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La estrategia de Trump para convertir Irán en el país que queremos es mera fantasía
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La estrategia de Trump para convertir Irán en el país que queremos es mera fantasía

Es difícil comprender el razonamiento detrás de la salida estadounidense del acuerdo nuclear, pero si hay un plan es probablemente un cambio de régimen en Teherán. No saldrá bien

Foto: El presidente iraní Hasan Rohaní, en febrero de 2018. (Reuters)
El presidente iraní Hasan Rohaní, en febrero de 2018. (Reuters)

Jeb Bush dijo que Donald Trump sería un “presidente del caos”. Y la semana pasada, el presidente Trump estuvo a la altura de la denominación, optando por desafiar a prácticamente el mundo entero, incluyendo a los aliados más estrechos de EEUU, los europeos, y elevando la tensión en la zona más inestable del globo, Oriente Medio.

Es difícil comprender el razonamiento detrás de la decisión de Trump de retirarse del acuerdo nuclear. Si Irán es un actor tan peligroso y maligno como dice, sin duda es mejor tener su programa nuclear congelado a un nivel preliminar y monitorizado las 24 horas. La oportunidad de lograr que Teherán acepte unos términos más restrictivos son cercanas a cero. Si los términos del acuerdo con Irán se aplicasen a Corea del Norte, eso requeriría que Pyongyang destruyese sus armas nucleares -el futro de un esfuerzo de varias décadas- y aceptase inspecciones invasivas y vigilancia extranjera en un país tan cerrado que se le conoce como el Reino Ermitaño.

Foto: El presidente Hasan Rohaní habla en televisión sobre el acuerdo nuclear en Teherán, el pasado 8 de mayo. (Reuters)

Si hay una estrategia detrás del paso dado por Trump, es probablemente un cambio de régimen. Sus asesores más cercanos han abogado desde hace mucho tiempo por ello, y han argumentado que el mejor enfoque hacia Irán es una combinación de sanciones, apoyo a los grupos de oposición e intervención militar. Como congresista, el actual Secretario de Estado Mike Pompeo criticó a la Administración Obama por negociar con Irán, y en su lugar sugirió que EEUU lanzase cerca de 2.000 misiones de bombardeo contra Irán. El Asesor de Seguridad Nacional John Bolton ha sido incluso más contundente proponiendo un cambio de régimen, abogando por un apoyo mucho mayor a los Mojahedin-e-Khalq (MeK), un grupo militante de oposición con un pasado turbulento y poco apoyo dentro de Irán. Tanto Bolton como el abogado de Trump Rudolph Giuliani han dado discursos remunerados para los MeK, y el pasado julio en París, Bolton declaró que EEUU debía perseguir el cambio de régimen en Irán de modo que la República Islámica no celebre su 40º aniversario (que sería en 2019). Así, tres de los asesores más cercanos de Trump tienen una visión de Irán tan extrema que es difícil pensar en alguien fuera de Arabia Saudí o Israel que la comparta.

Irán es un régimen represivo y antiamericano que ha extendido su influencia en Oriente Medio, a menudo en detrimento de EEUU. Pero también es una antigua civilización, con siglos de poder e influencia en la región. La noción de que Estados Unidos pueda resolver todos sus problemas con Teherán derrocando al régimen es fantasiosa. Ha resistido la presión y las sanciones estadounidenses durante casi cuatro décadas. E incluso si fuese posible de algún modo derrocarlo, miren alrededor. La lección de las últimas dos décadas en Oriente Medio es que sin duda cada cambio de régimen conduce al caos, a la guerra, al flujo de refugiados, a la agitación sectaria y otras cosas. Abre una caja de Pandora en una tierra plagada de agravios.

placeholder Manifestantes iraníes queman banderas de EEUU como protesta por su retirada del acuerdo nuclear, en Teherán, el 11 de mayo de 2018. (Reuters)
Manifestantes iraníes queman banderas de EEUU como protesta por su retirada del acuerdo nuclear, en Teherán, el 11 de mayo de 2018. (Reuters)

Pero miremos más allá de Oriente Medio cómo han funcionado los cambios de régimen. Tanto si era un gobernante hostil como Jacobo Árbenz en Guatemala o uno amistoso como el survietnamita Ngo Dinh Diem, el cambio de régimen fue seguido de una mayor inestabilidad. Vean el propio Irán, donde un golpe patrocinado por británicos y estadounidenses tumbó al Gobierno electo, lo que fue uno de los factores que condujo y todavía legitimiza a la República Islámica. Consideren también la intervención de mano dura contra el movimiento de liberación cubano a principios del siglo XX, que dejó un legado de antiamericanismo que los comunistas cubanos siguen explotando a día de hoy. Juzgar y manejar mal el nacionalismo puede que sea el error principal de la política exterior de EEUU.

Foto: Mohammad Reza Pahleví, último Sha de Irán, junto a su familia. Opinión

Por contraste, cuando EEUU ha ayudado a abrir otros países al capitalismo, al comercio y al contacto con el exterior, esos ácidos de modernidad han disuelto casi siempre los elementos más desagradables de las dictaduras. Con todos sus problemas, China es hoy un país mucho mejor y más responsables de lo que era bajo Mao Zedong. La gente a menudo señala la campaña del presidente Ronald Reagan contra la Unión Soviética como un ejemplo en el que la presión contra un 'imperio malvado' produjo un cambio de régimen. Pero sólo recuerdan la mitad de la historia. Reagan presionó a los soviéticos. Pero tan pronto como encontró un reformista en Mijaíl Gorbachov, le abrazó, le apoyó y le hizo concesiones. Tanto que atrajo la furiosa oposición de algunos conservadores estadounidenses, que le acusaban de ser “un tonto útil” que estaba ayudando a la URSS a ganar la Guerra Fría.

Irán es un país complicado con un régimen complicado. Pero tiene elementos moderados que esperaban claramente que el acuerdo nuclear abriese el camino a la integración y normalización con el resto del mundo. Estas fuerzas no son predominantes, pero tienen poder, en gran medida debido a que el presidente Hasan Rohaní tiene el respaldo popular. Pero Irán siempre ha contenido importantes elementos de línea dura que creían que jamás se puede confiar en EEUU, que los saudíes son enemigos mortales, y que la autosuficiencia, la autarquía y la difusión de la ideología chií era su única estrategia de autopreservación. Trump les ha demostrado que tenían razón.

Jeb Bush dijo que Donald Trump sería un “presidente del caos”. Y la semana pasada, el presidente Trump estuvo a la altura de la denominación, optando por desafiar a prácticamente el mundo entero, incluyendo a los aliados más estrechos de EEUU, los europeos, y elevando la tensión en la zona más inestable del globo, Oriente Medio.

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