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Mientras miramos a Trump, fuerzas oscuras amenazan la prosperidad de EEUU
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Mientras miramos a Trump, fuerzas oscuras amenazan la prosperidad de EEUU

Ya no hay duda: no hay método en la locura del presidente. Pero la telenovela de Washington es irrelevante frente a los importantes cambios estructurales que están teniendo lugar en el mundo

Foto: Visitantes a una exposición de seguridad experimentan las tecnologías de reconocimiento facial, en Shenzhen, China, en octubre de 2017. (Reuters)
Visitantes a una exposición de seguridad experimentan las tecnologías de reconocimiento facial, en Shenzhen, China, en octubre de 2017. (Reuters)

Para los pocos que aún creen que el presidente Trump es poco convencional pero astuto, que hay un método dentro de la locura, las revelaciones de esta semana deberían ser clarificadoras. El nuevo libro de Bob Woodward y el artículo en el New York Times escrito por un funcionario anónimo dejan claro que detrás de la fachada vociferante, impulsiva, incoherente y narcisista yace un hombre vociferante, impulsivo, incoherente y narcisista. Pero mientras el gran psicodrama presidencial nos cautiva, recordemos que hay cosas reales en el mundo real que continúan. Tendencias que se van a demostrar más importantes y con consecuencias, se hable o no de ellas en la televisión.

Tal vez la principal razón por la que no estamos mirando detrás de esa cortina es que, en general, las cosas pintan bien. Hablando en general, el mundo experimenta paz y prosperidad. La economía estadounidense en particular es robusta, con un crecimiento fuerte y un bajo desempleo. ¿Por qué? Nadie está seguro. Pero merece la pena tener en mente que desde la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento ha sido la norma. Martin Wolf, del Financial Times, señala que desde principios de los años 50 la economía mundial ha crecido cada año y, con unas pocas excepciones, siempre al 2% o más. Las cuestiones políticas (algún tipo de guerra importante) rara vez han tenido un gran impacto en la economía. La economía estadounidense es una bestia amplia y compleja de 19.000 billones de dólares a la que dan forma unas tendencias estructurales mucho mayores que unos pocos cambios de política en Washington.

Foto: Donald Trump durante un encuentro con líderes estatales en Berkeley Heights, Nueva Jersey. (Reuters)

La economía estadounidense está creciendo un poco más rápido de lo esperado. Trump intenta llevarse el crédito por ello casi a diario. Y algo de crédito está justificado. La amplia desregulación que está teniendo lugar bajo su Administración probablemente ha eliminado algunas restricciones a la actividad comercial. El gigantesco recorte impositivo liberó mucho efectivo para los negocios. La inyección de dinero, sin embargo, probablemente producirá sólo un impulso temporal para el país, un chute de azúcar al precio de un masivo incremento del déficit y una desigualdad más profunda.

Las tres grandes tendencias que dan forma al mundo son la paz, la globalización y la tecnología. La paz entre las grandes potencias permite el incremento continuo de la actividad económica en la mayor parte del planeta. El 'auge del resto', el crecimiento de los países antaño pobres fuera de Occidente, sigue siendo la mayor fuerza que impulsa la economía mundial. Esta globalización y una revolución tecnológica en marcha han permitido que el crecimiento persista sin el único factor económico que casi siempre lo ha detenido en el pasado: la inflación. Es difícil que los precios suban cuando los bienes y servicios pueden ser proporcionados de forma muy barata por una persona de un país en desarrollo o a través de la automatización. La ausencia de inflación en los últimos 25 años es aún la tendencia más significativa que mantiene el motor del crecimiento mundial en marcha.

placeholder Donald Trump saluda a sus partidarios durante un mítin en Montana, el 6 de septiembre de 2018. (Reuters)
Donald Trump saluda a sus partidarios durante un mítin en Montana, el 6 de septiembre de 2018. (Reuters)

Pero miren bajo la superficie, y las fuerzas que producen estas circunstancias benignas parecen estar todas ellas bajo cada vez más presión. EEUU, el principal arquitecto del orden internacional y la estabilidad en el mundo, parece decidido a quebrarlos. Trump es un aislacionista de corazón que constantemente cuestiona el valor de la estructura de alianzas que ha mantenido el mundo pacífico y estable desde 1945. Parece querer que Estados Unidos se retire del mundo o convierta su papel internacional en una empresa rentable y cuasi-colonial, por medios como la extracción de pagos de Europa, Japón y los estados del Golfo y confiscando los recursos petrolíferos de Irak. Su Administración se ha metido en grandes disputas de comercio con los principales socios comerciales de EEUU: la Unión Europea, China, Canadá y México.

Eso deja solo la revolución tecnológica que ha transformado el mundo. Pero también aquí las tendencias no son demasiado prometedoras para EEUU. Primero, el país está viviendo de capitales sin auténticas raíces. Las inversiones en ciencia básica e investigación que se hicieron en los años 60 y 70 siguen alimentando a las compañías tecnológicas estadounidenses a día de hoy. ¿Podrían Amazon, Facebook y Apple haber dominado el mundo sin internet y el GPS, dos tecnologías desarrolladas por el Gobierno estadounidense? La próxima oleada de inversión masiva en ciencia y tecnología ya está teniendo lugar… pero en China.

Foto: Estudiantes chinos utilizan alfombras rojas para formar una bandera antes del Congreso Nacional del PCCh, en Linyi, provincia de Shandong. (Reuters) Opinión
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Y luego está la creciente reacción de rechazo a la tecnología. Estamos en un mundo muy diferente del de hace solo cinco años. Cada vez se percibe más a las compañías tecnológicas como monopolios u oligopolios, que aplastan a los competidores, exprimen los datos de los consumidores y se benefician de ellos, penetrando su privacidad y formando parte de una élite que está cada vez más separada del resto de la sociedad. La mayor evidencia de ello es que Trump, que tiene un buen instinto sobre dónde y cuándo golpear, ha empezado a tuitear contra los gigantes tecnológicos con regularidad.

A pesar del espectáculo grotesco de Trump, estamos viviendo en una época pacífica y próspera. Pero bajo la superficie hay corrientes que podrían alterar la calma, especialmente para Estados Unidos.

Para los pocos que aún creen que el presidente Trump es poco convencional pero astuto, que hay un método dentro de la locura, las revelaciones de esta semana deberían ser clarificadoras. El nuevo libro de Bob Woodward y el artículo en el New York Times escrito por un funcionario anónimo dejan claro que detrás de la fachada vociferante, impulsiva, incoherente y narcisista yace un hombre vociferante, impulsivo, incoherente y narcisista. Pero mientras el gran psicodrama presidencial nos cautiva, recordemos que hay cosas reales en el mundo real que continúan. Tendencias que se van a demostrar más importantes y con consecuencias, se hable o no de ellas en la televisión.

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