ineficiente del mundo avanzado. Pero el presidente Trump podría realmente usar el colapso legislativo para arreglar el sistema sanitario si volviese a lo esencial y a sus verdaderas convicciones sobre el asunto, que son sorprendentemente inteligentes y coherentes.

Hay un impulso comprensible en la derecha de asumir que el sistema sanitario sería trabajaría de forma más eficiente si fuese un mercado libre, o más libre que ahora. Eso es cierto para la mayoría de los bienes y servicios. Pero en 1963, el economista Kenneth Arrow, que luego ganó un Premio Nobel, ofreció una explicación sobre por qué los mercados no pueden funcionar bien en este ámbito. Argumentó que había una gigantesca brecha de poder e información entre el comprandor y el vendedor. Si el vendedor te dice que compres una televisión particual, tú puedes fácilmente elegir otra o marcharte. Si un doctor insiste en que necesitas cierto medicamento o terapia, es más improbable que rechaces el consejo. Y, señaló Arrow, normalmente la gente cree que no necesita un sistema de salud hasta que se pone enferma, y entonces lo necesita mucho.

Todas las economías avanzadas del mundo han reconocido de forma implícita este argumento porque todas han adoptado alguna versión de un sistema de salud dirigida por el estado. Consideren los 16 países que puntúan por encima de EEUU en el Índice de Libertad Económica de la conservadora Heritage Foundation. Todos excepto Singapur (que tiene un enfoque estatal singular) tienen sistemas de salud universales que pueden ser descritos como de un solo pagador gubernamental (Medicare para todos), gestionados por el Gobierno (el modelo británico), o un Obamacare-plus (seguros privados con una obligación real de que todo el mundo sea aceptado). Hong Kong, a menudo considerado el mercado menos regulado del mundo, tiene un sistema público al estilo británico. Suiza, uno de los países más favorables al entorno empresarial, tenía un sistema de seguro privado como el de EEUU pero se dio cuenta de que, para que funcionase, tenía que introducir una obligación legal para las compañías.

Mientras producía un documental de la CNN sobre sistemas de salud alrededor del mundo, me llamó particularmente la atención la experiencia de Taiwán, otro santuario del libre mercado. En 1995, el 41% de su población carecía de seguro y el país tenía unos resultados de salud muy pobres. El Gobierno decidió recorrer el mundo en busca de las mejores ideas antes de instituir un nuevo marco. Eligió Medicare para todos, un solo pagador gubernamental con múltiples proveedores privados. Las consecuencias son asombrosas. Taiwán ha conseguido algunos de los mejores resultados del mundo dedicando solo el 7% de su PIB a la salud pública (comparado con el 18% en EEUU). Le pregunté a William Hsiao, un economista que ayudó a diseñar el modelo del país, qué lecciones sacaron, si sacaron alguna, de Estados Unidos. “De EEUU puedes aprender qué NO hacer antes que qué hacer”, respondió.

Los estadounidenses a menudo asumen que a pesar de su coste, el sistema de salud de EEUU proporciona mejores servicios que otros. A menudo oímos hablar del tiempo de espera para ser atendido en otros países. Pero según el Commonwealth Fund, Estados Unidos está en la franja intermedia de los países industrializados en tiempos de espera, por detrás incluso del Reino Unido. Más aún, uno de los principales expertos del mundo, Uwe Reinhardt de Princeton, ha descubierto que los estadounidenses utilizan menos el sistema que la media en los países desarrollados a la hora de ver a un doctor o pasar tiempo en un hospital. El problema con el libre mercado es que hay poco beneficio en la prevención y mucho en el cuidado de crisis.

Trump ha recogido el llamamiento a repeler el Obamacare. Pero hasta fecha reciente, el sistema de salud era de hecho uno de los pocos asuntos a los que se había referido, antes de su campaña, con una coherencia destacable. En su libro de 2.000 'La América que nos merecemos', escribió: “Soy conservador en la mayoría de las cuestiones pero liberal respecto a esta. No deberíamos oír tantas historias de familias arruinadas por los costes de los cuidados de salud. Debemos tener una sanidad universal. El plan de Canadá ayuda a los canadienses a vivir más tiempo y con mejor salud que los estadounidenses. Hay muchas menos demandas médicas, menos pérdida laboral por enfermedad, y menores costes para que las empresas paguen los cuidados médicos de sus empleados. Como nación, necesitamos reexaminar el plan de un solo pagador, como están haciendo muchos estados a título individual”.

Trump tenía razón en este tema durante gran parte de su vida. Ahora se ha plegado a los intereses especiales y a una ideología no respaldada por los hechos. Pero podría simplemente volver a sus convicciones, contactar a los Demócratas y ayudar a los Estados Unidos a resolver el problema de su sistema de salud.

La reciente deblace republicana a propósito del sistema de salud podría acabar siendo una oportunidad. Ha puesto de manifiesto, una vez más, la complejidad del sistema estadounidense, que continúa siendo de lejos el más caro e ineficiente del mundo avanzado. Pero el presidente Trump podría realmente usar el colapso legislativo para arreglar el sistema sanitario si volviese a lo esencial y a sus verdaderas convicciones sobre el asunto, que son sorprendentemente inteligentes y coherentes.