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Venderle a Corea del Norte el timo de Irán: el primer desafío de Mike Pompeo
El nuevo Secretario de Estado deberá convencer a Pyongyang de que acepte un acuerdo nuclear justo en el mismo momento en que, si nada lo remedia, EEUU se retirará del que firmó con Irán
Si es confirmado como Secretario de Estado, Mike Pompeo llegará a un Departamento de Estado sacudido por las propuestas de recortes presupuestarios, eviscerado por las dimisiones y los cargos vacantes, y neutralizado por el estilo de toma de decisiones impulsivo y personal del presidente Trump. Pero el desafío más inmediato de Pompeo no será reconstruir el departamento y restaurar la moral; será lidiar con una crisis aguda de política exterior que en gran medida ha sido creada por el propio presidente: el acuerdo nuclear con Irán.
Muy pronto, Pompeo tendrá que desactivar un verdadero desafío en política exterior. Trump ha acordado encontrarse con Kim Jong-un antes de finales de mayo. Eso podría ser un suceso prometedor, que desactive las crecientes tensiones en la península de Corea y en toda Asia. Pero antes de que Trump se siente con Kim en la mesa de negociaciones para discutir un acuerdo nuclear, la Administración deberá decidir cómo manejar el acuerdo preexistente con Teherán.
Trump ya ha anunciado que Estados Unidos no se vinculará al pacto nuclear con Irán a menos que los líderes europeos acuerden “arreglar los desastrosos puntos débiles del acuerdo” (y desde fuera, ha sido aplaudido en esta posición de línea dura por Pompeo). Las naciones europeas parecen poco dispuestas a aceptar otra cosa que cambios cosméticos, e Irán ha rechazado de plano volver a negociar. Eso significa que para el 12 de mayo EEUU está camino de abandonar el acuerdo, lo que podría llevar a Irán a hacer lo mismo y reiniciar su programa nuclear. Eso ocurriría al mismo tiempo que el encuentro con Corea del Norte, en un momento en el que sin duda Estados Unidos estará tratando de convencer a los norcoreanos de los beneficios de firmar un acuerdo similar.
Para entender las virtudes del acuerdo con Irán, recuerden que hace un cuarto de siglo EEUU estaba negociando un acuerdo nuclear con Pyongyang. En ese momento, Corea del Norte tenía un programa nuclear pero no armas nucleares. La Administración Clinton trataba de que el régimen congelase su programa, aceptase revertir algunas partes y permitiese inspecciones intrusivas. Pero el acuerdo que se alcanzó al final era mucho más limitado de lo esperado. El proceso de inspecciones era débil, y los norcoreanos hicieron trampa.
Los iraníes en 2015 tampoco tenían armas nucleares (e insistían en que no tenían intención alguna de adquirirlas jamás). Aún así, el acuerdo nuclear implicó que redujesen aspectos importantes de su programa, desmantelando 13.000 centrifugadoras, abandonando el 98% de su uranio enriquecido y clausurando su reactor de plutonio en Arak. La Agencia Internacional de Energía Atómica tiene cámaras e inspectores en Irán en cada punto del ciclo de combustible nuclear, desde las minas hasta los laboratorios, pasando por las instalaciones de enriquecimiento. La AIEA confirma que Teherán ha cumplido con su parte del trato. Incluso el propio Pompeo ha admitido esto.
El acuerdo con Irán no es perfecto, pero ha estabilizado una situación peligrosa que iba camino de escalar en Oriente Medio. Si el pacto se deshace, una región ya en ebullición se volvería aún mucho más volátil (el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman, ha dicho recientemente que su país se volverá una potencia nuclear si Irán también lo hace). Y una vez más, eso ocurriría justo mientras la Administración Trump intenta convencer a los norcoreanos de que acepten límites, bloqueos, desmantelamientos e inspecciones de su propio programa nuclear. ¿Por qué firmaría Kim un acuerdo mientras ve cómo EEUU reniega del último que firmó?
La tragedia aquí es que es una crisis totalmente autoinflingida. Ya había suficiente inestabilidad en el mundo sin que la Administración necesitase crear más. Pompeo debería admitir que su trabajo como Secretario de Estado será resolver problemas, no producirlos, y que debería preservar el acuerdo con Irán y dedicar su tiempo a Corea del Norte. Pero eso aún dejaría un desafío considerable en lo que concierne a las armas nucleares de Corea del Norte. Allí, de nuevo, la posición de la Administración -y la suya propia- ha sido maximalista, jurando no aceptar otra cosa que la desnuclearización total de Corea del Norte. Pero esa es una posición negociadora que puede y debe ser reajustada con el tiempo, dependiendo del comportamiento de Pyongyang.
Pompeo debería tomar ejemplo de su propio jefe. Trump ha cambiado de postura en una cuestión tras otra, a menudo sin dar casi ninguna explicación. Declaró que la OTAN estaba obsoleta, solo para decir más tarde que no lo estaba. Prometió decretar que China era un manipulador de divisas, y luego decidió no hacerlo. Insistió en que hablar con Corea del Norte sería una pérdida de tiempo y luego anunció voluntariosamente que lo haría. Y quién sabe, tal vez Trump comprende la falta de atención y el estado de ánimo del público mejor que la mayoría de nosotros. En cualquier caso, lo que haya dicho Pompeo sobre el acuerdo con Irán hace meses es ahora agua pasada. Simplemente debería declarar que ahora mismo, bajo las circunstancias actuales, merece la pena mantenerlo.
El desgaste de la credibilidad y la reputación de Estados Unidos es significativo si Washington sigue cambiando de postura sobre cuestiones clave de política exterior. Pero hay un desgaste aún mayor al seguir obstinadamente con una política errónea. Así que, señor Pompeo, diga conmigo: “El acuerdo de Irán era malo, pero ahora es bueno”.
Si es confirmado como Secretario de Estado, Mike Pompeo llegará a un Departamento de Estado sacudido por las propuestas de recortes presupuestarios, eviscerado por las dimisiones y los cargos vacantes, y neutralizado por el estilo de toma de decisiones impulsivo y personal del presidente Trump. Pero el desafío más inmediato de Pompeo no será reconstruir el departamento y restaurar la moral; será lidiar con una crisis aguda de política exterior que en gran medida ha sido creada por el propio presidente: el acuerdo nuclear con Irán.